domingo, 7 de agosto de 2022

Siniestro es tu doble fuera del espejo

El título se me ha ocurrido sin pensarlo, así que lo he querido escribir porque el subconsciente a veces manda. Siempre vuelvo al tema del doble porque, aparte de ser uno de los motores de mi blog (mirar sección presentación) también lo es de la literatura en general, se trata de uno de los tópicos más retratados, más extendidamente tratados. Por eso se presta a ser contado en fascículos y nunca agotarse. Uno de los que más ha tocado este tema en sus cuentos es E.T.A Hoffmann, no debe sorprender, ya que en el romanticismo se da el auge del individuo y de sus búsquedas, limitaciones, márgenes... ahí es cuando aparece la duda de un solitario frente al abismo, su hondura y sus escisiones (pensar en Friedrich y su famoso cuadro, un ser de espaldas que nos oculta su cara, lo que más le define, el espejo de su alma, o sus almas o su vacío, porque las nubes que lo envuelven nos hacen sentir su confusión, no sabemos si hay alguien al timón de ese cuerpo, no nos da lugar a adivinar un rostro o rostros, máscaras o nulidad...como un borrón en el lugar de la cara). 



Pero entre tantas obras a las que nos podemos remitir del romántico que sirvió de inspiración a autores como Poe, destaca un cuento llamado Los Autómatas, alegoría del futuro, quizá, ya que una máquina antropomorfa llamada El Turco es la pieza encargada de generar toda serie de emociones entre los humanos de la historia; intriga y misterio rodean a un ser que empezaba a configurarse en la época: la antesala de las inteligencias artificiales, robots, y toda esa cosmogonía que se desataría en tiempos más contemporáneos. Aquí entonces es la prefiguración de una Siri, a lo película Her de Spike Jonze, la primera Siri en pleno romanticismo alemán como un doble humano, que llega a compartir con nosotros ciertos rasgos, los suficientes como para que lo siniestro se intuya en el telón de fondo. Típico del Romanticismo. 

Pero luego llegaría Dostoievski y escribiría su segunda novela, llamada El doble. Aquí encontramos a un protagonista, Yakob Petrovich Goliadkin, quien se encuentra en una situación de la que sólo sabemos que es una especie de apestado, persona no grata en el círculo social en el que se encuentra, y que al salir de la fiesta en la que lo humillan tiene una epifanía encarnada en un doble. Lo primero que notamos es que el narrador de la historia es alguien que nos habla como si de un teatro se tratase, alguien que utiliza este tipo de palabras:

He aquí la situación, señoras y señores, en que encontramos ahora al héroe de nuestra verídica historia, aunque sería arduo explicar lo que precisamente le ocurría. Había conseguido llegar hasta la escalera y el descansillo, por la sencilla razón de que todos los demás lo habían conseguido. ¿Por qué no iba a conseguirlo él también? Pero estaba claro que no osaba pasar adelante..., no porque no supiera hacerlo, sino porque no quería, porque prefería obrar a la chita callando. Y he aquí por qué, señoras y señores, esperaba allí en silencio y llevaba ya dos horas esperando. 

Señoras y señores suena a director de escena de teatro o circo, pero nos remite también al tono de la obra, en la que el protagonista se valdrá de máscaras de la vida cotidiana (a lo Erving Goffman) para subsistir, siempre con su talante tragicómico.

Aquí, en el primer Dostoievski, tenemos al doble que eriza la piel, al hermano gemelo diabólico y no al sosias bueno o doppelgänger benefactor. Porque desde el Romanticismo hasta la actualidad es un hecho constatable que la gran mayoría de dobles han sido retratados como la maldición, seres que encarnan nuestras peores pesadillas:

Se le cortó el aliento y sintió un mareo. El desconocido estaba sentado en su propia cama, sin quitarse el gabán y el sombrero; y con una ligera sonrisa, frunciendo levemente el entrecejo, le dirigía un amistoso movimiento de cabeza. El señor Goliadkin quiso gritar, pero no pudo; protestar de alguna manera, pero le fallaron las fuerzas. Se le erizó el cabello y se desplomó exánime del horror que sentía. ¿Y cómo no? El señor Goliadkin había reconocido enteramente a su amigo nocturno. Su amigo nocturno no era otro que él mismo, el propio señor Goliadkin, otro señor Goliadkin, pero absolutamente idéntico a él... En una palabra, su doble...

Este fragmento, al descubrir a su propio doble en la cama, nos resuena a aquel fragmento de Cantos de Maldoror en el que decía algo así como "alguien me mira en la pared de mi cuarto, alguien me mira con mis ojos que no son los míos" (cita de memoria, puede tener algún fallo o ser no muy exacta). Y al resonarme estas palabras creo conexiones sobre lo que es el doble desde Dostoievski hasta nosotros: un intruso, una parte que deseamos no encontrar.

El latinoamericano Cortázar es otro de los escritores que han empleado este tema del doble para nutrir sus cuentos: tanto en el que siempre recuerdo Lejana, como en el de La flor amarilla. En este último se hace una clara referencia al narciso amarillo y es la figura de Narciso a la que se quiere hacer alusión (enamorado de su reflejo una flor yace en su lugar). La historia plantea al doble de un señor que se encuentra en el autobús, pero este es un niño de trece años, un yo en otro momento vital. Cortázar cuenta la desventura del hombre mayor por querer refrenar ese bucle de yos y querer cortar con ello...hasta al final darse cuenta de su error y arrepentirse por haber matado al niño que era una prolongación de su propio yo. En Lejana hay un recuerdo de la obra de Dostoievski a la cual nos estamos refiriendo y me parece que no ha sido apuntada antes (al menos entre las búsquedas que he hecho no he hallado esa intertextualidad mencionada): tanto en la protagonista de Lejana como en Goliadkin el suceso de conexión con el Otro se genera en un puente frente a un río, como si se tratara de una especie de umbral interconector entre el "de aquí" y el "de más allá", como si el puente fuera la atalaya desde la cual se divisa un mundo y el río el fluir de la consciencia. 

Podemos afirmar una pervivencia de rasgos románticos aún entre los escritores del boom latinoamericano. En Aura, una de las obras más conocidas de Carlos Fuentes, encontramos reminiscencias del padre Hoffmann (padre consustancial, al ser una especie de cabecilla para los autores que estamos mencionando). Es el clima de la obra una atmósfera de terror enrarecido a lo Maupassant, pero con esa idiosincrasia latinoamericana. Aquí se da el doble cruzado o quiasmo de dobles: dos parejas de dobles (la anciana y la sobrina y el protagonista y el marido de la anciana, del cual está haciendo una recopilación de memorias). El final ya se previsualiza al encontrar una y otra vez a las parejas apuntadas:

Veras, en la tercera foto, a Aura en compañia del viejo, ahora vestido de paisano, sentados ambos en una banca, en un jardín. La foto se ha borrado un poco: Aura no se vera tan joven como en la primera fotografía, pero es ella, es el, es . . . eres tu. Pegas esas fotografías a tus ojos, las levantas hacia el tragaluz: tapas con una mano la barba blanca del general Llorente, lo imaginas con el pelo negro y siempre te encuentras, borrado, perdido, olvidado, pero tu, tu, tu. 

Quien nos cuenta la historia se enamora de Aura, pero Aura está ligada a Consuelo. Ambas son descritas con los mismos ojos verdes y vestidos verdes, pero en la anciana hay un contrapunto de terror, se hace hincapié en sus encías sangrantes. El final es de terror porque hay esa descripción terrorífica de yacer con una anciana que ha sido descrita como un monstruo, es curioso el no remanente de belleza que deja el autor, transformando completamente al objeto de deseo en objeto de pesadilla.

dobles intergeneracionales, dobles cruzados o dobles quiasmo, dobles digitales y analógicos...

En orden de publicación tenemos a Manuel Rivas que en 1995 publicó ¿Qué me quieres, amor? un conjunto de cuentos que le harían sumamente conocido y del cual algunos de ellos servirían para la película La lengua de las mariposas. Aquí también tenemos una historia llamada La lechera de Vermeer que se inspira en el cuadro para hacer una reflexión sobre la copia y el original, el doble, otra vez, en este caso el doble de su madre. El cuento parte de una situación, también, de terror y utiliza esa palabra: 

Voy a contarles cómo entré en contacto con el terror. Mi madre La lechera se va con su carrito y sus jarras de zinc. Estoy jugando con mi hermana María. De repente, escuchamos estallidos y un gran alboroto en la calle. Nos asomamos a la ventana del bajo para ver qué pasa. Pegados al cristal, descubrimos el terror. El terror viene hacia nosotros. Mi madre nos encontró abrazados y llorando en el baño. El terror era el Rey Cabezudo.

La lechera se ve reflejada en la leche como Narciso en el agua ve su reflejo. Hay un juego de dobles que se reproducen: el chico que mira el cuadro en el que la lechera se mira a sí misma, su madre mirando la foto de una yo antigua exactamente igual a la del cuadro...

Finalmente, podríamos recordar El hombre duplicado de Saramago, publicada en 2002, y como es para este el hallazgo de un doble que es un actor en una cinta que está viendo en su tele. Tanto de la novela de Saramago, como de la de Dostoievski se han hecho adaptaciones fílmicas bastante actuales y es que el tema del doble literario se presta para thriller y más aún ahora con todos los dobles digitales de nuestros yos analógicos, el tema del doble se abre en un sinfín de posibilidades.