jueves, 18 de octubre de 2012

De tortugas y héroes

El otro día leía sobre la anécdota que contaba Schopenhauer y que le hacía sentir gran tristeza. Era la de las tortugas. Contaba que cada año desde hace miles, unas tortugas depositan sus huevos en la isla de Java, de forma maquinal, como poseídas. Pero cada vez que lo hacían acababan siendo devoradas por unos perros salvajes. Entonces plantea Schopenhauer ¿por qué esta acción que lleva inevitablemente a la tragedia y al dolor? Ve al hombre en la misma situación, como un autómata aferrado a la vida y que esto solo le lleva al sufrimiento. La voluntad de vivir se vuelve absurda y cruel.

Ayer fui a la conferencia de mi amiga Lorena Rivera, ella hablaba sobre Dostoviesky en Crímen y Castigo. Planteaba el concepto de héroe en esta novela y cómo tenía rasgos románticos... para llegar a definirlo en su esencia más completa (acabando con un poema maravilloso de Valle Inclán). Raskolnikov no es un héroe moral, no tiene por objetivo liberar al mundo de la vieja usurera. No mata por ningún fin de esos, que le hubieran podido servir de coartada. Simplemente mata para probarse a sí mismo, la sensación del abismo, la razón todo poderosa, el vértigo que se siente al asomarse en frente de él.


Cómo venían a mi mente otros antihéroes trágicos como el Mersault de Camus, llevado al crimen simplemente por un sinsentido general, y en este caso cualquier pretexto hubiera valido: Mersault podría haber matado por la ligera incomodidad de que se le posara una mota de polvo en la nariz (el pretexto que da tras su acto fatal es que le molestaba el sol...). Aquí ya no es el romanticismo el que impera, sino el absurdo.

O, tras el bien y el mal, se me aparecía Demian (de Hesse), hablando de Abraxas y tocando los dos lados en una única fusión de ying yang.

Todos antihéroes y cómo se podía ver el 'crimen' desde cada uno de estos prismas. Volviendo al "Schiller ruso" que era Raskolnikov, también encuentro la semillita de la tortuga del inicio, la que ponía los huevos y era devorada. El pesimismo existencial que ya tiene su antepasado en el romanticismo es tan patente en todos estos héroes que me inclinaría a señalarlo como rasgo general y compartido. Raskolnikov será devorado, por los lobos de la justicia, por la sociedad, etc; pero aún así se encamina a la tragedia. Así como todos los héroes atormentados post-románticos. No hay escapatoria para el sinsentido, pues. Se abre una brecha hacia lo absurdo.

lunes, 1 de octubre de 2012

Infausto, infausto Cioran



El dolor está relacionado con la tristeza. El dolor permite el alejamiento que hace que todas nuestras cotidianidades adquieran un toque severo y estremecedor. Son temas que tocan Pavese, Celan y Cioran. Cioran los citaba a ellos, los leía, tenía amistad con su compatriota Celan y relata el talante sombrío de éste en sus Cuadernos. Si gustamos de este tipo de literatura existencial vamos a encontrarnos con estos temas, realidad, lenguaje, máscaras, poesía, lo trágico, etc.

¿Pero yo que tengo que ver con la vida? Creo que así lo decía Cioran, con todo ese extrañamiento que proporciona el gran dolor. Cioran es un erudito del dolor, un gran prolífico de las letras del dolor. Creo que si en mi biblioteca comparamos Libro del desasosiego de Pessoa, todos los libros de Cioran, los de Beckett y los poemas de Celan y Antonio Gamoneda, tan sólo con eso podríamos ya trazar una línea en la que coincidirían todos ellos en muchos puntos. Y Pavese con sus diarios y Kierkegaard con sus héroes y sus trágicos y aquel libro azul que tengo de Tres formas de la existencia frustrada de Ludwig Binswanger. En las novelas que guardo celosamente también hay mucho de esto, pero en los libros mencionados arriba está condensada y explicada la línea dolorosa tan ampliamente que bastaría para una asignatura de universidad que podría impartir yo sin ningún criterio serio como historia, marco político-social, contexto, etc. Tan sólo hablando del dolor. Sería una asignatura temática más que instructiva, ponemos el tema y divagamos. Muy cioranesca, también, ya que rechazaríamos todas esas vías aburridas y escribiríamos con “excitación, con furia” muy como él lo hacía.



El dolor se pretende contener en palabras y se mece con los fantasmas, las sombras hamletianas, se cae en diferentes realidades, en la pugna de ellas por creerse cada cual la más “real”. Y en medio de todo ello, el dolor sigue brillando, porque puede ser bello también, porque Cioran decía cuando estaba de mejor humor “En la tristeza todo se vuelve alma” y luego se desdecía y gritaba; y entonces podemos ver que es cíclica y en ella se acogen pasión y contención: un mecanismo que desequilibra y nos deja permeables y expuestos a todo cuando es la tristeza que desgarra, y cuando estamos devorándonos tranquilos y ensimismados, la otra, la de la belleza.

Otro de sus temas estrella: la soledad. Aceptar la existencia real de otros como yo. Hasta qué punto aceptamos esta existencia. De ahí el origen de todas las mentiras. La mentira inmanente, capítulo de Breviario de podredumbre. Los quijotes, porque todos somos quijotes en potencia. El secreto del arte, el fingir, el impostar, las máscaras, las personas. Pero Cioran se debate cual Tántalo entre el hacer no haciendo (un poco taoísta) y el oficio de escribir, el oficio de poeta. Y entonces se nutre desde dentro, llevado por la fatalidad, y en la necesidad de escribir, en la búsqueda de autenticidad, también se destroza porque grita cuando se da cuenta de que es esclavo de la palabra:

“Escribir un libro, publicarlo, es ser esclavo de él. Pues todo libro es un vínculo que nos ata al mundo, una cadena que hemos forjado nosotros mismos. Un 'autor' no llegará nunca a la liberación plena: será un simple veleidoso en todo lo relativo a lo absoluto”. (Cuadernos, Página 130).

Contradicción. Aspirar entonces a la nada. Al no ser. O al ascetismo. Ya lo decía Schopenhauer. No hay otra. Estamos condenados, Cioran piensa que todo acto es ridículo en sí mismo. “Vivir es un descuido de la inacción” (Libro del desasosiego, página 120).

Cuando leo a Cioran a veces me evocan fragmentos de otros poemas, no sólo los de Celan. También me evoca a La Tierra Baldía, con lo de las sombras errantes en la Ciudad Irreal. Y otras veces recuerdo Esperando a Godot, porque la tristeza... no creo que sea lícito decir que se agota, después de todo lo que he dicho antes, pero sí creo que la tristeza que es susceptible de desembocar en el desencanto nos lleva a un estado superior del 'ya-no-poder-siquiera-esperar-más-aguantar-para-dar-el-último-movimiento-el-movimiento-que-nos-mataría-ni-siquiera-ese-último-movimiento'.

Cada una de las novelas de Beckett, por tanto, nos lleva en progresión hacia esa inacción, cada vez más el hombre se encuentra más reducido, más amputado, con menos margen de acción y movimiento, hasta finalmente acabar hecho un muñón. Un claro ejemplo del sinsentido tras perder esa tristeza. Quizá la congoja, la de retorcernos, no puede llegar a ser lo suficientemente poderosa para sostenernos, sólo para destruirnos.

Pero qué mejor que el dolor para saber que somos y estamos. Qué mejor que la tristeza para saber que aún creamos y nos cautivamos. Toda aspiración a la nada deja estas sensaciones detrás en el camino. 

(Ya me cansé de los colores)