Siempre me sentí culpable porque me gustaban las plantas artificiales.
¿Por qué ver sólo bello lo que está vivo?
Más aún sabiendo que va a morir.
Nadie recuerda la planta cuando se marchita.
No se guarda, estorba.
Su tiempo ha pasado con su verdor.
Es cruel ese recordatorio en tu cocina.
Regala una flor o una planta a tus enemigos.
Me siento segura en la ordinariez del plástico
y en su longevidad sin pretensiones.
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