martes, 26 de febrero de 2019

Roma y los perros


He visto Roma de Cuarón y acabo de leer la crítica de Slavoj Zizek y opino muy parecido a él... sobre todo en el episodio del ahogamiento de los niños y cómo la sirvienta se mete en el agua para salvarlos con una cámara que lo filma desde fuera, en horizontal, sin involucrar la visión de la mujer que está rescatando, haciéndola lejana, describiendo simplemente un paisaje bonito. Es, pues, una relación entre amos-esclavo que en todo momento de la película se subraya como cada uno en su puesto, donde la amabilidad o cortesía raya en el paternalismo y es este trato acentuado en cada momento del film, que quizá tenga como objetivo el abismo que se forma entre los mundos, el de la gente que caza y habla en inglés y entre los que celebran el nuevo año en otro sector de la hacienda, apiñados y bailando sus noticias tristes.

Para argumentarlo haré notar las partes que más me horadaron al verla: el enmarque de la película limpiando la mierda de los perros, el suelo mojado, las heces dispersas, el decírselo a Cleo explícitamente en un momento de tensión, "recoge la mierda", el ver cómo se aplasta lentamente con el neumático, la diligencia de la protagonista al limpiar. Es esta diligencia una característica muda en la mujer que vemos, su pasividad nos lleva a entenderla, a través de lo que calla, de lo que sufre. No es necesario que hable, es la diana andante o prisma en el que se reflejan los colores de los demás, como un chivo expiatorio. Las situaciones se retratan solas.

Pienso que Cleo es una Monalisa. Puede tener un rostro enigmático que lo mismo sufre como se mantiene impertérrita. Pero los elementos externos a ella son los que nos indican que algo se va gestando: explotan bombas, hay revueltas, hay fiestas, hay señales (vasos que se rompen en momentos de brindis), hay planos en los que le lamen la mano para que ella vea y sienta lo que es servir y cómo es que acabará; como los perros colgados en la pared, cabezas trofeo de las casas en las que sirven. Así, los esclavos con sus amos, como perros, remitiéndonos a aquella obra cumbre indigenista de Ciro Alegría...

Entonces, cuando ella llega y le dice a su compañera: tengo mucho que contarte, ahí, tras todo el metraje, podemos pensar que el revulsivo ha asentado, que un tiempo de inflexión da paso a otra Cleo, que quizá ya no estará más callada.

No nos llega a doler el trato que le dan sus amos y sin embargo sí nos duele el trato que recibe de uno de su mismo rango. Esto es una trampa, los niños la abrazan y ella está seria. Cuando le celebran que ella los salvó, enseguida añaden: tráeme un batido. Todo esto no nos llama la atención, lo podemos pasar por alto porque entra dentro de lo asumible en este tipo de situaciones jerarquizantes.

Pero la película es hermosa y como buena obra de arte no hace didactismo y se agradece que no suene cual fábula con moraleja.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Hacía mucho viento y los niños se quedaron sin globos

El ciclo de los pelos afrutados ha comenzado y sólo depende de una misma escarbar en ellos o dejarlos marchar.
Me refiero a la juventud, a ese color sonrojado.
Mirarlo desde la ventana de la cocina, desde el otoño de mi casa.
El casamiento de mi sangre con el deber y la responsabilidad que cae del grifo bajo los reposteros, encima de la basura.
Saludas convencido de que te ven como eres, pero no te imaginas que la imagen es siempre distinta, poder apresarte es mi pasatiempo
un pasatiempo absurdo
como una maldición china.

Sin embargo ya eras bello antes de aparecer.
Tu imagen no termina de formarse y eso obliga a que mis palabras leviten.

El otro día vi cómo intentaban meter un montón de globos de helio que iban a ser para los niños, dentro de una furgoneta vieja
y hacía viento y no podían- levitan justamente así.