lunes, 25 de abril de 2022

Todos mis profesores se mueren

No han pasado días desde que Arcadio López Casanova falleció y hoy me entero que Juanvi Martínez Luciano también ha dejado de existir entre nosotros. Aún no me recupero de la muerte de mi tutor, Josep Lluis Sirera y estas dos recientes desapariciones hacen que se vuelva a remover todo, junto con mis años de universidad, mis lecturas y mis referentes literarios y vitales. Porque es que encima estas personas eran de una calidad humana inigualable: Arcadio era elegante, creo que lo he mencionado en mi blog en algún momento hace años, era elegante incluso cuando lo encontrabas en el autobús vestido de vaqueros y bajando en Torres de Serranos, con las bolsas de la compra, aún así lo veías y recitabas matemáticamente El Rayo que no cesa, o veías desdoblarse frente a ti las cábalas machadianas. Arcadio tenía una voz y un aplomo, su forma de transmitir poesía no la ha hecho nadie que yo conozca. Me siento grandemente afortunada de haber tenido a esos profesores en mi vida, en la Facultad de Filología de la Universidad de Valencia, donde va a haber un agujero muy grande; puede que aún viviera yo los años dorados, la época de oro de los mejores profesores de la Universidad, muchos eminencias teatrales, cada uno con sus potencias como dones, como las Spice Girls, cada uno de una particularidad ideal. Juanvi era quien me puso en contacto con la asociación James Joyce, cuando hice mi tesina sobre el Ulises...fue muy simpático, muy cercano y, también [como Arcadio] por qué no decirlo, elegante, con esos cuellos altos que llevaba, parecía un lord inglés o un Foucault pero de envidiable pelambrera. Fue por quien en mi primer año de carrera conocí a Samuel Beckett y leí el Retrato del artista adolescente de Joyce...obviamente me marcó de por vida. Le debo mucho a estos profesores, junto con Josep Lluis Sirera, Nel Diago, Julio Alonso Asenjo y Joan Oleza. La verdad es que menuda generación de oro de la facultad. Todos los que hayan vivido estas clases sabrán a lo que me refiero, un agradecimiento profundo y eterno. En el grupo whatssap de mis compañeros de facultad, hoy, tras veinte años de haber empezado filología, estamos igual de conmocionados, representa mucho para nosotros; todos hemos acabado en diferentes sectores, la vida nos ha llevado por caminos muy dispares, pero la esencia del legado que dejan estos profesores la llevamos por dentro y es como si siguieran viviendo en cada uno de nosotros, no solo como una bonita melodía que nos acompaña cuando escribimos o damos clases nosotros también, sino también en el recuerdo que guardamos, que es donde siguen brillando y es donde más hemos descubierto lo que nos ha dado pulsión vital y fe en lo que creíamos que queríamos ser y estamos siendo.