viernes, 20 de noviembre de 2020

Pensamientos despeinados de Stanislaw Jerzy Lec

Stanislaw Jerzy Lec en Pensamientos despeinados da rienda suelta al aforismo ingenioso, implacable y de una profundidad que conecta con los grandes existencialistas, por momentos recuerda a Silogismos de la amargura de Cioran, sin lo desgarrado y performático de este último (en comparación a Cioran a quien visualizaría en medio de un escenario desgarrándose las vestiduras por no hacerlo con sus venas,  Lec estaría tras la concha del apuntador diciendo bajito sus líneas).



Hijo de nobles polacos y de origen judío, Lec está emparentado con otros escritores polacos de primera línea como Milosz o Szymborska. 

Su escritura es certera, cual arquero que quiere dar en una diana reveladora, y en sus temas saca a relucir lo que opina de la escritura misma y de quienes se enredan y espesan el bosque, al contrario de lo que haría él: “en el principio fue el Verbo y al final la verborrea” o: “...llega un momento en el que hay que dejar de escribir. Incluso antes de empezar”.


También toca temas universales y tópicos como la vida y la muerte o la libertad. El que más me llama de todos es el llamado Theatrum mundi: tiene unos cuantos aforismos en los que configura la realidad a imagen y semejanza del teatro, (pienso que esto le podría servir a Erving Goffman para nutrir sus textos y salpicarlos un poco de poesía).

Pero en el tratamiento de sus temas lo que brilla es la paradoja como mecanismo estrella: de términos aparentemente contradictorios extrae verdades: “Los poetas son como los niños: sentados ante el escritorio no llegan con los pies al suelo.”

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