sábado, 13 de agosto de 2016

¿Caos o Cosmos?

No es una conspiranoia, pero resulta misterioso que aún hoy en día no se hable de lo horrible que es un embarazo. Intentando salirnos un poco de los lugares comunes y tristemente naifs como los de "la dulce espera" podemos indagar en algunos referentes del peso de Julia Kristeva, quien considera al embarazo como una forma institucionalizada de psicosis. Se habla de la escisión y externalización, ¿qué otro drama puede llegar a ser tan hondo como el de la formación, esta vez más allá de metáforas, una formación cárnica del sujeto? Pero aún así, para Kristeva esta psicosis es positiva, la pregunta de 'mi yo o el otro' puede llevar a conceptos altruistas de renuncia y sacrificio, todos muy elevados. Y el yo fragmentado que se da en la embarazada es una fuente de creatividad.
Oh, pero no hay que olvidar el sentido primigenio de la palabra embarazo: impedimento, dificultad, obstáculo. La embarazada siempre se ha visto como este ser lisiado, aún sin querer tocar todo lo que de abyecto guarda en ella: como la menstruación, el embarazo es tabú según para qué cosas. Se trata de nueve meses que se ponen a una persona entre corchetes, sólo cabe focalizarla como receptáculo. Por otro lado no sé qué es más nocivo: si la literatura del siglo XIX que veía una aberración en el cuerpo de la mujer embarazada o toda esta moda del siglo XXI en el que las barrigas al aire pretenden reivindicarse como símbolo de poder, fotos de estudio y pinturas corporales para decorar la guinda de este extraño pastel de engreimientos. Me resulta igualmente siniestro, el no hallar esa naturalidad sobria y cotidiana de quien habla de lo feo con impunidad, porque debe ser así y no todo tiene por qué ser obligadamente una película feliz de mediodía en la que todos se despiertan bien peinados y sin olor.
Quizá el principal problema venga de la presión por lograr esta sociedad de triunfadores, en la que el dolor, lo extraño y lo que no es admirable o envidiable no tienen cabida. Y esto lo podemos ver en absolutamente todo: se presume de los bienes y de lo que va bien, mientras se silencia lo que tenga que ver con la tristeza, la fealdad o el padecimiento.
Si bien, Kristeva trata esta teoría de la maternidad sin culpa, no es ajena a la tragedia que se vive en la escisión, la crisis de la identidad, una lucha de energías en la que aunque no se trate de la pugna contra un monstruo (quién sabe) sí se trata de una entrega desinteresada hacia el desconocido. Toda esta imagen que muestro como en un cuadro romántico de abismos a lo Friedrich no tiene que ver con la armonía y belleza que pretenden crear cuando entronizan a la fecundidad como diosa gorda de anchas caderas, bastante tribal y poco inteligente, poco más que una vaca. Identidad femenina como mujer-madre-naturaleza. ¿Pero es realmente cosmos y no caos toda esta maternidad?
Shulamith Firestone (seguidora de Simone de Beauvoir y feminista del siglo XX) decía que el embarazo es una atrocidad. Pero no se refería a la trampa de la maternidad de la que hablaba su predecesora, que veía que todo esto atentaba contra la "independencia" de la mujer. Sino del hecho en sí, el cagar una calabaza, como pregona la afirmación que le atribuyen. A partir de las mujeres de esta época ya se podía atrever uno a desacralizar la visión primorosa del embarazo en sí. La vida ciertamente es un gran regalo y el mayor de todos, pero está claro que no surge de un anuncio de toallitas húmedas.