martes, 19 de noviembre de 2024

Wolfgang Paalen y el axolotl, pero no el de Cortázar


Estuve en el Pompidou hace poco y compré un par de libros. Uno de ellos es el de Wolfgang Paalen llamado L'Axolotl. Me gustó la edición; no es la primera vez que cojo un libro por su apariencia, además, sabiendo que tenía relación con la exposición del surrealismo que acababa de ver, no podía ser una apuesta arriesgada. De hecho, me había gustado mucho la exposición y, si bien, Paalen no había sido mi favorito (Dorotea Tanning forever) sí que había llamado la atención sus objetos dispuestos por la escena: un paraguas de esponjas, un teléfono de marisco. Además, la sinopsis de la contraportada auguraba misterio y dualidad, y así ha sido.

Todos tenemos al axolotl relacionado con el cuento famoso de Cortázar. Sin embargo, más allá de la reflexión sobre la construcción del otro y el uno mismo, existe el tema de la duplicidad (quizá también relacionado, quizá es un solo tema en una construcción de la identidad fragmentada). Cortázar hace el mismo trueque (¿quiasmo?) que opera en su otro cuento "Lejana": hay un intercambio de cuerpos, un otro y un sí mismo intercambiables. Para el tema de las dualidades en literatura se puede consultar mi entrada de aquí:


 https://infausta.blogspot.com/2022/08/siniestro-es-tu-doble-fuera-del-espejo.html


Es esta obra de Paalen encajable en ese contexto, uniéndose al corrillo de escritores obsesionados con el tema del doble. ¿Cuál es el aporte original del libro, hasta ahora inédito, del artista austríaco? Pues que utiliza la evidente imagen de unas gemelas para hacer de símbolo de este dualismo. Evidente, sin opacidades, que los gemelos sirvan para significar lo doble no nos parece a priori enrevesado, la verdad. Cuesta ver el símbolo, lo que se oculta. Y sin embargo...

Tenemos una historia sazonada de mitología antigua mexicana. Los aztecas tenían mitos sobre el axolotl, aquel animal que ha inspirado a otros escritores además de Cortázar, que estaban relacionados con la duplicidad, al ser un animal medio acuático, medio terrestre y al creer que poseía cualidades mágicas:

Vous savez bien sûr quel rôle fondamental et étrange joue le double dans nos mythes anciens. Le Xolotl, se refusant au grand sacrifice, tente d'échapper aux autres dieux. Poursuivi, il se métamorphose d'abord en double d'un épi de maïs; bientôt découvert sous ce travestissement antique, en ce qu'elle signale la présence d'un élément, sinon divin, du moins effrayant), le figitif se transforme en Mexalotl, cet agave à deux souches, car, pour ne pas se dissimuler sous une forme qui ne lui siérait pas, cette divinité est contrainte de procéder à des dédoublements. Sans cesse retrouvé sous des formes dupliquées, toujours nouvelles, le Xolotl finit enfin par trouver refuge dans le lac, sous la forme d'une salamandre à l'état larvaire, animal mi-aquatique, mi-terrestre et, pour cette raison, aux yeux des anciens, amphibie en esprit également, mystérieuse créature gémelle devenue axolotl.


La trama es sencilla: un trasunto de Paalen (¿otro doble?) va en busca de reliquias arqueológicas (como hacía Paalen, de hecho, fue perseguido por saquear esculturas arqueológicas en México) y se encuentra con la historia de unos hermanos enamorados de unas gemelas idénticas. Ignacio, el chico que va en busca de esculturas, lo que quiere es descubrir el misterio de unos cuadros en la hacienda en la cual se hospeda. Dichos cuadros representan a una mujer, en uno de ellos con un dado de cinco bolitas y en otro con un dado de tres (no recuerdo las cifras exactas, pero creo que son esas). El misterio desvelado: habían echado a la suerte, a través de un dado, qué hermano se casaría con cada gemela, Leandra o Leondina. 

Es curioso, porque el haber silenciado durante todo el relato de uno de los hermanos (cuando le cuenta a Ignacio su historia) la voluntad de las hermanas no es baladí. La voz femenina acierta al imponerse al final:

Tu oublies, répondit-elle, ne pouvant plus cette fois dissimuler la détresse qu'il y avait dans sa voix, tu oublies que l'on ne nous a guère interrogées. Souviens-toi tout de même que vous n'avies rien trouvé de mieux que de nous tirer au dé.


Y es que no todo tenía que ser decisión de los hombres de la historia (partiendo del padre de los esposos, que fue quien decidió la astucia de jugar los matrimonios a los dados). Pero más allá del tema de la asignación de las parejas aparece el dilema de uno de los dos hermanos por descubrirse enamorado de la mujer de su hermano, estando ya casados. La explicación es bastante peregrina: al ser idénticas se entiende a ambas como un solo ser y poder poseer al ser amado en su totalidad es poseer a su otra mitad:

N'avais-je pas poursuivi une chimère dans cette créature duelle? S'il m'avait fallu posséder les deux femmes pour, de cette dualité fantomatique, pouvoir en désindividuer l'une d'elles, n'était-ce que parce que je ne pouvais me contenter de n'avoir vécu qu'avec l'une d'elles, avec la moitié de l'identité d'une individualité duelle? 


El libro acaba con unas fotos de las obras surrealistas de Wolfgang Paalen, sus cuadros más famosos, sus hallazgos escultóricos y fotos del autor, más reconocido como pintor, en su estudio. Apunte curioso: el libro está dedicado a la mujer de Elias Canetti, amiguísima de su infancia. El axolotl de Paalen está decorado con historias de la obsidiana negra volcánica, de los ojos de vidrio del emperador Maximiliano, que teniéndolos él azules le acabaron poniendo los de la virgen de Guadalupe, negros, hechos de la roca volcánica. Para fans del eterno tópico del doppelgänger y apto, sobre todo, para mi. 

lunes, 28 de octubre de 2024

Klee


 Conocida es la afición de Klee por la música, siendo él mismo intérprete y habiéndose decantado finalmente por la pintura, esa formación suya y pasión en vida por el lenguaje musical no es ajena a su obra. Lo que pasa es que no se puede decodificar al pie de la letra: una equivalencia es necesaria a la hora de hacer una transposición entre esos dos tipos de creación artística.

Paul Klee siempre me fascinó como todo lo que fascina por no acabar de entenderse. Ciertamente, me falta su complejo bagaje, pero este es un llamamiento a la gente como yo, que sin tener todo eso detrás podemos intuirlo o apreciar lo que sugiere el pintor y eso no es menos importante. Creo, firmemente, que ejecuta, hasta perpetra una obra que nos permite asomarnos a su mundo, sin previo lenguaje común. Este libro de Pierre Boulez vendría a ser una ayuda o quizá un salvoconducto.

Boulez era director de orquesta. Punto. Con eso podemos resumir su capacidad para armar y orquestar, ese poder tan precioso, no exento de ritmo y colores. La sinestesia está presente en Klee, analizada por Boulez, una lectura de lo que sería la fuga roja, lo que puede ser un ritmo de un tablero de ajedrez o unas notas convertidas en hierba verde. El país fértil se encuentra tras el ritmo y el salpicar de notas que ahora son plantas.

Son muchos los compositores que se han dejado seducir por el aspecto material de la partitura. Incluso en Bach hallamos ciertos recursos que son tanto visuales como auditivos. Me atrevería a afirmar que ciertos cánones satisfacen más la vista que el oído. No es que la música no sea bella, pero es la vista, más que el oído, la que percibe inmediatamente las simetrías.

Boulez contrapone la fuerza en la memoria visual con la menor fuerza de la memoria auditiva y de esta manera nos lleva de la mano para entender correspondencias que en Klee están presentes. Pero también nos invita a detenernos en sus procesos, las capas y laboratorio, el hacer de un fondo un disparador de miradas, en el que la nuestra es requerida para que sea ella el movimiento: de esta forma entramos en el diálogo que nos sirve el autor.

Más allá de su faceta de profesor de la Bauhaus, de la que vemos reminiscencias en sus estructuras pictóricas, "sus dibujos de ciudades con reflejos, simetrías y divisiones, por ejemplo, me enseñaron mucho sobre el desarrollo orgánico de una arquitectura sonora que, al mismo tiempo, poseía estos mismos reflejos, simetrías y divisiones de otro plano" (pg 42); tenemos un Klee que se distingue de un Kandinski (o de cualquier otro Bauhaus): "cuyos cuadros parecen anónimos. El espíritu es fuerte, pero la carne ni siquiera es débil, sencillamente está ausente. Son objetos sin vida que podría haber fabricado casi cualquiera. En Klee observamos justo lo contrario. Lo que más convincente me resulta es que su impronta es reconocible (...) Tenemos al mismo tiempo la geometría y su desviación..." (pag 47).

Para los diletantes, que oscilábamos entre la literatura, la música y las bellas artes en nuestra juventud. Para los que conectamos con trasuntos nuestros que se aplicaron en otra disciplina que nosotros tuvimos que soltar... Este libro sazonado de preciosas imágenes de Klee es una pequeña joya para cualquier admirador del suizo-alemán y del arte en general.




miércoles, 4 de septiembre de 2024

Dinosaurio



Yo, en mi habitación lista para dormir, con la mascarilla puesta y el libro en la mano: Dinosaurio es una aventura a la que me quería entregar así, en mis momentos más zen, porque el pack de libro y ritual nocturno le pega mucho a esta historia y yo sin saberlo me acomodé de una forma que recomiendo: llegados a cierta edad somos mucho de packs aromáticos y de tés con complementos. Los rituales vienen con libros de acuerdo a cada ocasión y a mi Dinosaurio se me antojaba un matcha terroso con sabor añadido, tipo vainilla o coco, en todo caso algo exótico, interesante para probar. No me he equivocado. De hecho, me fui a dormir más tarde de lo usual porque no pude despegarme de la historia. Y debo confesar que he despertado revuelta, con una sensación agripicante, ese tipo de sensación que tienes cuando piensas que la historia que has leído o visto en una película te va a acompañar a lo largo del día como telón de fondo. Y reflexionas y te das cuenta de que no te has tragado sólo una historia, sino un Tao contemporáneo, un tratado de vida. Vaya.

Dinosaurio tiene la prosa de David Pascual, directa y mordaz, tremendista a lo Cela del siglo XXI (si Cela viviera no dudo que alabaría esta obra) pero tampoco está libre de momentos de la prosa lírica más delicada y suave (1) o de mantras que se repiten para hacernos una experiencia real de un entorno mágico-sagrado, ante todo religioso. Esta característica de no sólo contarnos una historia en la que lo new age se desborda y roza el surrealismo (pero también el realismo más trágico, aunque escondido, aunque con métaforas o símbolos), sino que a través de la forma nos evoque ese mismo cariz, una inmersión en la palabra que vuelve lo profano en sagrado porque se repite, porque puede ser alabado y enaltecido hasta tornarse divinidad.

(1) Mi madre rezando y llorando y sonriéndonos con una sonrisa que es como mirar a un barranco desde el borde del precipicio y diciéndonos que hay que aceptar los finales y que antes de dejarse secuestrar y ser violado de mil maneras diferentes, que antes de soportar el suplicio del infierno de los hombres, hay que irse, hay que ascender al cielo. Y que el cielo es como el río, y que estar allí es como ser un pez que se deja llevar esquivando con soltura las rocas. Y que allí donde vamos no existe el dolor ni existe la gente mala. Que allí donde vamos lo único que existe es la paz y que por eso no debemos temer nunca la gracia de Donatello.

Cinematográficamente, porque enfrentarme nuevamente a una novela de David aka Perfumme es jugar a pensar quién llevaría al cine su libro, al padre del protagonista lo visualizo como al señor gordo del sofá de Taxidermia, esa película húngara de György Pálfi. No es baladí la coincidencia, se trata de una comedia de terror. Otro húngaro que recordé entre risas mentales fue Bela Tarr, ya que en el Caballo de Turín están comiendo patata durante casi todo el metraje de la larga película, una patata cíclica e infinita. Hacer estas mezclas de referentes que combinan con Dinosaurio se me antoja muy entretenido, ya que la obra se presta para ir en consonancia con ciertos tonos agrios e incisivos como los de Todd Solondz en Palíndromos, hay niños y hay una inocencia que perturba y espanta. Los niños en una secta extraña (todas las sectas lo son y ésta no tendría por qué serlo más que otras) de unos Herodes que ahogan bebés compulsivamente, una comunidad de sádicos religiosos que seguirían a una especie de Llados (machista e implacable en su tonicidad muscular) ni más ni menos absurdo que el Llados real nos podrían hacer replantear que lo que leemos no es tan delirante como aparenta. Es la televisión la que lidera aún las imágenes de las generaciones mayores (2) y a partir de ahí se pueden ver reflejadas las debilidades de la sociedad. Pero es en general las pantallas, las plataformas de streaming y todo lo que se pueda consumir, lo que va a definir y perforar mentalmente a sus usuarios.

(2) En el cuarto día Donatello hizo instalar antenas sobre la copa de cada árbol y dijo: Mirad la televisión, pues a través de ella conoceréis mi reino. Porque lo importante no es tangible. Porque el verbo no puede tocarse y a través de los símbolos es que lo aprendemos. Mirad la televisión porque en la publicidad está mi palabra (...)


Sin embargo, y para acabar porque no quiero hacer grandes spoilers, lo que más me ha cautivado es el protagonista de la historia y que me resuena al buen salvaje de Rousseau, pero que va mucho más allá: hay un momento en el que te das cuenta de que todo lo que has leído es la mente de alguien cuya imagen de sí mismo no se corresponde con lo que los otros perciben de él y este desdoblamiento nos revela un personaje de una construcción genial. Pero no explicaré los detalles, lo que cuenta es la forma, el Verbo, que al inicio siempre va él.





 

domingo, 30 de junio de 2024

Uzumut

 


Le tenía muchas ganas a este libro por varias razones: Eduardo Almiñana tiene una trayectoria de periodista y escritor que he seguido durante varios años en redes sociales y siempre me ha sorprendido. Primero, por sus acertadas recomendaciones: tiene muy buen gusto (o un gusto afín al mío) tanto para la literatura, como para el cine, como hasta para la comida (he conocido restaurantes bastante interesantes gracias a él, sin que él lo sepa, por supuesto. Restaurantes armenios, polacos, ucranianos, exóticos y menos exóticos). Segundo, aunque en importancia igual que el primer punto, por su forma de escribir. Almiñana de Cózar (además tiene apellido de escritor antiguo, que eso es de admirar) sabe juntar las letras desde siempre, pero desde que las redes le permiten usar formatos atractivos ha sabido hacernos llegar historias como píldoras que son una bocanada de aire muy particular en medio de tanto moderneo instagramero. Así que intuía fuertemente que su Uzumut podía ser como esas píldoras, pero más saciante para el lector, y así ha sido, aunque yo soy de atracones cuando algo me gusta y no me ha durado más que este finde. Y tercer punto, pero algo más personal, el hecho de que me genere curiosidad este escritor valenciano contemporáneo es también por su predilección por la literatura eslava, ya que mi tesis doctoral fue sobre Witold Gombrowicz y este es un autor al que Eduardo Almiñana también tiene como referente cultural y literario, así que no es menos punto de curiosidad para mi querer leer a un compañero en estas lides eslavófilas.

Debo empezar por contar mi sensación más primaria, instintiva y poco reflexiva, al iniciarme en la lectura de esta novela o historia de historias: no había sentido lo mismo desde que, siendo una adolescente cogí por casualidad un libro llamado Bestiario de la biblioteca de mi avi. Tendría por aquel entonces trece años y no sabía quién era Julio Cortázar, en el colegio no lo estudiábamos ni lo estudiaríamos, al contrario de lo que hago yo con mis alumnos de primero, segundo o tercero de la ESO, que les explico algunos de sus cuentos. 

No estoy comparando al escritor argentino con el valenciano, no creo que Eduardo Almiñana esté incurriendo (¡cometiendo!) en realismos mágicos, o mejor dicho, en el realismo mágico tal cual lo conocemos. Pero sí estoy hablando de mi sentimiento o sensación, y ha sido muy placentero volver a ella. No se trata de que haya leído poco desde Cortázar, en absoluto. Pero ni Borges, ni Schulz, ni Julio Ramón Ribeyro o Clarice Lispector, escritores tan disímiles de cuentos, me han hecho sentir ese mismo sentimiento parecido a un extrañamiento fantástico por descubrimiento de cosmos. Será que cuando un escritor como Alejo Carpentier, por ejemplo, me pinta una historia, la siento de forma diferente. Y cada uno de esos escritores evoca algo muy suyo. Pero quizá son hijos de su época. Y me faltaba descubrir la sensación de una época nueva. Con Almiñana lo he sentido, Cortázar fue el primero, pero a partir de él todos eran de un siglo XX ya conocido, ya bien enmarcado. Ahora, es imposible desgajarnos de un background de pandemia, internet, Black Mirror, transhumanismo y thrillers distópicos. Esta es nuestra realidad y también puede ser vivida con magia y a través de la magia. Un neo-realismo-mágico, quizá.

Borges tenía fijación con los laberintos. Hay una infinitud que puede ser abarcable a través de esta simbología, en realidad no, pero esa es la paradoja que se puede ver en el símbolo del laberinto, un espacio que se enrosca en sí mismo, cual infinitas muñecas rusas que se contienen mise en abŷme una detrás de otra. O como el símbolo de lo circular en el Ouroboros. Tiempo y memoria tentáculos de este cefalópodo infinito.

Es un libro que se puede analizar desde el punto de vista de la hermenéutica ontológica, las modalidades de temporalización están presentes en la historia de Uzumut y es una pieza fundamental para entender el puzzle y hallarle la salida como en los dibujos que dan a los niños en los restaurantes de comida rápida, o al menos que daban hace tiempo, y había que ayudar a salir a determinado personaje de un laberinto. Digo que hay algo que me recuerda a Paul Ricoeur en La memoria, la historia y el olvido, ya que el objeto de estudio se ha trasladado del ser al objeto, de la pregunta de quién recuerda a qué es lo que se recuerda. La memoria, el tiempo y lo que perdura.

No hay espacio para lo baladí, ya que el libro (de una cuidada edición, la verdad es que la experiencia de estar cogiendo una caja mágica se ha transmitido hasta en el acertijo que es su carátula y contraportada) también recuerda a aquellos hombres como Antonio Machado que creían en cabalísticos juegos para armar sus poemarios (Soledades, Galerías y otros poemas está concebido como un entramado de números en el que cada agrupación encierra un mensaje), aquí también en el meollo encontraríamos un mensaje fundamental, cual lava del núcleo de la Tierra. Es ese mensaje, y la palabra melancolía, el que me dejó esbozando una sonrisa, ya que podía sentir lo que sentían los habitantes de ese mundo creado por Almiñana.

He intentado no hacer spoiler y sé que me dejo varios puntos que hubiera querido tratar (debería de haberme hecho un esquema) pero quería escribirlo tal cual cerrar el libro, para que me sorprendan mis palabras, así a lo Pirandello.

viernes, 14 de junio de 2024

Anne Carson y el amor

 



    Con motivo de la sesión, última, de Melibeas para este curso que acaba ahora a finales de junio, me puse a rememorar a Anne Carson y es todo tan importante para mi que no quería dejar de compartirlo, como cuando asistí aquella vez a una de sus mágicas sesiones porque a Paul Celan no podía dejar de rendirle tributo y menos tras Almendra, con quien asistí a la velada de las chicas (las chicas de Melibeas me recuerdan a la película de Picnic en Hanging Rock de Peter Weir, o al menos así es como las tertulias-rituales se me aparecen en mi imaginación).

    Tras mi recién estrenada faceta de mamá de bebé no sé si podría acercarme a esas horas ...pero quiero constatar todo lo que hubiera querido compartir con el grupo en cuestión. Primero: Anne Carson significa para mi el amor. Voy a poner en contexto esta idea, o más bien, impresión. Cuando conocí al padre de mi última bebé me acababa de dejar mi ex marido. Yo no tuve la mejor idea de pasar esta fase con el poemario de Carson: La belleza del marido, cántico a un abandonador esposo, como el mío.

    La misma Anne Carson en Eros habla sobre el ensayo del amor de Stendhal y el proceso que denomina "cristalización". En él, una varita de árbol simple se recubre de muchos cristales hermosos al ser introducida en una mina de sal. Así es como ella decora al marido, de esta forma es la belleza del marido: "como tantas esposas propulsé el marido hasta la divinidad y ahí lo sostuve". Creo que muchas de las mujeres que nos aferramos a esta ramita lo hacemos de la misma forma, con devoción a unos diamantes que nosotras mismas estamos proyectando. 

    Merodeando a través de los poemas de La belleza del marido encuentro conexiones: un marido conocido desde la adolescencia, pareja de décadas, el compartir un mundo entre las letras y poemas que van y vienen, cartas que han tejido una vida. Fue la mía una relación que se gestó también a través de la palabra. Hay temas fundamentales en Eros y en el poemario: los límites (como principal problema), la paradoja (y el lenguaje), la búsqueda de la otra mitad (y el símbolo). 


    Es importante el lenguaje con Carson, tanto o más que el amor. El lenguaje permite crear al amor y lo modela, da a luz al tipo de amor que delimita. Para la autora, los griegos gestaron la palabra glukupikron para hablar de lo dulceamargo del amor de una forma que no es baladí y en la que nuestra traducción el término "agridulce" cojea. Poner el "dulce" primero es más certero con la sensación que describe, pero el pozo final es amargo porque es un tender hacia, un camino dirigido que nunca llega y si es que llega se acaba el deseo. Lo dulceamargo es ese estado en el que nos tambaleamos y que encierra la paradoja. Es curioso que todas las palabras que más se acerquen a la metáfora o al símbolo encierren ellas mismas la figura de la paradoja. Para explicarlo fácilmente, cuando en clases de lengua y literatura queremos hablar de las figuras del pensamiento agrupamos las figuras de contradicción como una subespecie dentro de aquel grupo mayor y las explicamos como aquellas figuras que utilizamos bastante en poesía principalmente, porque la poesía pretende señalar con palabras de este mundo algo cercano al Misterio, y todas las cuestiones misteriosas o inabarcables como el amor, la muerte, o el tiempo nos van a hacer caer irremediablemente en la antítesis, el oxymoron o la paradoja. Pasa con estos términos griegos como el glukupikron o como el kairós (momento oportuno, pero también encierra la paradoja de ser una flecha que alguien dispara para hacer doler en ese instante, representado por el dios del instante feliz, que tiene un rizo por delante y está pelado por detrás, esa ambivalencia...), por mencionar solo dos conceptos. Es el lenguaje, pues, el modo de reflejar visualmente también aquel sentimiento dicotómico.

    Dualidad en el objeto, además de la palabra ambivalente, podemos ver si recordamos los fragmentos de Eros en los que se menciona aquellas ideas de Aristófanes sobre el ser fundido al amado, como una bola formada por ambos seres. También, se desarrolla el símbolo de que cada una de esas partes separadas lleva un hueso de tuétano para señalar que son mitades. Esa fundición es un concepto del enamoramiento en su parte dulce, pero no deja de entrañar la paradoja de lo amargo: fundirse es imposible, somos seres discontinuos, que decía Bataille, nuestros límites se imponen, nos vienen de fuera, y nuestro sino es permanecer insatisfechos, como no se cansó de remarcar en vida Schopenhauer. 

    Seres a medias o en camino a ser un ser anhelante, siempre sediento. Metáforas de lo dulceamargo que ahondarán en el Misterio a través de las paradojas, cual "vivo sin vivir en mi"; grandes dilemas, solamente siendo susceptibles de ser expresados a través de este lenguaje que oscila, que zozobra, que pende sobre nuestras cabezas como guadaña de lo funesto y la terrible, promesa de lo que no puede apresarse porque si se apresa deja de ser. La intensidad se rebaja y entonces se esfuma ese deseo.

    Pasó que cuando yo leía La belleza del marido hace cinco años, conocí al padre de mi reciente bebé. Quiso la casualidad que él estuviera leyendo por aquel entonces Eros, es el ejemplar que reviso en este momento. No solo eso, por mi cumpleaños, aquel 2019, me regaló un libro de Anne Carson en el que estudia a Paul Celan y que se llama Economy of the Unlost. La dedicatoria que me puso: Por unas glukupikron felicidades. Sé que me escribió un poema sobre una peonza que gira, y ... espero que siga girando. Anne Carson estuvo, pues, al final y luego al inicio, sirvió para cerrar una era y abrir otra. La cerró con La belleza del marido y la abrió, como tuvo que ser, con Eros. Sé que a Anne Carson le gusta Parménides y los círculos en los que inicio y fin se tocan, así, el símbolo mayor a mi historia amorosa es también una peonza, como los planetas, con su movimiento rotativo sobre su eje y al mismo tiempo en traslación hacia el sol. 



lunes, 10 de junio de 2024

La hija oscura, segunda parte

 Qué estupidez pensar que una pueda confesarse ante los hijos antes de que cumplan al menos cincuenta años. Pretender ser vista por ellos como una persona y no como una función. Decir: yo soy vuestra historia, vosotros salisteis de mi, escuchadme, podría serviros. En cambio yo no soy la historia de Nina, Nina podría verme incluso como un futuro. Elegir la compañía de la hija de otros. Buscarla, acercarse a ella.



 


He elegido esa cita de La hija oscura porque me parece una declaración relevante de una madre, me veo diciendo esas mismas palabras sabiendo cómo es de difícil que la parte engendrada pueda llegar a acercarse realmente a la parte progenitora sin haber pasado ellos mismos a su vez por una situación similar o, en su defecto, poseer el cúmulo de experiencias adquiridas por los años que podrían dar una sensatez o una cercanía con el que ya ha vivido. No se entiende la vida sin vivirla. Por eso es extraño empatizar con escritores tan jóvenes: sobre qué puede hablar quien no ha vivido, quizá puede hablar bien, puede imitar una sonoridad y puede acercarse a las sensaciones... pero no es lo mismo leer a alguien que sabe todo lo que entraña una vida al haberla pasado tras las décadas. Repetir los actos, aprender por la experiencia y analizar desde fuera cuando algo ya ha pasado es lo más parecido a un bucle infernal, pero también a vivir con madurez. 

Apuntaba en mi reseña anterior que la protagonista de la película no es exactamente como la describen en el libro. Tampoco lo son los demás personajes, sobre todo la embarazada, que en el libro es repugnante, o el marido de Nina, que en el libro es bajito y gordo y en la película es uno de los hombres más guapos del mundo. Pero, quizá, no son datos relevantes. Lo que sí era más importante para la trama (o para la trama que se lee entre líneas, la trama interior) es todo lo que tiene que ver con la reflexión de la madre sobre su propia maternidad y sus hijas, que en la película tenemos que inferir de algunas imágenes, pero que en el libro ocupa más espacio y, como en el fragmento que encabeza esta reseña, está escrito con palabras que nos lleva a pensar en temas generales como la vida y el aprendizaje, además de su situación particular. Estas reflexiones hechas en secreto para nosotros los lectores, para mi han sido lo más interesante del libro. Así que creo que vale la pena leerlo, en la película nos entretendremos con la historia pero no podremos acercarnos siquiera a los entresijos mentales de su protagonista. Queda muy lejos poder inferir todo con tanto detalle.

Por otro lado, el juego de símbolos que guía la historia recuerda a los de la novela Cosmos de Gombrowicz: un gesto que desencadena equívocos, elucubraciones e interpretaciones peregrinas que se van engarzando una detrás de la otra hasta dar una cadena de significados, un objeto o ser que da pie al símbolo y a lo funesto (sea un gorrión muerto, sea una muñeca inerte). Cadenas de significados ocultas que desentraña el protagonista como si leyera un mapa secreto para descubrir un tesoro, pistas que llevan a una epifanía, autoexploración y dramas de los personajes que rodean al protagonista como un cosmos de planetas cada uno girando con un propósito, pero sólo tenemos un mapa.

Dije que quizá hacía una segunda parte para matizar el final de mi lectura y mi impresión más reposada. Esta es, pero se lee en conjunto con la anterior.

domingo, 26 de mayo de 2024

La hija oscura o el corazón horadado

 ¿O la madre oscura? ¿O ambas?

La maternidad envuelta en sombras, en todo caso. 


Podría crear una sección nueva de "libros que me regala mi amiga Lorena". Lorena Rivera, amiga de las de verdad, antiquísima de mis otras vidas, cuando estudiábamos ruso y éramos jovenzuelas. Compañera a la que admiro y mi filósofa favorita, especialista en Dostoyevski y el amor atormentado. Ya he hecho reseñas aquí de libros patrocinados por Lorena en mis cumpleaños, y nunca defrauda.

Esta novela, de la misteriosa Elena Ferrante (¿es Elena Ferrante mujer? ¿es un caso similar al de Carmen Mola?) no la había relacionado con la película que ya había visto, del mismo nombre La hija oscura. Pero ha sido leer la sinopsis y enseguida unirlas. La anécdota es bastante singular y no da lugar a dudas porque se resume fácilmente, además, la película refleja exactamente lo que queda patente en la sinopsis del libro. Ver la película antes que leer el libro no es algo que haya hecho nunca, creo (me pasó a la inversa con Grandes esperanzas, con catastrófico resultado). Supongo que viendo la película primero se aprovecha mejor ambas partes y podemos sentirlas por separado. Creo esto firmemente y según el análisis que voy a hacer quedará explicado.

Para empezar, la novela te sitúa mucho mejor que la película en la idiosincrasia de la protagonista: al tener acceso directo a sus entresijos mentales a través del discurso narrativo podemos ver que sus hijas están presentes en su vida, que mucha parte de esta vida ha estado condicionada por ellas y todo esto salpicado por recuerdos del pasado en el que las dos hijas estuvieron presentes. En la película este factor no aparece, al contrario, se crea una bruma con respecto a su relación materno filial y nos deja haciendo cábalas sobre ella: apenas podemos ver algunas llamadas de una de sus hijas que no son relevantes. En la novela nos esclarece desde el inicio un papel de madre activo y que ha incluso sacrificado momentos por tenerlas a ellas presentes. Sin embargo, en la versión fílmica me llevé una impresión completamente diferente de la protagonista: no es hasta el final que descubrimos cómo ella abandona una (larga) temporada a las hijas y que eso le ha causado un gran forado mental y otro a la altura del pecho, horadando el corazón. Leyendo las primeras páginas de la novela sabemos, por el contrario, que no se trata de una madre desnaturalizada, sino de alguien que ha estado ahí en la vida de sus hijas y que ellas la siguen llevando consigo.

Abandonar y estar ausente, aunque sean pocos años, es drástico ciertamente. Llevar esa carga en el corazón a pesar de haber hecho borrón y cuenta nueva es completamente natural. La historia es cercana, verosímil. Las luces y sombras de la historia apuntan hacia la oscuridad remota haciéndose cada vez mayor. Un símbolo: la muñeca; es el encargado de desatar todo el meollo acumulado de tristeza, nostalgia y melancolía. Atorado como en una tubería de su garganta se despliega como si tiraran de un hilo invisible.

Se sabe que la autora de La hija oscura cedió los derechos a condición de que solo Maggie Gyllenhaal fuera la encargada de llevarla a la pantalla. La protagonista es Olivia Colman que a pesar de no ser parecida a la imagen mental que nos llevamos de la protagonista al leer la novela (delgadísima y de apariencia juvenil en el retrato que se hace de ella) puede ser compensado este hecho con la calidad actoral de Colman, que es bastante potente. 

La reflexión de fondo de esta historia tiene que ver con el ilustrativo título: es la maternidad un juego de claroscuros y es siempre difícil. Sobre todo para quienes la viven antes o después de su propio tiempo, del tiempo que ellas mismas necesitarían. En este caso, siendo madres muy jóvenes tanto la observadora como la observada de la novela, produciéndose un juego de doppelgängers en el que hay de envidia (¿por poder, la observada, hacerlo todo limpiamente ya que tiene aún la vida con su hija por delante?) y la nostalgia priman.

Con respecto a la intertextualidad, evidente es el fragmento de la playa cuando se evoca aquel otro de Muerte en Venecia; la belleza que duele, mirando al Otro en la playa:

Sospeché que estaba representando su papel de madre joven y bella no por amor a la hija sino para nosotros, la gente de la playa, todos, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos.

Su cuerpo y el de la muñeca fueron rociados largo rato. Ella quedó brillante de agua, los haces luminosos disparados por la regadera le empaparon hasta el pelo, que se le pegó a la cabeza y a la frente.


Un Tadzio sustituido por mujer madre y joven. La belleza adolescente por la belleza de la maternidad incipiente. La nostalgia del tiempo perdido, en ambas novelas. No será casualidad que se presten las dos historias para ser retratadas en el cine y sospecho que Elena Ferrante la tendría de novela referente. Tadzio y la madre joven, Nina, son apariciones angelicales, quizá un querubín en el caso del adolescente y una Virgen María de "haces luminosos" en el caso de Nina.

Voy a dejar la reseña en este punto, aunque retomable si se me pide. Las maternidades oscuras y sus secretos dan para una contraparte de esta historia: ¿cómo sería en el caso de la maternidad tardía? Definitivamente otras problemáticas se plantearían, pero igualmente difíciles de solucionar en el plano de reproches y autoexigencias maternas, que siempre cargamos como una cruz a cuestas con más o menos peso.