domingo, 13 de noviembre de 2016

La del chico que quería ser pintor

Cuando el chico salió de la prueba, quedó con su amigo para contarle que creía que había ido todo bien. Su vida era el dibujo, la pintura, las acuarelas y los pasteles. Si tuviéramos en cuenta su situación personal podríamos decir que era coherente con su mundo interior, para él la realidad debía reflejarse tal cual era. No había distorsiones...
-¿Qué tal ha ido?
-Yo creo que estoy dentro, ya sabes que sólo me dedico a esto, la gente dice que tengo posibilidades...
Su madre le apoyaba. Los hijos siempre salvan a la madre. Su padre era más implacable, cómo no... Un artista en la familia no era algo de lo que sentirse orgulloso... La misma situación que se puede encontrar en todas partes: Bellas Artes es la carrera más incomprendida, quizá, de entre todas las carreras; lo era en el siglo XIX, en el XX, y lo sigue siendo en el XXI.
Pero eso al chico le daba igual, estaba empeñado en conseguirlo.
Se costeaba sus materiales, vendía postales, pintaba paisajes todos los días, incluso imitaba cuadros y los avejentaba para sacarse un dinero extra... Sí, pudo vender bastante y acumular mucha producción.
-¿Por qué nunca pintas personas?
-¿Para qué? ¿No es más bonito el paisaje, o este palacio?
No pintaba personas. No sabía que esto sería un punto en su contra, a la hora de recibir la calificación final del examen. Ese sería su punto flojo, porque claro, él era copista. Pero cuando hacía algún rostro se negaba a dibujarle nariz o boca o incluso ojos... Se llegó a retratar a sí mismo sin rasgos faciales, cara sin rostro, sin querer bordeando lo simbólico. Resaltaba aún más por el hecho de que sus edificios eran concretos, precisos, con múltiples detalles...y sin embargo lo humano se le resistía. Si hubiera imaginado que esto lo conectaba de alguna forma con el arte degenerado que odiaba... Pero simplemente lo hacía porque los dibujaba a todos iguales, no podía encontrar una distinción incluso entre él y los demás. Se esforzaría en marcar esa autonomía, encontrándose en los versos, en la música, en la pintura figurativa. Creía que estaría ahí, distanciándose de las nuevas corrientes, existiendo mediante la oposición.
-Cuando dibujo no necesito nada más. Quisiera encontrar la forma de permanecer en este estado para siempre.
Pero su calificación fue insuficiente. No reunía las cualidades necesarias para ser pintor. El chico que vestía humildemente y llevaba su carpeta repleta de dibujos... todo su cargamento de esfuerzo, papeles y mudanzas.
-¿Qué ha pasado?
-La Academia está absorbida por la nueva corriente de arte moderno, estúpido, sinsentido...
Tiempo más tarde, y tras no poder, tampoco, hacerse arquitecto, decidió unirse como soldado en la Primera Guerra Mundial; ahí, en Alemania tampoco dejó de lado su afición el joven austríaco. Las trincheras le inspiraron y los poemas y su producción pictórica continuaron... Pero por dentro lloraba algo en él que ya no sería lo mismo; él sentía que habían truncado injustamente su futuro, él no quería ser político, pero las puertas del arte que le fueron cerradas no le dejaron otra opción. Su rencor fue dirigido hacia todos, el rostro global tenía la culpa, el rostro sin rostro. Y la Academia, esos malditos de arte degenerado. La historia la conocemos... la del chico que quiso ser pintor y al final fue Hitler.