Este libro, que trae Pepita de calabaza editorial en un formato tan grande como el mismo Ubú, reúne, por primera vez en castellano, todas las obras que giran en torno a la figura de este mítico personaje, además de los almanaques, versiones para guiñol, adaptaciones e inéditos de los textos de Alfred Jarry para Ubú rey.
Si hablamos de la importancia de Ubú podemos equipararlo tranquilamente con un Quijote. De hecho, existe lo “ubuesco” como adjetivo extendido al igual que lo “quijotesco”. Lo ubuesco está asociado a lo grotesco en general y a veces a lo déspota y arbitrario. También se le suele emparentar con el absurdo, ya que algunos rasgos de ruptura podrían colindar en su esencia, adelantándose a la corriente artística. En la obra prima Ubú rey yacen rasgos tan rompedores (y chocantes para el público de la época) lo cual no es sorprendente si queremos verlo como un anticipo de lo que sería el dadaísmo (en el lenguaje deconstruído, por ejemplo) o el surrealismo, además del teatro del absurdo. Pero así como esta obra fue tan novedosa y polémica (el primer Ubú sufrió muchas críticas y abucheos el mismo día de su estreno, tanto, que no pudo terminar de representarse) así también significó un hito y una marca de la que otros autores, también novedosos, no podrían desembarazarse: Jarry ya había estado ahí y todo sería comparado con él; es el caso de escritores como el polaco Gombrowicz, que al estrenar obra teatral en París inundó las cabeceras de los periódicos haciendo alusión a cierto parentesco con Jarry. A partir de Ubú los juegos de palabras típicos del teatro del absurdo o del teatro de autores como Gombrowicz, ya serían vistos a la sombra de la “mierdra”.
Partimos pues con Ubú rey, la primera obra teatral en la que aparece el personaje principal de Jarry, y del que acabaría por asumir su personalidad, como también ha pasado con otros personajes-leyenda que acaban comiéndose a la pluma que les dio la vida. Y en Ubú esta imagen es muy acertada y podemos visualizarlo: Ubú es grande, de enorme panza, con una espiral que nos hace pensar en su ego infinito y en que todo comienza y termina en él. Sabemos la anécdota de cómo Jarry lo alumbró: como un juego que tenía con sus compañeros en el instituto y de la caracterización que hacían de uno de sus profesores. Al leer esta primera obra vemos que se trata de un personaje déspota que mata a toda una familia real para robarles la corona, hasta ser perseguido por uno de los hijos sobrevivientes… La siguiente, Ubú encadenado, nos traslada a otra realidad, en la que Ubú se nos hace distinto a la imagen que teníamos, burda, tosca, de él. Quizá deja de ser el arquetipo para verlo más patafísico (punto que se profundizará en la tercera obra, Ubú cornudo), queriendo ser un esclavo acaba poniendo en tela de juicio los conceptos tambaleantes de libertad, esclavitud y amo. Quedamos con la interrogante: no es Ubú sólo el que se encarga de descerebrar a todos y quitarles lo que les pertenece, sino que es el mundo quien empuja a Ubú a ese papel. Y que incluso subvirtiéndolo todo y acabando en la cárcel, el equilibrio de un cosmos hará por restituir su poderío. En la tercera obra Ubú cornudo Ubú quiere ensayar los tormentos de empalamiento antes de ajusticiar a Memnón, el amante de su mujer. Pero tras todo esto se esconden egiptología, disertaciones filosóficas sobre poliedros, patafísica y hasta la aparición de la Conciencia de Ubú como un personaje más. Las formas geométricas quedan más claramente como una obsesión o reflejo de las dimensiones humanas, las aristas y las perfecciones o imperfecciones. Podemos hacer múltiples relaciones con lo que representan estas formas para distintos filósofos (el círculo de Parménides, por ejemplo) pero de todas estas quizá destacaría la que nos recuerda a Bataille, tanto en Historia del ojo como en el Ano solar, para hablar de una forma esférica perfecta. Toda discontinuidad humana busca hallar esa completud y tanto Jarry como Bataille nos remitirán a la destrucción como medio.
“¡Silencio, estúpidos! Dejadme meditar. La esfera es la forma perfecta, el sol es el astro perfecto, en nosotros nada es tan perfecto como la cabeza, siempre levantada hacia el sol, y tendiendo a su forma, o como el ojo, espejo de ese astro y tan parecido a él.
La esfera es la forma de los ángeles. El hombre solo puede ser un ángel incompleto. Más perfecto que el cilindro, menos perfecto que la esfera, el tonel irradia el cuerpo hiperfísico. Nosotros, isomorfos a él, somos bellos.” (De Ubú Cornudo, página 181)
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