martes, 15 de julio de 2025

Coches vertiginosos transitan tus venas

El poemario que presento en esta oportunidad es el libro de un amigo consustancial, a la manera en que eran padre e hijo consustancial la dupla Leopold Bloom y Stephen Dedalus, así, uno puede tener amigos consustanciales sin saber que los tienes, y, otra vez, como reflejo de la historia joyceana en la que ambos, Bloom y Dedalus no acaban de encontrarse a lo largo de distintos parajes (ambos se entrecruzan en la imprenta, en la playa, en las calles de Dublín...) para ver cómo hay un hilo invisible (siempre son invisibles esos hilos) que los reúne al final y solo entonces entiendes que hay un diferente tipo de comunión entre ciertas personas que aparentemente no se han conocido aún.



En este caso la literatura. Como si leer algunos autores te pudiera predisponer a ello, a urdir caminos que convergen en libros y en calles. "Un coche violento a punto de sufrir un terrible accidente" (ediciones Contrabando 2024) tiene algunas de las páginas negras como mi poemario y como alguno de Angélica Liddell que yo me sé, pero la mayoría de nuestros escupe letras sigue escogiendo el blanco, ese tan habitual camino aburrido de luz. Cuando ambos hemos querido retratar la noche "pero a mi noche no la mata ningún sol" no hay otra coherencia posible, sólo la dejamos flotar, no ponemos piedras a los cadáveres para que se queden en el fondo, al contrario, salpicar de negro y emborronar obsesivamente, como lo hace Heme Brazo, seudónimo de Mauricio Ruiz, escritor afincado en Valencia. Me encanta reseñar escritores que habitan mi territorio y sé que si hubiera gente que conectara (siempre en un tiempo hipotético, porque no me consta tener lectores de mis reseñas) con mis lecturas habituales podría simpatizar con lo que voy a exponer aquí.

El poema que abre estos salmos de la amargura es el Génesis de la disipación; y ve que el sueño es bueno, como una apertura a una creación diferente, la de nuestras pesadillas. En estos territorios hay toda una nomenclatura particular, como una Alicia en el país de las pesadillas, así vemos transitar al yo poético, con hoyos incluidos en los que no teme tropezar, de esta forma el pie se balancea y permite que ciertos elefantes se sienten en su vientre. 

La razón se presenta postdiluviana siempre a veces

cuando ya no sirve para nada 

Como una invitada que se requería al inicio, pero ya se han llevado todos los cadáveres y limpiado el escenario, la razón no nos sirve, ya es ridículo que aparezca aquí. Así se abre paso a los embates de la razón inútil y de la memoria, pesada, punzante, muy mala gente... sólo el apoyo del gran ente químico en sus diferentes formas, a modo de comuniones. Es un escudo y una panacea, es el farmakos griego, veneno y alivio. Y uno de los poemas más bonitos, porque también hay belleza en la oscuridad química, retrata así el poder defensor del Diazepam:

Tu cuerpo, Diazepam, es el muro que impide a la piara del mundo meter su pezuña en el nervio de nuestras cabezas

Amén.


Seguimos avanzando y encontramos el conjuro del fuego, una purificación invertida, como si nosotros disputáramos a la memoria nuestros restos y este litigio no diera a lugar, nace de nuestra propia carne carbonizada, nos consumimos y ese fantasma nutrido de lo que fue nuestro cuerpo es la memoria, o quizá lo que se queda pegado a esta carne. Tan dentro y tan fantasía al mismo tiempo (porque la memoria es terreno de la fantasía). Dios vomita a los tibios, pero Diazepam los celebra. Es su reino el de los mediocres, de los fracasos, de todos los "losers" sin patria. Aquí no se nos juzga por no poder, por no llegar, o destacar. Aquí se está adormecido cuando no se está sufriente.

La memoria y el recuerdo son paradojas. El yo poético intenta expulsarlos con sus conjuros contradictorios, con el oxymoron que es el único intento posible de aproximación a lo que no existe o no tiene un contorno definible o real, o al menos no de este mundo. 

El verdadero Génesis está al final. Justo antes del Apocalipsis.

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