Jean Lorrain es uno de los artistas decimonónicos franceses que puede ejemplificar la esencia de excentricidad y fatalismo como en un combo perfecto, algo equiparable al lema de sexo, drogas y rock and roll de la época, pero en su vertiente de dandysmo, duelos y sífilis.
Homosexual confeso y provocador, me encanta una descripción que hace un coetáneo sobre él: "Lorrain tenía una cara gorda y larga, cabellos divididos por una raya perfumados de pachuli; los ojos saltones, estúpidos y ávidos; labios gruesos babosos, que escupían y goteaban durante su discurso. Su torso era convexo como el esternón de los buitres. Se alimentaba con avidez de todas las calumnias e inmundicias".
Creo que debemos aprender mucho de las descripciones que hacían en la época, como la que hace Oscar Wilde de Aubrey Beardsley: “una cara como un hacha de plata, y pelo verde hierba”.
La cuestión es que Lorrain, cuyo nombre verdadero era Paul Alexandre Martin Duval, producía irritación debido a su carácter descarado y controvertido. Por ejemplo, llegó a enfrentarse a un duelo con Proust, otro ejemplo es su enemistad con Maupassant, con quien también casi llega a enfrentarse en duelo.
De hecho, con este último tiene cierto parecido en las atmósferas de los cuentos (muy a pesar de Lorrain, quien despreciaba a Maupassant) en particular en el Maupassant de La peur. Pero es preciso recalcar que Lorrain va más allá, se nota su parentesco con el simbolismo y está más cerca a un Lautreamont de pesadillas que parece que se escapan por la habitación como en Una noche turbulenta de Cuentos de un bebedor de éter.
Para el lector medio sería inevitable la relación con Poe y no se engañarían: el mismo Lorrain menciona a Poe y a Hoffman en su cuento El Doble (además de los cuadros de Odilon Redon) y hace un homenaje al personaje del cuervo. Pero para mi su principal atractivo no radicaría en la conexión con el género de terror, ni siquiera con lo que de simbolista tiene, sino más bien con cierta idea de mundo de la que lo veo precursor de existencialistas como Pessoa al poner en imágenes el dilema de la máscara humana y de los límites de la realidad siniestra de cada uno: “una duda espantosa me encogió el corazón ante todas esas máscaras vacías: ¡si yo también era semejante a ellos, si yo también había dejado de existir y si bajo mi máscara no había nada, tan solo ausencia!”, éste es un fragmento de Los orificios de la máscara, mientras que en Tabaquería tenemos: “Cuando quise arrancarme la máscara,
la tenía pegada a la cara.
Cuando la arranqué y me vi en el espejo,
estaba desfigurado”.
Un ser alucinado aún sin drogas es un ser que llega a extrañarse más de lo anodino que de lo extraordinario. “La realidad me paraliza de terror”, afirma en El Poseído.
No hay comentarios:
Publicar un comentario