He visto Roma de Cuarón y acabo de
leer la crítica de Slavoj Zizek y opino muy parecido a él... sobre
todo en el episodio del ahogamiento de los niños y cómo la
sirvienta se mete en el agua para salvarlos con una cámara que lo
filma desde fuera, en horizontal, sin involucrar la visión de la
mujer que está rescatando, haciéndola lejana, describiendo
simplemente un paisaje bonito. Es, pues, una relación entre
amos-esclavo que en todo momento de la película se subraya como cada
uno en su puesto, donde la amabilidad o cortesía raya en el
paternalismo y es este trato acentuado en cada momento del film, que quizá tenga como objetivo el abismo que se forma entre los mundos, el de la gente que caza y habla en inglés y entre los que celebran el nuevo año en otro sector de la hacienda, apiñados y bailando sus noticias tristes.
Para argumentarlo haré notar las
partes que más me horadaron al verla: el enmarque de la película
limpiando la mierda de los perros, el suelo mojado, las heces
dispersas, el decírselo a Cleo explícitamente en un momento de
tensión, "recoge la mierda", el ver cómo se aplasta lentamente con el neumático,
la diligencia de la protagonista al limpiar. Es esta diligencia una
característica muda en la mujer que vemos, su pasividad nos lleva a
entenderla, a través de lo que calla, de lo que sufre. No es
necesario que hable, es la diana andante o prisma en el que se reflejan los colores de los demás, como un chivo expiatorio. Las situaciones se retratan solas.
Pienso que Cleo es una Monalisa. Puede
tener un rostro enigmático que lo mismo sufre como se mantiene
impertérrita. Pero los elementos externos a ella son los que nos
indican que algo se va gestando: explotan bombas, hay revueltas, hay
fiestas, hay señales (vasos que se rompen en momentos de brindis),
hay planos en los que le lamen la mano para que ella vea y sienta lo
que es servir y cómo es que acabará; como los perros colgados en la
pared, cabezas trofeo de las casas en las que sirven. Así, los
esclavos con sus amos, como perros, remitiéndonos a aquella obra
cumbre indigenista de Ciro Alegría...
Entonces, cuando ella llega y le dice a
su compañera: tengo mucho que contarte, ahí, tras todo el metraje,
podemos pensar que el revulsivo ha asentado, que un tiempo de
inflexión da paso a otra Cleo, que quizá ya no estará más
callada.
No nos llega a doler el trato que le
dan sus amos y sin embargo sí nos duele el trato que recibe de uno
de su mismo rango. Esto es una trampa, los niños la abrazan y ella
está seria. Cuando le celebran que ella los salvó, enseguida
añaden: tráeme un batido. Todo esto no nos llama la atención, lo
podemos pasar por alto porque entra dentro de lo asumible en este
tipo de situaciones jerarquizantes.
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