lunes, 17 de diciembre de 2012

Canción Errónea en Valladolid


Al final, cumplí mi sueño de conocer en persona a Antonio Gamoneda. La verdad es que, desde hace un tiempo, cuando ya sabía que lo iba a ver, fue menguando poco a poco esa necesidad tan angustiante que tenía en un principio. Hasta llegar a la suma normalidad cuando estaba sentada en medio de esa gente, lista para escucharlo en la presentación de su nuevo poemario. No imaginé que sería así, él sí, no mi reacción final tan contenida siendo que había sido tan dolorosa la espera. Yo siempre he sido muy entusiasta y he creído más en la búsqueda del referente, cuando me despierto con palabras y me doy cuenta de que no se pueden tocar ("la única poesía es la que calla y aún ama este mundo, esta soledad que enloquece y despoja"). Mi búsqueda fue esa, pues, la del referente, la de la fuente de todas las imágenes que me acompañaron en el frío de la juventud. Esas palabras eran las de los poemarios de Gamoneda, y sabía que él era real. Conocer a Antonio Gamoneda, padre poético de mis mejores amigos compañeros de Filología y mío, se me aparecía urgentísimo en medio de la crisis actual, no sólo económica, sino también de referentes. Se me aparecía necesario en tanto que es el mejor poeta español vivo. Y todos los que admiramos a los mejores escritores no dejaríamos pasar la oportunidad de ver y escuchar a Antonio Gamoneda, así como no hubiéramos dejado pasar la oportunidad si viviéramos contemporáneos a Valle Inclán. Se me ocurre Valle Inclán y no cualquier otro por razones personales, preciso decir.

“Canción errónea” comienza a dar respuestas. O trastoca símbolos. Reconoceremos madera y vida, indiferencia y amor... En la presentación se hizo alusión a estos temas generales y se habló de las palabras inmóbiles. Antonio Gamoneda precisó que no se trataba de la general inmobilidad existencial, sino más bien de ese amor por las palabras inmóbiles, en el sentido más concreto.
Se habló de la muerte, de la indiferencia del que ha vivido sensatamente y abundantemente y acaba satisfecho.
Pero sobretodo, nuestro poeta quiso recalcar la importancia del desorden en su poemario. La falta de coherencia que es buscada y que si acaso se hallara algún orden en dicho libro, sería fruto de la pura casualidad.
Me reconfortaba esa serenidad en el caos. También ese desdén a la estructura, a lo academicista “yo de gramáticas no sé ni me importa”... en cada uno de esos momentos esbocé una sonrisa.

Por eso doy gracias por haber podido estar ahí. Y a Amelia Gamoneda que es una hija y persona maravillosa.