sábado, 1 de junio de 2019

cuento para dormir


hoy son perlas las que fueron tus ojos, decía Eliot, me digo a veces. Estos días hay un éter, ese que rodea a todo lo premonitorio o lo que en el sueño conecta con realidades que nuestra alma desdoblada ha visitado o visitará. Pienso que mis diferentes sueños últimamente son versiones de una misma imagen, la que la dualidad ha marcado, la que una alteridad desconocida quiere apuntar. Quizá, ha reaparecido un pasado teosófico. Quise interpretar desde Blavatsky. Otros, me dijeron que era más simple. De normal, tenemos velado este campo, sólo los seguidores de Paracelso se atreven a levantar un poco el velo, qué dijeron mis brahmánicos entonces, sobre mis ranas diseccionadas por la mitad, sobre el viejo guillotinado en el ascensor, también a la mitad. Creía que tenía que ver con cierta línea ecuatorial que nos divide a todos milimétricamente, también creía en el omphalos, que sería lo más misterioso de nuestros orígenes, uniéndonos a un útero que no es de este mundo, a ese útero bañado en éter: el de las dos almas. Y el resultado es dos, pero no dos conjuntos, sino el dividido de la unidad, dando paso a semiconjuntos que no sirven para nada y de ahí el terror, el pánico del sueño, el querer despertar. Las ranas y los sapos, eran dos y reían. Tener que sentir la mitad de una de ellas colgada de mi cabeza, agachada yo en cuclillas, porque esta vez sí era yo, petrificada, más aún, congelada como esas momias en los alpes. 

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