Al final, cumplí mi sueño de conocer
en persona a Antonio Gamoneda. La verdad es que, desde hace un
tiempo, cuando ya sabía que lo iba a ver, fue menguando poco a poco
esa necesidad tan angustiante que tenía en un principio. Hasta
llegar a la suma normalidad cuando estaba sentada en medio de esa
gente, lista para escucharlo en la presentación de su nuevo
poemario. No imaginé que sería así, él sí, no mi reacción final
tan contenida siendo que había sido tan dolorosa la espera. Yo
siempre he sido muy entusiasta y he creído más en la búsqueda del
referente, cuando me despierto con palabras y me doy cuenta de que no
se pueden tocar ("la única poesía es la que calla y aún ama este mundo, esta soledad que enloquece y despoja"). Mi búsqueda fue esa, pues, la del referente, la de
la fuente de todas las imágenes que me acompañaron en el frío de
la juventud. Esas palabras eran las de los poemarios de Gamoneda, y
sabía que él era real. Conocer a Antonio Gamoneda, padre poético
de mis mejores amigos compañeros de Filología y mío, se me
aparecía urgentísimo en medio de la crisis actual, no sólo
económica, sino también de referentes. Se me aparecía necesario en
tanto que es el mejor poeta español vivo. Y todos los que admiramos
a los mejores escritores no dejaríamos pasar la oportunidad de ver y
escuchar a Antonio Gamoneda, así como no hubiéramos dejado pasar la
oportunidad si viviéramos contemporáneos a Valle Inclán. Se me
ocurre Valle Inclán y no cualquier otro por razones personales,
preciso decir.
“Canción errónea” comienza a dar
respuestas. O trastoca símbolos. Reconoceremos madera y vida,
indiferencia y amor... En la presentación se hizo alusión a estos
temas generales y se habló de las palabras inmóbiles. Antonio
Gamoneda precisó que no se trataba de la general inmobilidad
existencial, sino más bien de ese amor por las palabras inmóbiles,
en el sentido más concreto.
Se habló de la muerte, de la
indiferencia del que ha vivido sensatamente y abundantemente y acaba
satisfecho.
Pero sobretodo, nuestro poeta quiso
recalcar la importancia del desorden en su poemario. La falta de
coherencia que es buscada y que si acaso se hallara algún orden en
dicho libro, sería fruto de la pura casualidad.
Me reconfortaba esa serenidad en el
caos. También ese desdén a la estructura, a lo academicista “yo
de gramáticas no sé ni me importa”... en cada uno de esos
momentos esbocé una sonrisa.
Por eso doy gracias por haber podido
estar ahí. Y a Amelia Gamoneda que es una hija y persona
maravillosa.