miércoles, 27 de enero de 2016

De lo patético

A nadie le gusta asomarse a esos reinos.
Pero si un escritor no escribe de sus vergüenzas,
¿Es que en algún momento de su escritura puede ser
verdaderamente libre?

Cuando estoy a punto de dormir
surgen esos versos con mayor claridad,
con una claridad de tubería estancada.

Sólo me rebelo ante el castigo a mi nariz,
así huele el patetismo,
es la consigna.




Escena de "El festín de Babette"


miércoles, 13 de enero de 2016

Lucky y Pozo

Esto se trata de una imposibilidad. Las hay negaciones, contra las que nada puede uno interponer. Mi parte más ficticia es otra persona. Pienso en Sartre y según sus términos, para mi el otro es objeto porque yo soy quien lo mira de mis cuencas para adentro. Y ahí, dentro de mi, el otro es mi parte más ficticia. Porque todo lo que toco y siento es más real que el otro, aunque el otro me roce o me hable al oído, siempre está en otra galaxia, porque tiene un pozo (no me refiero al sedimento, sino al pozo, a la oscuridad hundida, gigante, capaz de albergar cualquier misterio, y todos tenemos misterios, todos tenemos pozos...) y porque esos seres etéreos dentro de él, que él ni siquiera ve, lo mantienen alejado de otras entidades concretas... Y así, unos con otros. Por eso, aunque pasen mil doscientos años seguiremos sin conocernos. Por eso estamos solos y sin luz para orientarnos. Cada quien con sus fantasmas.

martes, 12 de enero de 2016

continuación de mi post anterior, no hay una línea 2015-2016

Decididamente, hay una relación muy fuerte entre este poeta simbolista español y el existencialista francés, amigo de Sartre. Éste último cuenta en "Merleau-Ponty vivant" de dónde venía la famosa frase sobre la infancia incomparable: "Merleau me dijo un día, en 1947, que jamás se había curado de su infancia incomparable. Solamente la edad pudo expulsarlo de esa felicidad profunda. Pascaliano desde la adolescencia antes de haber leído a Pascal, experimentaba la singularidad de su persona como la singularidad de una aventura: cada uno es algo que llega y se esfuma no sin haber trazado las nervaduras de un porvenir siempre nuevo y siempre recomenzado. Qué era éste sino el paraíso perdido: una fortuna loca, inmerecida; regalo gratuito se convertía, después de la caída, en adversidad, despoblaba el mundo y lo desencantaba desde un comienzo. Esta historia es extraordinaria y común: nuestra capacidad de dicha depende de un cierto equilibrio entre aquello que nuestra infancia nos ha negado y aquello que nos ha concedido. Privados o colmados de todo, estamos perdidos. Existen, por cierto, infinitos destinos, el de Merleau fue el de haber ganado demasiado pronto. No obstante, era necesario vivir, hacerse hasta el final como el acontecimiento lo había hecho. Uno y al mismo tiempo otro, en busca de la edad de oro".

Los recuerdos de la infancia aparecen dorados de melancolía y tiempo, en el poema, quizá, más representativo que aúna todos los elementos de la nostalgia machadiana, "El poeta visita el patio de la casa en que nació" donde se puede apreciar cómo la infancia es casi un sueño, algo escurridizo: "El limonero lánguido suspende una pálida rama polvorienta, sobre el encanto de la fuente limpia, y allá en el fondo sueñan los frutos de oro...
Que tú me viste hundir mis manos puras en el agua serena, para alcanzar los frutos encantados que hoy en el fondo de la fuente sueñan."
Esta melancolía es de mes de abril, de amarga tierra, por ejemplo en "Nevermore" asocia a este abril primaveral de una forma que nos recuerda a Eliot en "Tierra Baldía". Eliot es quien, precisamente, en "Cuatro cuartetos" canta a la infancia perdida en un entorno alegórico similar al Machado que sitúa su fuente dentro del entorno del jardín y que lo adorna con flores:

"...Lo que habría podido ser y lo que ha sido tiene un solo término, que es siempre presente.Resuenan pasos en la memoria a lo largo del corredor que no hemos tomado, hacia la puerta que nunca hemos abierto, en el jardín de las rosas....Otros ecos pueblan el jardín. ¿Los seguiremos? Pronto, dijo el pájaro, hállalos, hállalos, en el rincón. A través de la primera puerta, en nuestro primer mundo, ¿seguiremos al engaño del tordo? En nuestro primer mundo....Y la celada mirada pasó, porque las rosas tenían aspecto de flores miradas. A lo largo de la avenida vacía, hasta el macizo redondo para mirar el estanque seco. Árido el estanque, seco el cemento de oscuros bordes, y el estanque se llenó de agua por la luz solar y la superficie brilló por el corazón de luz, y ellos estaban a espaldas nuestras, reflejados en el estanque.
*  *  *
Ridículo el triste tiempo vano que se extiende antes y después."


El tiempo es aquello que se repite monótono y es uno y lo mismo cuando salimos de ese jardín. El tiempo deja que podamos ver reflejados estos recuerdos, frutos dorados de la infancia, sólo a través de espejismos o aguas que son tan intangibles y sin contornos que nos dejan una sensación a irrealidad, a leyenda, como el mismo recuerdo poco nítido de otra edad, completamente inasible, de fruto reflejado.