viernes, 17 de enero de 2020

Loa a Ulrich Seidl/ invectiva a mi memoria

Un director austríaco con una película que enseña lo que la gente puede tener en sus sótanos me recuerda a mi memoria.
En ella creo que está empezando a hervir una habitación 
recientemente creada para asuntos personales.
Dentro, se gestan más recuerdos que no se solidifican nunca.
A los que no puedo acceder jamás.
Y de los que es ridículo intentar hablar, como quien cría un bebé para dárselo a otro.
O peor, como quien cría bebés reborn para guardarlos en cajas en el sótano.
Y es tan improductivo como una convención de los dueños de estos muñecos
comentando cómo duermen, cómo comen, cómo lloran...
¡si son unos muñecos...!
Así también intento escribir sobre lo que no tiene forma
no ocupa espacio
ni tiene color
ni siquiera se puede decir que respire lo que ya no se recuerda.



jueves, 16 de enero de 2020

El Gato, de Giovanni Rajberti

Entre las postrimerías del siglo XVIII y el comienzo del XIX se daban, además de una serie de fenómenos típicos del Romanticismo, como el dar importancia al ser uno solo con la naturaleza envolvente, la primacía de los sentimientos, la creatividad y la nostalgia de paraísos perdidos, otros acontecimientos que estaban muy en boga, y que tenían que ver con el misterio o bruma que asoma detrás de lo que no se tenía un conocimiento riguroso...como, por ejemplo, ciertas prácticas curativas del tipo del magnetismo animal o mesmerismo.

Pero ya entonces (y esto puede llamarnos la atención por haber pasado tanto tiempo y habernos desarrollado, en teoría, bastante científicamente y sin embargo, aún notar la persistencia de este tipo de prácticas) se escuchaban voces que desde la medicina alertaban de lo charlatán que se gestaba en esos ámbitos afines a lo homeopático y curas “alternativas”. Una de esas voces era Giovanni Rajberti, el llamado “médico poeta”. ¿Un adelantado a su tiempo? ¿Cómo es un médico racional y defensor de lo científico y al mismo tiempo un poeta en el siglo más sentimental de todos?

La edición de El Doctor Sax


Rajberti en El Gato es un representante interesante de su siglo. A través de la imagen que desgrana de este animal toca los grandes ideales de su tiempo como la libertad o la ociosidad contemplativa. Este último tema ya era enaltecido por uno de sus contemporáneos alemanes, Eichendorff, quien en sus obras, y sobre todo, en La vida de un tunante trata de este “ocio filosófico” al que se refiere Rajberti en el apartado sobre “La beatitud de los ocios del gato”. Así mismo, confiere al gato el estatus de filósofo antes que de poeta, ya que el poeta es un ser triste por naturaleza y el gato es un ser positivo y feliz para el italiano, lo cual afirma en el apartado titulado: “El gato filósofo como Maquiavelo o Talleyrand”. De paso, coincide con Eichendorff en ese adeudo que hay con la literatura picaresca, pudiendo ver en la imagen de este gato un personaje a la manera de El Buscón o del famoso lazarillo, de El lazarillo de Tormes.

Giovanni Rajberti no es el único escritor que se ha centrado en la figura del felino, nuestro ejemplo más evidente es el de T.S Eliot, quien escribiría El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum un siglo después que el italiano. Esta recopilación de poemas gatunos sirvió de inspiración para el musical famoso Cats. Pero tanto Rajberti como Eliot coinciden en tratar un tema aparentemente menor y hacer de él una suma de virtudes y rasgos felinos extrapolables a los seres humanos.

Esta segunda edición cuenta con ilustraciones de Natalia Verginella


Finalmente, no todo es subrayar los atributos más positivos del gato. Giovanni Rajberti constata ya desde su época que el felino está hermanado a lo oscuro, al poder de lo diabólico, incluso: “lo imputaron en muchos cuentos y juicios sobre magia, nigromancia y brujería” afirma en el apartado “El gato cazador”. Estos rasgos demoníacos atribuidos al gato persisten a lo largo del siglo XX y en literatura, un ejemplo que resalta es el del gato Popota en El maestro y Margarita de Bulgakov, quien encarna el papel de un demonio más del séquito de Mefistófeles. Podemos constatar también que en el imaginario religioso, protestante cristiano y católico, la imagen del gato está prácticamente excluida. Vemos a toda la fauna, desde el cordero, pez, paloma del Espíritu Santo, león de San Marcos, toro de San Lucas, águila de San Juan, perro de San Roque, caballo de Santiago, cerdo de San Antón, hasta la mula y buey del nacimiento en Belén... Conclusión: la imagen de un gran individualista no puede ser emparentada con lo divino como uno más, ya que él mismo se cree un dios, el espíritu de un ser libre.


miércoles, 8 de enero de 2020

Transirak es un nombre exótico



Es verdad que tenía muchas ganas de leer lo nuevo del señor Perfumme. Sólo había leído Saber Matar y fue una incursión en una prosa vertiginosa, pero que ya dejaba asomar ciertos toques líricos que me dejaron con una gran duda de cómo sería la nueva novela. Podría haber sido de cualquier forma y no me hubiera inmutado, la verdad, estaba preparada para la sorpresa. Pero he de decir que hay una cadencia que ya intuía, una música más lenta, más honda, que fluye sola, que habla con el lector suavemente, natural, como si hubiera estado ahí de toda la vida, en la cocina, y aún así es capaz de la digresión, de los juegos y del monólogo silente, a lo Molly Bloom en el Ulises, la carta de la mujer del dictador a su madre, por ejemplo, indagando en el duelo, en el recuerdo, en lo femenino, en el tiempo...: “De cómo las máscaras fueron convirtiéndose en caras, fueron adquiriendo el color de la piel, su textura, su temperatura, hasta que ya no eran más máscaras. El pasado no existe en realidad, nos lo inventamos porque estamos muertas de miedo”.

La edición es de “niños gratis*” muy bonita, muy práctica para llevar encima



Se me ha escapado el libro casi sin darme cuenta, sabía que iba a ser así porque es de una lectura muy agradecida, de esas que atrapan, y yo, que soy muy ignorante de las cosas de la vida político social y de todas las cosas que tienen que ver con la responsabilidad y la adultez, aún así, he sido cogida por el recuerdo, de cuando era niña-adolescente y en el colegio nos ponían unos exámenes en los que incluían preguntas del panorama actual mundial para obligarnos a estar al tanto de las noticias y de la realidad y estaba este señor del bigote frondoso, muy particular, muy acolchado bigote, y se llamaba Saddam Hussein y tenía esta relación muy problemática con Estados Unidos... ¿Quién no conoce a Saddam Hussein? Unos amigos le pusieron a su grupo de música Saddam Juguetín. El libro de Mr. Perfumme traza historias posibles, reactualiza mitos, les da nuevo color, te habla de la enfermedad como uno de los temas principales, es delicado y a la vez ácido, ¿cómo puede hacer eso? Es una paradoja, pero la trama paralela, que es la historia que no se apoya en un personaje político conocido, sino en una pareja de hermanas del mundo de la ficción, llega a ser la historia de cualquiera, de cualquier outsider. En esto, me recuerda a Ana Lily Amirpour, una directora de cine que (además de tener un apellido que suena a ambientador de coches) tiene casualmente ascendencia iraní, y que nos muestra outsiders atípicos en sus pelis, en un fondo que podría ser del color de Transirak; si es que en mi mente va representándose la novela sería más o menos como en las pelis de Amirpour. Definitivamente una mezcla entre ella y el Terry Gilliam más mágico-lisérgico elegiría yo para la adaptación cinematográfica de Transirak.