El dolor está relacionado con la
tristeza. El dolor
permite el alejamiento que hace que todas nuestras cotidianidades
adquieran un toque severo y estremecedor. Son temas que tocan Pavese,
Celan y Cioran. Cioran los citaba a ellos, los leía, tenía amistad
con su compatriota Celan y relata el talante sombrío de éste en sus
Cuadernos. Si gustamos de este tipo de literatura existencial vamos a
encontrarnos con estos temas, realidad, lenguaje, máscaras, poesía,
lo trágico, etc.
¿Pero yo que tengo que ver con la vida? Creo que así lo decía
Cioran, con todo ese extrañamiento que proporciona el gran dolor.
Cioran es un erudito del dolor, un gran
prolífico de las letras del dolor. Creo
que si en mi biblioteca comparamos Libro del desasosiego de Pessoa,
todos los libros de Cioran, los de Beckett y los poemas de Celan y
Antonio Gamoneda, tan sólo con eso podríamos ya trazar una línea
en la que coincidirían todos ellos en muchos puntos. Y Pavese con
sus diarios y Kierkegaard con sus héroes y sus trágicos y aquel
libro azul que tengo de Tres formas de la existencia frustrada de Ludwig Binswanger. En las novelas que guardo celosamente también
hay mucho de esto, pero en los libros mencionados arriba está
condensada y explicada la línea dolorosa tan ampliamente que
bastaría para una asignatura de universidad que podría impartir yo
sin ningún criterio serio como historia, marco político-social,
contexto, etc. Tan sólo hablando del dolor.
Sería una asignatura temática más que instructiva, ponemos el tema
y divagamos. Muy cioranesca, también, ya que rechazaríamos todas
esas vías aburridas y escribiríamos con “excitación, con furia”
muy como él lo hacía.
El dolor se pretende contener en palabras y se mece con los
fantasmas, las sombras hamletianas, se cae en diferentes realidades, en
la pugna de ellas por creerse cada cual la más “real”. Y en medio
de todo ello, el dolor sigue brillando, porque puede ser bello también,
porque Cioran decía cuando estaba de mejor humor “En la tristeza
todo se vuelve alma” y luego se desdecía y gritaba; y entonces
podemos ver que es cíclica y en ella se acogen pasión y contención:
un mecanismo que desequilibra y nos deja permeables y expuestos a
todo cuando es la tristeza que desgarra, y cuando estamos devorándonos tranquilos y ensimismados, la otra, la de la belleza.
Otro de sus temas estrella: la soledad. Aceptar
la existencia real de otros como yo. Hasta qué punto aceptamos esta
existencia. De ahí el origen de todas las mentiras. La mentira
inmanente, capítulo de Breviario de podredumbre. Los quijotes,
porque todos somos quijotes en potencia. El secreto del arte, el
fingir, el impostar, las máscaras, las personas. Pero Cioran se
debate cual Tántalo entre el hacer no haciendo (un poco taoísta) y
el oficio de escribir, el oficio de poeta. Y entonces se nutre desde
dentro, llevado por la fatalidad, y en la necesidad de escribir, en
la búsqueda de autenticidad, también se destroza porque grita
cuando se da cuenta de que es esclavo de la palabra:
“Escribir un libro, publicarlo, es ser esclavo de él. Pues todo
libro es un vínculo que nos ata al mundo, una cadena que hemos
forjado nosotros mismos. Un 'autor' no llegará nunca a la liberación
plena: será un simple veleidoso en todo lo relativo a lo absoluto”.
(Cuadernos, Página 130).
Contradicción. Aspirar entonces a la
nada. Al no ser. O al ascetismo. Ya lo decía Schopenhauer. No hay
otra. Estamos condenados, Cioran piensa que todo acto es ridículo en
sí mismo. “Vivir es un descuido de la inacción” (Libro del
desasosiego, página 120).
Cuando leo a Cioran a veces me evocan fragmentos de otros poemas, no
sólo los de Celan. También me evoca a La Tierra Baldía, con lo de
las sombras errantes en la Ciudad Irreal. Y otras veces recuerdo
Esperando a Godot, porque la tristeza...
no creo que sea lícito decir que se agota, después de todo lo que
he dicho antes, pero sí creo que la tristeza que es susceptible de desembocar en el desencanto
nos lleva a un estado superior del
'ya-no-poder-siquiera-esperar-más-aguantar-para-dar-el-último-movimiento-el-movimiento-que-nos-mataría-ni-siquiera-ese-último-movimiento'.
Cada una de las novelas de Beckett, por tanto, nos lleva en
progresión hacia esa inacción, cada vez más el hombre se encuentra
más reducido, más amputado, con menos margen de acción y
movimiento, hasta finalmente acabar hecho un muñón. Un claro
ejemplo del sinsentido tras perder esa
tristeza. Quizá la congoja, la de
retorcernos, no puede llegar a ser lo suficientemente poderosa para
sostenernos, sólo para destruirnos.
Pero qué mejor que el dolor para saber que somos y estamos. Qué mejor que la tristeza para saber que aún creamos y nos cautivamos. Toda aspiración a la nada deja estas sensaciones detrás en el camino.
(Ya me cansé de los colores)
Pero qué mejor que el dolor para saber que somos y estamos. Qué mejor que la tristeza para saber que aún creamos y nos cautivamos. Toda aspiración a la nada deja estas sensaciones detrás en el camino.
(Ya me cansé de los colores)
Somos humanos y la experiencia del dolor es inherente a nuestra naturaleza humana caída. Los arrebatos trágico-nihilistas de Cioran son un chorreo más dentro del cauce de nuestra condición.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, aunque él pertenece a una clase especial, la de los "idealistas frustrados" que esperaron algo más y por eso lloraron. Porque el que nunca espera no puede ser defraudado. Saludos!!
EliminarUn chorreo más? Lo tuyo es lo que es un comentario más, Cioran es junto con Nieztsche el aforista por excelencia y uno de los prosistas franceses más importantes del siglo XX, con el mérito de que su lengua materna no era el francés. Sus aforismos y ensayos contienen una gran vitalidad, que lecturas distraídas suelen calificar casi siempre de pesimista.
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