Quiero opinar sobre una entrada del blog de mi amigo (aunque él
no cree en los amigos) Germán Piqueras. Pero como es una reflexión un poco
extensa la voy a desarrollar aquí. Creo que entiendo a Germán y ahora sé por
qué subió aquellos videos de chonis leyendo sus poemas. Pero no opino como él.
Yo definitivamente valoro mucho más otro tipo de poesía y no la que él
defiende. Sé que cada uno podrá tener su propia poesía y que se puede encontrar
poesía en cualquier lugar, de acuerdo a la sensibilidad de cada uno. Pero soy
una fan de la forma. Y no puedo deleitarme con la música que salen de
las palabras de un obrero que viene cansado de una larga jornada laboral, lo
siento (a menos que ese obrero, tras una larga preparación, sea un maestro de
la forma, por qué no). Pero reivindico el valor de la forma, de la estructura y
de la disposición; de la belleza de sus sonidos más que de sus sentidos y del
misterio al que juegan ocultándonos el referente. Para escuchar interesantes
historias me quedo con mi abuelita. Claro, ¿qué diferencia a Juan Rulfo de la abuela o tía que le contaba las historias? Va por ahí.
“Pero
hay un punto en que la calidad retrocede y deja paso a la verdad: al
verso aparentemente mal escrito (mal escrito ante el erudito) pero
que cuenta mucho más, porque en esas palabras hay rodillas
desgastadas, olor a lejía, uñas carcomidas y felicidad, una
felicidad eterna por el simple hecho de escribir. Creo en esas
poetisas, en esos poetas, en esa poesía. La demás me puede gustar,
mucho. Pero jamás me podrá conmover, por eso alzo la figura de Poe,
los goles de Rivaldo…”
Afirma Germán. Y asegura que la forma es incapaz de conmoverlo.
No puedo estar más en desacuerdo, es precisamente la forma la que a mi me
trastoca y me deja deseando más. Como con el juego de Joyce, o el de Celan, por
citar a grandes maestros de la palabra. Los subterfugios son necesarios a
veces, el símbolo y la música, la belleza, la armonía... La labor del escritor
es lo que nos contaba Pavese: un oficio, el oficio de poeta. Veinte por ciento
de talento y ochenta de arduo trabajo de ensayo y error, de borrar y borrar, de
dominar las apetencias y centrar la razón. No dejarse llevar por impulsos, cual
adolescente quinceañera que vomita en su blog. Lo siento, pero es así para mi. En la
adolescente se encontrará morbo, se encontrará la anécdota, pero no la forma. No
si lo que la domina es la pasión y no la escritura en sí.
Hay tipos y tipos. Está el escritor de manos Sanex escribiendo
en teclado Mac, como dice Germán. Está también el escritor viejuno que tiene
amigos poderosos y escribe cualquier cosa de acontecer histórico y dinerito al
bolsillo. Por otro lado están los mil que quieren sentirse escritores sin la
preparación de toda una vida. Es tan fácil; tan a la mano se brinda la ilusión
de escritor, casi como coger un ordenador y ponerte a escupir versos al tuntún.
Cualquiera lo puede hacer, ¿no? Y por otro lado estamos los que hemos estudiado
largas carreras, másters y doctorados por amor a la literatura y sobre
literatura y que trabajamos en cualquier cosa, por mantener vivo nuestro amor. Y quizá lo consigamos, quizá no.
Pero como digo, hay tantas variedades de escritor... que lo único en claro es
que los monstruos de la naturaleza vivían en, para, por, según... la
literatura.
Por cierto, lo que pongo a continuación es un dibujo que he
hecho en el trabajo. Es una pareidolia: se ve las cortinas (ojos), el cable de
mi lámpara (silueta del perfil y nariz), el alargador con el enchufe conectado
(boca):
Sobre los tipos de escritor me gustaría que un día hiciéramos una charla, a ver si la asociación da para "actividades" de ese tipo; es algo que estuvimos comentando Tomás y yo este miércoles pasado y leyendo ahora esto me remite a lo mismo, solo hay dos tipos en función de qué toma partido el escritor mismo: Ars versus ingenium, res versus verba, docere versus delectare, y solo ahí encontramos las verdaderas diferencias de escritor. Por cierto, uso Mac como los pijos y escritores gringos más modernos, Moleskine como Van Gogh, Chatwin o Hemingway, servilletas de cafeterías como los hippies, escribo durante un día como oficio como los aburridos o solo en las noches, atardeceres y funerales como los románticos, escribo por necesidad cuando no aguanto más o como experimentación mientras defeco……todas estas cosas y más pienso firmemente que ni me definen ni me caracterizan como escritor. A ver cuándo nos vemos y discutimos. ¡Un beso!
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