jueves, 7 de noviembre de 2019

Si tu ojo te hace pecar

Mira a los ahorcados
sus lenguas están afuera
como una falsa sed.
Y ligeramente bizqueando
ennegrecidas las pieles
los gusanos blancos
como la grasa blanca
entre la carne y la pobreza
desde el hueso hasta el olvido
de la mano de su madre a la suya
a su cuello de pajarito caído.
Los miro y pienso que la carne es tan elástica...
aquí ya nadie dice que es como si durmieran.
Mira al otro:
Este niño no es Judas
y sin embargo lo han ahorcado.
Un hilito de sangre hasta su ombligo.

La desesperación o la desesperanza, para los primeros.
Del niño mejor no hablar.

sábado, 1 de junio de 2019

cuento para dormir


hoy son perlas las que fueron tus ojos, decía Eliot, me digo a veces. Estos días hay un éter, ese que rodea a todo lo premonitorio o lo que en el sueño conecta con realidades que nuestra alma desdoblada ha visitado o visitará. Pienso que mis diferentes sueños últimamente son versiones de una misma imagen, la que la dualidad ha marcado, la que una alteridad desconocida quiere apuntar. Quizá, ha reaparecido un pasado teosófico. Quise interpretar desde Blavatsky. Otros, me dijeron que era más simple. De normal, tenemos velado este campo, sólo los seguidores de Paracelso se atreven a levantar un poco el velo, qué dijeron mis brahmánicos entonces, sobre mis ranas diseccionadas por la mitad, sobre el viejo guillotinado en el ascensor, también a la mitad. Creía que tenía que ver con cierta línea ecuatorial que nos divide a todos milimétricamente, también creía en el omphalos, que sería lo más misterioso de nuestros orígenes, uniéndonos a un útero que no es de este mundo, a ese útero bañado en éter: el de las dos almas. Y el resultado es dos, pero no dos conjuntos, sino el dividido de la unidad, dando paso a semiconjuntos que no sirven para nada y de ahí el terror, el pánico del sueño, el querer despertar. Las ranas y los sapos, eran dos y reían. Tener que sentir la mitad de una de ellas colgada de mi cabeza, agachada yo en cuclillas, porque esta vez sí era yo, petrificada, más aún, congelada como esas momias en los alpes. 

sábado, 4 de mayo de 2019

Condescendencia

No es el hermano bueno
Sus lentejas son como las mías
Su sacrificio se arrastra entre los pies de los hombres como una sombra
No se eleva

Cuánto daño has hecho, Abel
Ahora por tu culpa me miran con condescendencia

miércoles, 1 de mayo de 2019

Aún no he escrito sobre esta primavera


Aún no he escrito sobre esta primavera
como cada año cuando llega abril
y ya estamos en mayo
sin embargo, todo sigue con la misma luz
como cuando Angel González dedica su poema primaveral
a Machado
ya se doraba el tiempo entonces;
inevitable recordar al maestro cuando se dora un fruto
y “la tierra se obstina en ser hermosa”,
dice.

Pero sabemos que no es así.

O si lo fuera no debemos guardarle ningún rencor
por ser hermosa
o por lo que decía la polaca
"no le guardo rencor a la primavera que llegue de nuevo
que cumpla con sus obligaciones".
Así estamos ahora, en el contraste de todo lo que duele
cuando llega la primavera.
Todo es más cruel.
Todo como lo que señala Eliot.
Pero para Szymborska sigue ahí
lo que no permanece eres tú.

Mis frases de la mañana y la noche
me las dicta el sueño
pero no vienen de la primavera
ni siquiera vienen del presente
vienen de antiguas fórmulas de holas y adioses
de algún castillo en ruinas de las palabras que fueron arcanas.

Por eso debo hacer caso
copiar lo que me indican
la primavera en las batallas de gallos de los niños del parque
o la primavera en la supuesta alegría del color oro
del trigo de Angel Gonzalez
de aquel paraje que no pertenece a Szymborska.

No le perteneció entonces a ella
y tampoco me pertenece ahora a mi.

jueves, 25 de abril de 2019

Me siento identificada con Border




¿Es malo que me sienta identificada con esta película?
Es una película hermosa.
Me gusta cómo sabe contar una historia que parece drama y vamos descubriendo que las imágenes que surgen alrededor de sus protagonistas son la alegoría de una distopía interior, la de mi vida, quizá, en la que los demás pertenecen a una raza diferente a la mía y sólo me doy cuenta cuando encuentro a un ser especial, justo como yo, forjados por una mitología inexistente, pero que nos hace cuestionar la realidad de la cosmogonía científica y como-debe-ser.
Es inquietante descubrir que pueden representarte con un exterior amorfo, lo supuestamente amorfo no lo es tanto. Según qué parámetros. ¿Y si en mi propia realidad lo sucio significara limpio? ¿Y si se supone que debería de haber estado comiendo gusanos? Lo mismo pasa con el alma.
Puede que desde Freaks de Todd Browning no me encontrara con lo monstruoso tomando venganza frente a lo canónico de la forma en la que Border lo hace. “Para que sientan lo que nos hacen a nosotros”.
Todos sabemos del discurso sobre la alteridad y el miedo que el Otro ha representado para lo imperante. Un ejemplo típico es la amenaza que representaba ese otro, indígena, cuando aparecieron nuevos mundos. Miedo es la base para la construcción de todo ese discurso. El miedo al diferente lleva a la mayoría a segregarlos y al final... esa posibilidad de que exista un grupo de “otros” en algún paraje no imaginario puede significar algo lo más cercano a la esperanza.
Por eso me hace sentir lo agridulce, a través de esa esperanza. Realmente califico a esta película de esperanzadora.


domingo, 31 de marzo de 2019

¿Por qué leer a Emanuel Carnevali hoy en día?


Carnevali es un autor nacido en Florencia en 1897. A los dieciséis años emigra a Estados Unidos. Su poesía es reflejo vivo de esta situación de migrante, a caballo entre lo americano y lo italiano y no conteniéndose en ninguno de los dos espacios. Esta ambivalencia le hace cuestionarse el rumbo que adquiere la sociedad adelantada, como cuando dice “tú eres joven y apresurada, ¿qué te amenaza, que te precipitas de ese modo, América?” Estas cuestiones las plantea en su poema “El Retorno”:

Pero con las prisas la gente se olvida de amar;
Pero con las prisas uno abandona y pierde la bondad.

Para el pensador coreano Byung-Chul Han, una de las implicaciones de la sociedad de la aceleración, que nos quita de ritualidad y ceremonias, es que se nos ha despojado del aroma del tiempo, porque la transparencia no desprende aroma, porque ya no hay fosforescencia. Todo ello con la disociación y dispersión de lo temporal, que se ha obtenido por culpa de esta aceleración. Otra de las consecuencias nefastas es la agonía del eros, que deja claro Carnevali en sus versos como un profeta.

Además, el italiano es un poeta maldito, como siguiendo la estela de Rimbaud, de los de bares y decadencia, cuya vida acompaña en ritmo a sus versos. Por eso, en ellos, vemos cómo hay plétora en la noche, ahí es cuando se liberan sus discursos más sinceros. En “Viejo insolente fantasma acostumbrado”, por ejemplo, asistimos a la exposición de su efigie gris, sólo despejada por una madrugada que también es gris y se funde con la calle gris y la respiración enferma de una ciudad. Este juego de temporalidades, de discursos que amanecen junto con un sol que no asoma, y que salen a jugar cuando la noche hace su escena, los vemos en varios de sus poemas, “Alborada” para él es un cadáver blanco, quién pudiera convertir un símbolo positivo (los rayos del sol) en lo que mata y extiende la tristeza. Afirma en “Mañana”:

Por favor, escucha, tengo una pequeña, querida alma, y todo lo que quiero es una belleza silenciosa, cualquier cosilla, nací para un siglo silvestre, ¿tengo que exigir que me dejen solo?...
Ni siquiera esperaría que entendieses -solo...
Bajo esto, como una prostituta odiadora del frío,
yazgo
inconsciente...
Y mi rostro es triste porque
una vez
hubo...
Ah, hubo un tiempo...

El poeta del tiempo hace de su Mañana, su Mediodía, su Tarde, su Noche y su Madrugada el espacio de su alma por dar vueltas en torno a una habitación y a los días. La vida espera en la noche, la luz diurna es sólo una concatenación y sonidos, que le hacen sorprenderse “nadie muere” en la tarde, como en la ciudad irreal de Eliot, todos pasan, en Manhattan en este caso, y de paso a la noche, donde empieza a asomar la locura. El día se va feminizando conforme se alarga el tiempo y entra a la madrugada. Su espacio, su autoafirmación, de heridas y flores muertas. El espacio en el que se debate entre vivir y seguir muriendo, mirar con lejanía a los libros y pensar en su cordura, hasta este punto del día ha llegado el poeta. 

El yo poético se transforma en juncos que se curvan junto al agua, en hojas de sauces que se inclinan y se mojan en lagos, en todo lo que se quiebra y forma un signo de interrogación, la curva es su espalda, es una duda que tiembla, le vemos representar esta conmoción en varios de sus poemas y, al mismo tiempo, clama por una esperanza en la imagen del lago, ese mañana, un quizá. Su canto es lento y desasosegado, hay tristeza y también un encogerse de hombros “esto es lo que hay”. Nunca una resignación tuvo un canto que descorazona y tranquiliza al mismo tiempo como en “Chanson de Blackboulé”. Esta poesía, al más puro estilo pesoano del poeta fingidor, nos hace reflexionar sobre nuestro tiempo y ese tiempo. Aquí aún era posible una sociedad de máscaras, donde las personas podían seguir siendo personas como en el origen de la idea de la palabra, con lo que tenemos de teatral... que bajo la dictadura de la revelación, sobreexposición y transparencia ahora estamos perdiendo. 

Exponerse el corazón sin el juego, como nos toca ahora, es una tarea sin enjundia, en contraposición a lo escénico e ilusorio de las representaciones por medio de las cuales se dejaba entrever las emociones humanas en la época de los escritores malditos, antes de la llegada de los mass media. ¿Se puede ser maldito sin descanso en la sociedad del internet donde todos están expuestos en la misma medida y todo es cercanía? Ciertamente, un escritor con filtro por medio del cual se depure la negatividad de sus fotopoemas difícilmente podría seguir siendo un maldito, ya que la sociedad del ahora y el megusta sólo acepta la positividad.  


domingo, 24 de marzo de 2019

El teatro del fin del mundo

Reducirse a un dado tan pequeño.
Suena a locura.
Como si pudieran existir estrellas que nos categoricen.
Y así eximirnos.
Exculparnos.
Un teatro a la italiana.
La comedia del arte.
Y estamos Arlequín, Polichinela y tú.
La nada y Almendra.

lunes, 18 de marzo de 2019

Puro buitre, poemario de Marina González, El Doctor Sax editorial

Puro buitre de Marina Gonzalez nos adentra en el panorama oscuro, pero tranquilo, de lo que conocemos bien si nos tentamos de vez en cuando con un espejo, pero hacia dentro, en una labor que no siempre es entretenida, sino que tiende al conjuro. A destapar lo inquietante mediante esas invocaciones o letanías. La poesía surge en el espacio en que al sujeto poético le sigue sorprendiendo algún detalle. Ahí se muestra la voz, anhelando lo que sabe que no será para ella, que se “le vea por toda la cara”. Escribir unos versos muy buenos es otra exhortación, sin embargo, al otro lado del mundo alguien lo hace mejor. El fondo, es entonces, lo contenido, de una mujer en verano que habla de muerte y de frialdad en la terraza con sol tomándose una limonada. Sin restarle un ápice de frío a sus palabras, porque la pena se encuentra precisamente ahí donde sería paradójico encontrarla y por eso se la trata con condescendencia “¿y tú qué haces aquí?” le parece increpar esta voz. Y aún parece añadir “siento tu tibio sol en mi cara, sepáralo”;  cuando está a punto de ser arropada.

Es justamente el poema que da nombre al poemario sobre el que pivotarían el resto de temas cual vectores saliendo disparados desde ese corazón de ave de rapiña. “Mientras espero viene el frío. No viene nadie”. La estampa que nos describe la podemos imaginar como aquella escena de Un homme qui dort de Perec, en la cual sentados en un parque, el protagonista frente a un hombre mayor, yacen inmóviles y el tiempo se congela sabiendo que la espera es lo último que nos queda “esperar, hasta que no haya nada que esperar”, como la espera beckettiana, ese transfondo se respira en estas obras hermanas, la escena es gris y a partir de aquí surge lo cotidiano. 

Marina González llama a estas estampas “minucias urbanas” y es de lo mejor de su poesía. Las historias que cuenta tienen ese silencio que se esconde en la cotidianidad, que nos recuerda a una Clarice Lispector en sus decorados de lo cotidiano, donde dispone mundos; estos mundos en la autora que nos compete son citadinos, de supermercados, apuestas, ascensores, el mirar por la ventana, fruteros y vecinos. También pone el foco en otros, en historias de otros que nos puede hacer resonar la desolación humana, como es ese poema “Historias del barrio” cuando dice: “algunos miran para otro lado y fingen que ya no está”; en la suma dejadez y falta de empatía hacia los seres que nos rodean. 

Hay un color que se repite, una frialdad, el elemento del frío está presente en nieve, aire o humedad en algunos poemas y llega a su máxima representación en el poema “Otras cosas” en el que notamos una clara referencia al gran Antonio Gamoneda de “Sobre excremento de rebaños...” del Libro del frío. Afirma el Premio Cervantes: “Cesa el viento y las sombras son húmedas. Hierba de soledad, palomas negras: he llegado, por fin; éste no es mi lugar, pero he llegado”. Marina González hace una paráfrasis de estos versos y los encuadra en un homenaje directo para el que emplea los mismos elementos que utiliza Gamoneda (excrementos, vientos y sombras) dispuestos en una nueva estampa, quizá el mismo sentimiento del cual se siente deudora; en ambos se recalca lo fundamental, lo que se ha extinguido frente a lo que permanece: “Abro y no hay viento, las sombras son húmedas. Por fin una casa. Este no es mi sitio, pero he llegado”. 

Otro de los vectores importantes en su poesía es la imagen de la infancia y de la vejez como dos polos que se atraen, la infancia en lo imposible y la vejez en la pena romántica que desprende. La infancia en lo inacabado. La vejez en el olor a algo imposible y en las huellas y surcos de manos y piernas. Ciertamente es una visión romántica de la vejez, sin quitarle el spleen y la melancolía que puede desprender, el paso del tiempo está marcándose bajo sus formas menos sutiles y la autora sabe apreciar el espectáculo.

Finalmente el yo poético afirma: “soy del lugar donde tiro la basura” constatación con la que muchos podemos sentirnos identificados y hacerlo extensivo a nuestra voz, e incluso hacia el poema, ya lo decía Ammons: “basura tiene que ser el poema de nuestra época porque la basura es lo bastante espiritual y creíble como para embargarnos la atención, estorbando, poniéndose por medio, amontonándose, apestando, manchando los arroyos de marrón y de blanco cremoso: qué otra cosa nos aparta de los errores de nuestros ilusorios usos, no la tentación de carecer de porquería, eso resulta remoto, y, en cualquier caso, inimaginable, poco realista...”. Así, pues, la autora es consciente de que para llegar a cuotas realistas no hace falta edulcorar nada y qué más realista que la basura y lo desencantado que se nos pone de por medio. 


martes, 12 de marzo de 2019

El sueño me deja fetiches como la ola cuando expulsa algas y animales muertos.
Ese vaivén
que arrastra la mierda hacia la orilla.

Y cómo me duelen los ojos.


martes, 26 de febrero de 2019

Roma y los perros


He visto Roma de Cuarón y acabo de leer la crítica de Slavoj Zizek y opino muy parecido a él... sobre todo en el episodio del ahogamiento de los niños y cómo la sirvienta se mete en el agua para salvarlos con una cámara que lo filma desde fuera, en horizontal, sin involucrar la visión de la mujer que está rescatando, haciéndola lejana, describiendo simplemente un paisaje bonito. Es, pues, una relación entre amos-esclavo que en todo momento de la película se subraya como cada uno en su puesto, donde la amabilidad o cortesía raya en el paternalismo y es este trato acentuado en cada momento del film, que quizá tenga como objetivo el abismo que se forma entre los mundos, el de la gente que caza y habla en inglés y entre los que celebran el nuevo año en otro sector de la hacienda, apiñados y bailando sus noticias tristes.

Para argumentarlo haré notar las partes que más me horadaron al verla: el enmarque de la película limpiando la mierda de los perros, el suelo mojado, las heces dispersas, el decírselo a Cleo explícitamente en un momento de tensión, "recoge la mierda", el ver cómo se aplasta lentamente con el neumático, la diligencia de la protagonista al limpiar. Es esta diligencia una característica muda en la mujer que vemos, su pasividad nos lleva a entenderla, a través de lo que calla, de lo que sufre. No es necesario que hable, es la diana andante o prisma en el que se reflejan los colores de los demás, como un chivo expiatorio. Las situaciones se retratan solas.

Pienso que Cleo es una Monalisa. Puede tener un rostro enigmático que lo mismo sufre como se mantiene impertérrita. Pero los elementos externos a ella son los que nos indican que algo se va gestando: explotan bombas, hay revueltas, hay fiestas, hay señales (vasos que se rompen en momentos de brindis), hay planos en los que le lamen la mano para que ella vea y sienta lo que es servir y cómo es que acabará; como los perros colgados en la pared, cabezas trofeo de las casas en las que sirven. Así, los esclavos con sus amos, como perros, remitiéndonos a aquella obra cumbre indigenista de Ciro Alegría...

Entonces, cuando ella llega y le dice a su compañera: tengo mucho que contarte, ahí, tras todo el metraje, podemos pensar que el revulsivo ha asentado, que un tiempo de inflexión da paso a otra Cleo, que quizá ya no estará más callada.

No nos llega a doler el trato que le dan sus amos y sin embargo sí nos duele el trato que recibe de uno de su mismo rango. Esto es una trampa, los niños la abrazan y ella está seria. Cuando le celebran que ella los salvó, enseguida añaden: tráeme un batido. Todo esto no nos llama la atención, lo podemos pasar por alto porque entra dentro de lo asumible en este tipo de situaciones jerarquizantes.

Pero la película es hermosa y como buena obra de arte no hace didactismo y se agradece que no suene cual fábula con moraleja.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Hacía mucho viento y los niños se quedaron sin globos

El ciclo de los pelos afrutados ha comenzado y sólo depende de una misma escarbar en ellos o dejarlos marchar.
Me refiero a la juventud, a ese color sonrojado.
Mirarlo desde la ventana de la cocina, desde el otoño de mi casa.
El casamiento de mi sangre con el deber y la responsabilidad que cae del grifo bajo los reposteros, encima de la basura.
Saludas convencido de que te ven como eres, pero no te imaginas que la imagen es siempre distinta, poder apresarte es mi pasatiempo
un pasatiempo absurdo
como una maldición china.

Sin embargo ya eras bello antes de aparecer.
Tu imagen no termina de formarse y eso obliga a que mis palabras leviten.

El otro día vi cómo intentaban meter un montón de globos de helio que iban a ser para los niños, dentro de una furgoneta vieja
y hacía viento y no podían- levitan justamente así.



domingo, 13 de enero de 2019

amados sean los que se sientan y esperan

Quienes esconden el reloj y su peor hora son los que viven como si nada pasara. Pero en esta película no es así, nadie esconde nada, llevan por fuera sus vestimentas desgraciadas y las caras pintadas de blanco como mimos tristes que pretenden vivir cosas alegres y fallan, o mejor dicho, se subraya la lastimosidad en dicho intento. Entonces, el poema de Vallejo resuena, amados sean quienes... y los describe a todos ellos, a los que se dejan llover (los vemos entregarse al sinsentido y a la luz fría, al color hospital).

Hablo de una de las mejores películas que he visto en los últimos años y a veces la recuerdo. La crítica la tengo en filmaffinity https://www.filmaffinity.com/es/user/rating/278471/855221.html