sábado, 31 de diciembre de 2022

Javier Marías colándose por debajo de la puerta

 No podia dejar pasar el último día del año sin escribir una reseña sobre la primera novela que leo de Javier Marías y que escogí el día de su muerte.

2022 ha sido el año en el que falleció este escritor español y han sido sus fotos las que me motivaron a leerlo: me pareció jovial, jovial incluso con las décadas encima, con gabardina, con gafas, peinado y despeinado. Las fotos en blanco y negro de Javier Marías me parecieron elegantes, y por extensión, él también me lo pareció. 

No había leído nunca a Javier Marías. Tampoco lo tuve agendado. Sin embargo, el día que murió busqué entre sus títulos y me quedé con "Mañana en la batalla piensa en mi". Lo elegí por cómo sonaba, de ahí la importancia de un título. Empaticé o creé un vínculo con esa frase y, al mismo tiempo, se transformó en epitafio de un Marías consustancial, aquel que enuncia desde el otro lado.

No la acabé hasta anoche. Es mi profesión de ahora una profesión molesta cuando roba espacio para la lectura de libros que quiero por libros que no quiero. No se parece a otro tipo de trabajos en los que en tus interines puedes cogerte un libro, porque el libro que te tienes que coger en esos espacios muertos siempre serán los del trabajo. Anoche, decía, acabé con Javier Marías, con el que quedaba, y se me ha quedado flotando el epílogo y algunas reflexiones generales y más bien vagas, pero corro el riesgo de que se hagan cada vez más vagas e incluso evanescentes si es que no consigno por escrito al menos las que me pululan ahora mismo. Siempre es el momento más adecuado, la resaca del libro.

Iré de atrás para adelante, o mejor dicho, del final hacia el inicio: el epílogo menciona una aseveración de Cioran sobre la inutilidad de la lectura de novelas. Cioran no lee (leía) novelas porque son ficción y ya hay demasiada realidad como para ceder terreno a historias que ni siquiera han ocurrido. Marías defiende la razón de ser de las novelas arguyendo que son todo posibilidad, que si bien no han sido son la realización de una de tantas posibilidades que brinda cada camino a seguir. Es decir, defiende la potencia de realidad que hay en las novelas. Yo mientras leía esto pensaba en que lo verdaderamente importante de las novelas no es la potencia de realidad que hay en ellas (una historia verosímil o factible) sino que son un modelo en el que muchos podemos vernos reflejado: la anécdota de la historia puede ser una metáfora que cada uno asimila como quiere: mis reflexiones son diferentes a las que extrae el mismo autor sobre su novela. Esto es lo universal que hay en la novela. 

Javier Marías dice que su novela va de engaños: no meramente el hecho de que una pareja se ponga los cuernos, sino que a partir de la ocultación la vida que es para uno no es la misma vida que tienen de ti los demás. Gombrowicz hablaría del ser para sí mismo y de la mirada del otro que te deforma. Marías plantea una realidad entera imposible cuando existen distintas perspectivas. Y resume todo en el engaño y la ocultación, el papel que tienen en las vidas de las personas.

Para mí "Mañana en la batalla piensa en mi" ha sido una novela cuya potencia radica en la capacidad de contar: ya solo por esto me vale la pena. No me fijo en las novelas por sus anécdotas, sino por la forma en la que estas son contadas a través de un hábil narrador. Y Javier Marías lo es. No es trivial que sus primeras cincuenta páginas sean basadas en un simple encuentro que ocurre en unos quince-veinte minutos. Te devoran, esas páginas te devoran a ti como lector.

El título está extraído de una obra de Shakespeare, Ricardo III, a la que hacen alusión en la novela. El protagonista, un raro alter-ego del escritor (a mi parecer), es el encargado de relatar toda la historia en una especie de monólogo silente, a lo Molly Bloom, casi en su totalidad. Tras pasar los primeros veinte minutos de la historia, vertiginosos y tensos, te cuenta lo que hace el personaje y sus elucubraciones: recuerda a cualquier personaje de Camus o existencialista, que por evitar males mayores acaba cometiendo actos torpones y aparentemente irreflexivos. Aquí radica el juego de la novela, las decisiones del protagonista, su forma de calibrar y sopesar caminos, sus encrucijadas y el hecho de cometer no llega a delitos, pero sí situaciones extremas en las que se ve envuelto, y la forma en la que te hilvana los pensamientos para que puedas llegar a comprender a un personaje que "se complica las cosas".

Hay una historia de flashback que resulta muy interesante y que introduce una de las reflexiones de la novela: el hecho de devenir un "coyacente", cuando alguien con quien has tenido relaciones sexuales las tiene con una persona nueva te hace coyacente de esa persona. El protagonista vuelve a esta reflexión en diferentes momentos, le parece que en alemán hay un término para este concepto. Vuelve a esta idea por el extrañamiento que de ella le embarga cada vez que se cruza con algún coyacente: "me ha hecho coyacente de este señor pusilánime", como si dijera de tanto en tanto.

El protagonista es simpático hasta cierto punto, porque derrocha una mirada masculina muy fuerte, poco apta para pasar el filtro feminista de hoy en día. El mío no lo ha pasado: es un protagonista putero, un poco salidorro (bastante), habla de a dónde se le van los ojos y la incapacidad de los hombres de poder reprimir esa mirada hacia una mujer, le falta anotar puntuaciones en base a los cuerpos femeninos, es voyeur, un tanto de stalker, persigue a la hermana de la muerta e incluso da por hecho que se la va a ligar, además de (y lo peor de todo) sólo yacer con féminas que podrían ser sus hijas. Se habría salvado un poco de haber hablado de alguna mujer mayor que él, o que le gustara alguna de su edad, pero ni eso, es como si para alguien de ese perfil el target fuera única y exclusivamente el target de jovencitas. Un poco de miedo, sí.

Desgraciadamente, retrata un tipo de persona que existe, digo que aunque no nos guste es así y está muy bien descrito y explicado. El personaje está bordado, le lees todos los entresijos mentales. La historia está muy bien trabada y el final cierra de forma excelente. Sin revelar la anécdota principal esta sería una reseña posible de una buena novela como es "Mañana en la batalla piensa en mi". Esperemos, pues, que este Víctor, (el protagonista de la historia) no sea un trasunto de nuestro Javier Marías, por todo lo que he expuesto antes...aunque mucho me temo que nos da pistas de que sí: cuando da un nombre falso dice Javier y además te lo describe como un escritor aficionado (un negro, como le llaman a los escritores que escriben por encargo). Sin embargo, este Víctor es capaz de comer en restaurantes pijos londinenses al mismo tiempo que un Mac Pollo del Mac Donalds... Yo le doy el beneficio de la duda.

Javier Marías fumando como el prota de "Mañana en la batalla piensa en mi"


sábado, 10 de septiembre de 2022

Libro del desasosiego again

 


Qué bomba es este libro en las manos de un adolescente melancólico, ahora lo veo mucho más claro que cuando era una joven cioranesca. Y es que en la soledad todo se vuelve sublime, la soledad es la bandera del incomprendido, del que se siente no pertenecer. Releer el Libro del desasosiego viene a ser una dosis de almíbar, había olvidado el sabor, me había quedado sólo con el contenido, que era el contenido mismo de mi sentir en aquella época, pero había olvidado este azúcar que contiene en sí la melancolía, la parte dulce de esa tristeza. Decía de la soledad... es el telón de fondo de las capas de sentimientos que se superponen en este libro, esta soledad es el sentimiento que marca al que se siente un paria, un fuera de lugar, como el Pessoa de la portada, tan vídeo icónico de The Verve, mientras el resto pasan frente a él y alguno le da un empujón o un codazo, pero Pessoa está ahí, caminando, un pie delante del otro, con su cigarro apagado en la boca, vacilándoles, porque va a su tienda de tabacos favorita a inspirarse un poquito.

Dios me ha creado para ser niño, y me ha dejado siempre niño. Pero ¿por qué dejó que la Vida me golpease y me quitase los juguetes, y me dejase solo en el recreo, estrujando con unas manos tan débiles el babi azul sucio por las lágrimas frecuentes? Si no podía vivir sin afecto, ¿por qué tiraron a la basura mi cariño? Ah, cada vez que veo en la calle a un niño llorando, a un niño exiliado de los demás, me duele más que la tristeza del niño el horror desprevenido de mi corazón exhausto. Me entrego con toda la estatura de la vida sentida, y son mías las manos que retuercen la punta del babi, son mías las bocas torcidas por las lágrimas verdaderas, es mía la debilidad, es mía la soledad, y las risas de la vida adulta que pasa me pesan como luces de cerillas encendidas en la rugosidad sensible de mi corazón.

El narrador es Pessoa, el semi heterónimo de Pessoa, Bernardo Soares, creo recordar, una mezcla entre el verdadero Pessoa y el protagonista de Un homme qui dort, de Perec, un ser que siente que ya ha pasado su momento y ni siquiera lo intenta, como un tercero en el equipo de Vladimir y Estragón, que también llegó tarde para saltar de la torre/puente. Y no quiere levantarse de la cama. Para qué.

Voy a ser juzgado en cada hoy que exista. Y el condenado eterno que hay en mí se agarra al lecho como a la madre que perdió, y acaricia la almohada como si el ama lo defendiese de los muchachos.

Lecho para el protagonista aúna dos matices diferentes de la acepción más común de la palabra lecho (cama): es lecho de muerte y lecho en el que yace el que descansa o se predispone a dormir. Cuando se usa esta palabra es inevitable asociarla al lecho del que muere y los escritores no dudan en utilizar esta ambivalencia o reverberancia, juegan con ella, como Cortázar en su cuento El río, que también se sirve de la polisemia para el símbolo de la muerte y la cama, dejándonos confundidos. Pessoa está describiendo a un ser muriente, más que a un ser viviente, es por eso que quien se aferra al lecho lo imaginamos enterrado, queriendo preservar su estado opuesto a la vida, el de la inconsciencia, al menos.

Dormir, estar lejos sin saberlo, estar distante, olvidar con el propio cuerpo; tener la libertad de ser inconsciente, un refugio en un lago olvidado, estancado entre árboles frondosos en la vasta distancia de los bosques.

He escrito lo de arriba antes de leer la cita que acabo de poner. Es decir, me he adelantado y he utilizado la palabra "inconsciencia" antes de leerla, lo cual me indica que voy por buen camino, que mis interpretaciones son correctas. Tanto en Silogismos de la Amargura, como en esta obra tenemos un yo lírico que se derrama por todos lados en romanticismo triste, haciendo de la tristeza, soledad, y alienación los estandartes de los olvidados. Esta edición, tan práctica, casi de bolsillo, que parece una Biblia portable, con marcapáginas de cinta, la trae Pre-textos, me gusta porque es cómoda y la puedes tratar como una pieza de consulta: se puede leer aleatoriamente, saltar de un lado a otro y cada fragmento es un cosmos en sí mismo que te orienta hacia la clave...que es el individuo que piensa consigo mismo y que se rompe para poder enseñar las aristas que contiene.

Al menos, he sido siempre un extraño. Entre mis parientes, igual que entre conocidos, he sido siempre considerado como alguien de fuera. No digo que lo haya sido, siquiera una única vez,  intencionadamente. Pero lo he sido siempre por una actitud espontánea de la media de los temperamentos ajenos. 

Siempre he deseado agradar. Siempre me ha dolido la indiferencia ajena. Huérfano de la Fortuna, tengo, como todos los huérfanos, la necesidad de ser objeto del afecto de alguien. Siempre he pasado hambre de la realización de esta necesidad. Me he adaptado tanto a esa hambre inevitable que, a veces, ni sé si siento la necesidad de comer. 

Con esto o sin esto, me duele la vida. 


He sido siempre un extraño nos remite al personaje Harry Haller de Herman Hesse. La incomprensión, el detallar su poca conexión con los congéneres, recuerda la confesión del protagonista de Memorias del subsuelo de Dostoievsky. El hecho de su extranjería en el mundo de los humanos, conecta directamente con El extranjero de Camus. Pero sobre todo es el Álvaro de Campos de Tabaquería: el que siempre esperó a que le abrieran la puerta junto a un muro que no tenía puerta. Porque lo que anhela Bernardo Soares y el mismo Pessoa, o en todo caso, el yo lírico del poema que (también) es el Libro del desasosiego es pertenecer, ser reconocido; hay mucha esperanza, tal cual la había en Camus también, una esperanza desesperanzadora, pero es que el sufrimiento viene por la esperanza, ya que el que nada espera no puede ser defraudado, y todos estos escritores lo saben y se nutren de ella, de la esperanza.

 

 


domingo, 7 de agosto de 2022

Siniestro es tu doble fuera del espejo

El título se me ha ocurrido sin pensarlo, así que lo he querido escribir porque el subconsciente a veces manda. Siempre vuelvo al tema del doble porque, aparte de ser uno de los motores de mi blog (mirar sección presentación) también lo es de la literatura en general, se trata de uno de los tópicos más retratados, más extendidamente tratados. Por eso se presta a ser contado en fascículos y nunca agotarse. Uno de los que más ha tocado este tema en sus cuentos es E.T.A Hoffmann, no debe sorprender, ya que en el romanticismo se da el auge del individuo y de sus búsquedas, limitaciones, márgenes... ahí es cuando aparece la duda de un solitario frente al abismo, su hondura y sus escisiones (pensar en Friedrich y su famoso cuadro, un ser de espaldas que nos oculta su cara, lo que más le define, el espejo de su alma, o sus almas o su vacío, porque las nubes que lo envuelven nos hacen sentir su confusión, no sabemos si hay alguien al timón de ese cuerpo, no nos da lugar a adivinar un rostro o rostros, máscaras o nulidad...como un borrón en el lugar de la cara). 



Pero entre tantas obras a las que nos podemos remitir del romántico que sirvió de inspiración a autores como Poe, destaca un cuento llamado Los Autómatas, alegoría del futuro, quizá, ya que una máquina antropomorfa llamada El Turco es la pieza encargada de generar toda serie de emociones entre los humanos de la historia; intriga y misterio rodean a un ser que empezaba a configurarse en la época: la antesala de las inteligencias artificiales, robots, y toda esa cosmogonía que se desataría en tiempos más contemporáneos. Aquí entonces es la prefiguración de una Siri, a lo película Her de Spike Jonze, la primera Siri en pleno romanticismo alemán como un doble humano, que llega a compartir con nosotros ciertos rasgos, los suficientes como para que lo siniestro se intuya en el telón de fondo. Típico del Romanticismo. 

Pero luego llegaría Dostoievski y escribiría su segunda novela, llamada El doble. Aquí encontramos a un protagonista, Yakob Petrovich Goliadkin, quien se encuentra en una situación de la que sólo sabemos que es una especie de apestado, persona no grata en el círculo social en el que se encuentra, y que al salir de la fiesta en la que lo humillan tiene una epifanía encarnada en un doble. Lo primero que notamos es que el narrador de la historia es alguien que nos habla como si de un teatro se tratase, alguien que utiliza este tipo de palabras:

He aquí la situación, señoras y señores, en que encontramos ahora al héroe de nuestra verídica historia, aunque sería arduo explicar lo que precisamente le ocurría. Había conseguido llegar hasta la escalera y el descansillo, por la sencilla razón de que todos los demás lo habían conseguido. ¿Por qué no iba a conseguirlo él también? Pero estaba claro que no osaba pasar adelante..., no porque no supiera hacerlo, sino porque no quería, porque prefería obrar a la chita callando. Y he aquí por qué, señoras y señores, esperaba allí en silencio y llevaba ya dos horas esperando. 

Señoras y señores suena a director de escena de teatro o circo, pero nos remite también al tono de la obra, en la que el protagonista se valdrá de máscaras de la vida cotidiana (a lo Erving Goffman) para subsistir, siempre con su talante tragicómico.

Aquí, en el primer Dostoievski, tenemos al doble que eriza la piel, al hermano gemelo diabólico y no al sosias bueno o doppelgänger benefactor. Porque desde el Romanticismo hasta la actualidad es un hecho constatable que la gran mayoría de dobles han sido retratados como la maldición, seres que encarnan nuestras peores pesadillas:

Se le cortó el aliento y sintió un mareo. El desconocido estaba sentado en su propia cama, sin quitarse el gabán y el sombrero; y con una ligera sonrisa, frunciendo levemente el entrecejo, le dirigía un amistoso movimiento de cabeza. El señor Goliadkin quiso gritar, pero no pudo; protestar de alguna manera, pero le fallaron las fuerzas. Se le erizó el cabello y se desplomó exánime del horror que sentía. ¿Y cómo no? El señor Goliadkin había reconocido enteramente a su amigo nocturno. Su amigo nocturno no era otro que él mismo, el propio señor Goliadkin, otro señor Goliadkin, pero absolutamente idéntico a él... En una palabra, su doble...

Este fragmento, al descubrir a su propio doble en la cama, nos resuena a aquel fragmento de Cantos de Maldoror en el que decía algo así como "alguien me mira en la pared de mi cuarto, alguien me mira con mis ojos que no son los míos" (cita de memoria, puede tener algún fallo o ser no muy exacta). Y al resonarme estas palabras creo conexiones sobre lo que es el doble desde Dostoievski hasta nosotros: un intruso, una parte que deseamos no encontrar.

El latinoamericano Cortázar es otro de los escritores que han empleado este tema del doble para nutrir sus cuentos: tanto en el que siempre recuerdo Lejana, como en el de La flor amarilla. En este último se hace una clara referencia al narciso amarillo y es la figura de Narciso a la que se quiere hacer alusión (enamorado de su reflejo una flor yace en su lugar). La historia plantea al doble de un señor que se encuentra en el autobús, pero este es un niño de trece años, un yo en otro momento vital. Cortázar cuenta la desventura del hombre mayor por querer refrenar ese bucle de yos y querer cortar con ello...hasta al final darse cuenta de su error y arrepentirse por haber matado al niño que era una prolongación de su propio yo. En Lejana hay un recuerdo de la obra de Dostoievski a la cual nos estamos refiriendo y me parece que no ha sido apuntada antes (al menos entre las búsquedas que he hecho no he hallado esa intertextualidad mencionada): tanto en la protagonista de Lejana como en Goliadkin el suceso de conexión con el Otro se genera en un puente frente a un río, como si se tratara de una especie de umbral interconector entre el "de aquí" y el "de más allá", como si el puente fuera la atalaya desde la cual se divisa un mundo y el río el fluir de la consciencia. 

Podemos afirmar una pervivencia de rasgos románticos aún entre los escritores del boom latinoamericano. En Aura, una de las obras más conocidas de Carlos Fuentes, encontramos reminiscencias del padre Hoffmann (padre consustancial, al ser una especie de cabecilla para los autores que estamos mencionando). Es el clima de la obra una atmósfera de terror enrarecido a lo Maupassant, pero con esa idiosincrasia latinoamericana. Aquí se da el doble cruzado o quiasmo de dobles: dos parejas de dobles (la anciana y la sobrina y el protagonista y el marido de la anciana, del cual está haciendo una recopilación de memorias). El final ya se previsualiza al encontrar una y otra vez a las parejas apuntadas:

Veras, en la tercera foto, a Aura en compañia del viejo, ahora vestido de paisano, sentados ambos en una banca, en un jardín. La foto se ha borrado un poco: Aura no se vera tan joven como en la primera fotografía, pero es ella, es el, es . . . eres tu. Pegas esas fotografías a tus ojos, las levantas hacia el tragaluz: tapas con una mano la barba blanca del general Llorente, lo imaginas con el pelo negro y siempre te encuentras, borrado, perdido, olvidado, pero tu, tu, tu. 

Quien nos cuenta la historia se enamora de Aura, pero Aura está ligada a Consuelo. Ambas son descritas con los mismos ojos verdes y vestidos verdes, pero en la anciana hay un contrapunto de terror, se hace hincapié en sus encías sangrantes. El final es de terror porque hay esa descripción terrorífica de yacer con una anciana que ha sido descrita como un monstruo, es curioso el no remanente de belleza que deja el autor, transformando completamente al objeto de deseo en objeto de pesadilla.

dobles intergeneracionales, dobles cruzados o dobles quiasmo, dobles digitales y analógicos...

En orden de publicación tenemos a Manuel Rivas que en 1995 publicó ¿Qué me quieres, amor? un conjunto de cuentos que le harían sumamente conocido y del cual algunos de ellos servirían para la película La lengua de las mariposas. Aquí también tenemos una historia llamada La lechera de Vermeer que se inspira en el cuadro para hacer una reflexión sobre la copia y el original, el doble, otra vez, en este caso el doble de su madre. El cuento parte de una situación, también, de terror y utiliza esa palabra: 

Voy a contarles cómo entré en contacto con el terror. Mi madre La lechera se va con su carrito y sus jarras de zinc. Estoy jugando con mi hermana María. De repente, escuchamos estallidos y un gran alboroto en la calle. Nos asomamos a la ventana del bajo para ver qué pasa. Pegados al cristal, descubrimos el terror. El terror viene hacia nosotros. Mi madre nos encontró abrazados y llorando en el baño. El terror era el Rey Cabezudo.

La lechera se ve reflejada en la leche como Narciso en el agua ve su reflejo. Hay un juego de dobles que se reproducen: el chico que mira el cuadro en el que la lechera se mira a sí misma, su madre mirando la foto de una yo antigua exactamente igual a la del cuadro...

Finalmente, podríamos recordar El hombre duplicado de Saramago, publicada en 2002, y como es para este el hallazgo de un doble que es un actor en una cinta que está viendo en su tele. Tanto de la novela de Saramago, como de la de Dostoievski se han hecho adaptaciones fílmicas bastante actuales y es que el tema del doble literario se presta para thriller y más aún ahora con todos los dobles digitales de nuestros yos analógicos, el tema del doble se abre en un sinfín de posibilidades.

lunes, 18 de julio de 2022

Historia de la Filosofía griega

 

la que reseña porta la trinacría



Luciano De Crescenzo es un autor muy conocido en Italia; periodista, escritor y persona del espectáculo. Seix Barral trae esta edición que es una curiosidad porque, de entrada vemos una portada muy kitsch del autor posando con una escultura griega y ya sabemos que el libro no va a ser una pesada losa académica, sino más bien un guiño al lector que quiere leer filosofía pero al mismo tiempo disfruta del salseo ítalo-heleno. 

No desmerece al libro el tono anecdótico (está salpicado de anécdotas, pero desde que lo puso de moda por aquí Vila Matas, ya sabemos que eso no tiene por qué incidir en detrimento de la calidad del texto), más bien lo nutre y podemos decir que apetece leer filosofía en verano de esta forma, no ha sido mala idea escoger la lectura de De Crescenzo, de paso desempolvamos conceptos olvidados de cuando leímos presocráticos cuando nos empezaba a interesar la filosofía en la adolescencia (es en esa etapa cuando se nos da por indagar en esta materia tan dejada de lado en los primeros años de la infancia, entonces la tomamos con avidez) y al mismo tiempo nos enteramos de datos nuevos que nos sirven simplemente para entretenernos.

En mi caso, como filóloga, partí entusiasmada al encontrar la relación etimológica de algunas palabras griegas con sus usos actuales y, también, la conexión de Italia con la antigua Grecia y el influjo en el vocabulario de ciertas regiones. Es el caso del término "agorazein" que se refiere al holgazanear antes de la hora de la comida, paseando de arriba a abajo por la calle, costumbre de la cual gozaban los filósofos de la época del Fedro. No hacer nada "productivo" era lo que enaltecían estos atenienses. Agorazein también es ir a ver qué se dice en la plaza, y esto dice mucho del carácter de este pueblo.

Al empezar así ya te va dando una idea de lo que vendrá: sabes entonces que los sibaritas eran un pueblo muy denostado por Tales, por ser unos vividores (y entonces vemos de dónde venía la palabra, de estos habitantes de Síbaris que son los opulentos de Mileto y que sabían cómo agasajarse bien ellos mismos, de ahí que ahora se les llame así a todos los que recuerden a ese pueblo en sus costumbres), trazamos una conexión entre todos los filósofos de Mileto y Elea, para quienes el arké (elemento primigenio) es un factor a destacar, cada cual reposándolo en algún elemento de la naturaleza, lo cual hacía que la mayoría de ellos fueran hilozoístas.

Aquí nuestro autor napolitano mezcla el pasado con el presente y te introduce filósofos actuales, conocidos por él, que pueden clarificar ciertos conceptos. Me ha gustado particularmente el de las muñecas. No voy a dar muchos datos ni nombres para no hacer spoilers, pero había un señor que coleccionaba muñecas olvidadas y abandonadas, dándoles un lugar. Para él tienen alma porque un niño en otro tiempo les insufló vida. Para explicar el concepto cuenta que él, en el velorio de su padre, no sintió nada ni lloró al ver el cadáver, pues éste ya era materia inerte que no recordaba en nada a su padre. Al llegar a casa, sin embargo, no pudo más que derrumbarse al ver a su padre en los objetos que habían sido suyos y a través de los cuales iba a seguir permaneciendo. Los recuerdos los unían con el alma de su padre y por tanto, se podía decir que esos objetos dejaban de ser inertes para pasar a ser espacios con alma.

muñecas para un hilozoísta actual
muñecas para un hilozoísta actual


Otros puntos interesantes están en la oscuridad de Heráclito y la secta de Pitágoras, pero sobre todo, el concepto de metempsicosis de este último y cómo fue parodiado por algunos autores (como Shakespeare) y sin embargo tan utilizado por otros (como Joyce, aunque esto no lo menciona De Crescenzo, pero nos viene a la mente). 

No voy a extenderme, porque no se trata de hacer un resumen de este libro, pero lo principal son las curiosidades que trazamos, como lectores, atando hilos, por ejemplo, al notar que varios de estos filósofos escribieron una obra que siempre se llamó "Acerca de la naturaleza" de la cual siempre se ha conservado o una enigmática frase o absolutamente ninguna palabra.


martes, 21 de junio de 2022

Irene Némirovsky sobre Chéjov

Mi amiga Lorena, a la cual conocí en clases de ruso hace más de una década, me hace este precioso regalo con dedicatoria, aún más preciosa si cabe. Todo está atado: autores rusos, ella y yo, la edad simbólica de cuarenta años. En la dedicatoria, además, resuena una frase hecha "apuró la última copa de champán" como quien dice que vivió al límite, pero Lorena hace un guiño al hecho de que realmente Chéjov bebió su última copa de champán justo antes de morir, como una despedida por todo lo alto. Chéjov es un símbolo encarnado, el símbolo de lo que ahora llamarían resiliencia, muchísimo antes de la moda de tatuarse esta palabra o de llevarla en descripción de bio instagram. Gracias Lorena por acentuar estos símbolos y hacer estos juegos que no hacen más que darme ganas por retomar nuestra pasión rusófila.



Lo primero que sentí fue una sensación agridulce al enfrentarme a esta lectura: me llamaban los personajes, pero el género biográfico se me hacía (preconcebidamente) un poco tostón. Nada más lejos. ¡Qué equivocada estaba! Lo mismo que pasa cuando lees una traducción de poemas de Celan hecha por José Ángel Valente, exactamente se da aquí: una biografía escrita por una autora como Nemirovsky es un placer literario, puedo afirmar que he leído esta biografía como si de una novela se tratase. De pronto, estoy inmersa en la historia de un niño que pasa frío, de familia numerosa, que no duerme y debe trabajar y estudiar a la vez. Un padre fanático que se entrega a la religión como otros a la bebida. Una madre que llora y unos hermanos mayores de talento desaprovechado. Antón será el serio, tendrá ese halo de niño misterioso y lejano hasta el final de sus días.

Pero poco a poco vemos cómo este sobrevivir paralelo a su profesión y sin dejar de lado su afición por la escritura va mutando. Chéjov estudia medicina y no deja de escribir para periódicos locales, escribe muchísimo, cuentos sin parar. Me llega a recordar a Pío Baroja: sus cuentos ligeros son lo que la gente le reclama, sus dramas (lo serio en el ruso) no serán bien recibidos hasta mucho después. 

Así como la infancia de Chéjov se desmarca de la de Dickens, en el sentido de que ambos viven ciertas condiciones que sirven de inspiración para sus obras (una infancia manchada por la pobreza) pero que desde Dickens se siente emanar una humillación y en Chéjov no hay lugar para eso; con respecto al tratamiento que se da de los campesinos (mújiks) se traza un paralelismo con el resto de escritores de su época: Chéjov retrata al pobre sin romantizarlo y los aristócratas no están dispuestos a perdonar este atrevimiento.

Decía que en Chéjov no emana esa vergüenza de ser pobre, esa injusticia o melodrama almibarado de los personajes dickensianos, pero por qué. Nemirovsky nos pinta bien el carácter de un hombre desencantado, a lo Vladimir y Estragón cuando ya no quieren siquiera pensar en tirarse de ningún sitio porque ya nada importa. Un hombre de desencanto sereno. Chéjov es la serenitud que ha traspasado la pobreza, que conoce de la picardía del pobre (en un pasaje hacen pasearse a los hermanos con los patos para que vean que también ellos comen pato) y que valora la propiedad porque sabe lo que es tener que pagar un alquiler y perderlo todo (cuando pierden la casa). En un momento avanzado en la obra, cuando Chéjov ya vive desahogadamente se le compara con Tolstoi, para quien la propiedad no era nada interesante: "Tolstoi enseñaba que la propiedad es un mal. Pero, para Chéjov, ¡qué alegría ser propietario! No volver a pagar alquiler, sólo eso ya era fantástico". 

Pero Chéjov está señalado por la enfermedad, y esto será decisivo a la hora de ver reflejado en sus escritos el sinsentido; late la desazón, porque para él la nada del telón final que cae tras la representación de nuestras vidas es lo siniestro por antonomasia. Así lo afirma: "Si el individuo desaparece tras la muerte, la vida no existe. No puedo consolarme pensando que me fundiré con los suspiros y los tormentos de una vida universal cuya finalidad ignoro. Convertirse en nada es siniestro. Te llevarán al cementerio y, después, la gente volverá a su casa y beberá té. Es horrible pensar en eso". Y lo pensaba. Es por eso que desde temprano sus obras tienen esa pulsión sombría por debajo, aunque estuviera obligado a escribir fácil y ligero. Hay una amenaza que él muy bien conoce, más aún en su calidad de médico, y por eso tiene muy en cuenta que no puede escapar al designio de la muerte. Su vida es trágica y serena como quien sabe del final antes de haber vivido siquiera. Su amor es fiel y triste, como del que habla Rene Char en el poema, y cae como un milagro del bolsillo, un milagro que es un reloj. Así conoce a su mujer, los últimos años de su vida, apacible, burbujeante en el champán.

No es casual la disposición de las imágenes, nótese cierto parecido entre la que reseña y Nemirovsky
No es casual la disposición de las imágenes, nótese cierto parecido entre la que reseña y Nemirovsky


jueves, 16 de junio de 2022

jueves, 9 de junio de 2022

Presentación 2022


Parece ser que mi plan ha sido prestar más atención a mi blog, (que por lo que se puede ver en la barra contabilizadora de publicaciones ha ido decayendo estos últimos años), así que es momento de hacer una nueva presentación con mi vestido favorito (y muy retro) de este verano. 


Siempre tuve ganas de ir a China como viaje especial. Nikita dice que lo que quiero es hacer un viaje temático a la pobreza, y añade que lo que me gusta de China ya lo he visto en Moscú. Él no entiende mi idea de China como entrar dentro de una de esas grietas por donde se cuelan en fila india las hormigas y que dentro sería estar como una hormiga más. Lo más parecido a viajar al espacio exterior o a sentir el vértigo del abismo (la experiencia sublime con anonimato y vertiginosidad incluidas).

Mi hija me ha prometido que jamás se hará adolescente. Es decir, ya la he preparado sobre esta especie en particular y afirma categóricamente que no le gustan y que no quiere pertenecer a ese gremio. Le he dicho: tú también serás adolescente y las adolescentes reniegan de sus madres. Te enemistarás conmigo. Ella dice que no, que no lo hará nunca. Al principio dudaba de su promesa, pero me ha pedido que lo escriba y así ella lo podrá recordar de mayor. Tengo pensado escribir un cuento que empiece con su propósito.

Sigo colaborando en una librería del centro de Valencia, una con mucho encanto, que se llama El Doctor Sax. Dentro, además de reseñar libros, cumplo la función de psicóloga de seres proteiformes. La teratología siempre ha sido mi fuerte.

A veces imagino que la novia de mi ex marido duerme en el colchón de mi sangre menstrual, es un hecho altamente posible. Y pienso entonces, mi sangre sigue ahí, y tú sueñas acurrucada sobre mi sangre seca.

Con respecto a conseguir un carnet de coche ya he comprobado que soy el albatros de Baudelaire. Ni tests de autoescuela, ni descifrar mapas ni rutas de GPS. 

exiliado en el suelo en medio de las burlas,

sus alas de gigante le impiden andar.


The return of lady Vengeance

martes, 7 de junio de 2022

Estupor y temblores o Amélie Nothomb podría ser yo



Nunca había leído a Amélie Nothomb excepto en fragmentos de mis libros de clase de francés, hace años. No había llamado mi atención tampoco, quizá por mi esnobismo natural de despreciar la lectura de moda contemporánea. Sin embargo, esta lectura, otra vez veraniega (hace poco leí a Tolstoi en Sonata a Kreutzer y también pensé que se me estaba adelantando el verano) me hace pensar en mi mood, deseante y ávido de lecturas frescas. Siempre me pasa cuando estoy acabando el curso académico y llevo hartazgo de lecturas impuestas. A pesar de que estoy de cara a los exámenes (mejor dicho me tienen rodeada, más que estar de cara a ellos estoy acorralada) mi parte lectora se rebela de mi vida, del resto de mi vida. Se ha desbocado y ya no puede parar. Elijo el color, elijo a Amélie, ahora sí.

Y no podía ser más correspondida. El otro día suspendí el teórico del coche. Un examen para el que me había preparado muchísimo durante meses y para el que todo el mundo me decía que "cualquiera" puede aprobar. Amélie, la protagonista de la novela semi autobiográfica de la autora, se siente retrasada mental y se acepta como retrasada mental al no poder hacer las labores "sencillas" de contabilidad o papeleo que le piden en la empresa para la que trabaja en Japón. Llega a sentirse realmente idiota y la tratan como tal. Ella no deja de esforzarse, vive en la oficina, duerme ahí, se aplica y se esfuerza. La función repetitiva, mecánica y de contabilidad se le escapan a su mente, creativa y dispuesta. Quizá, a ambas nos une el espíritu del albatros de Baudelaire y no nos podemos constreñir a unos datos fijos, aunque queramos. Y aunque queramos nuestras mentes se elevan alto. Y sí, nosotras queremos amarrarlas al suelo, como un globo con helio atado a una roca, pero es claramente un corsé mal puesto.

Esta identificación me acompaña y la entiendo. Además, como he señalado en la mini reseña de la librería El Doctor Sax, hay una primera asociación fonológica con el título de la obra más famosa de Kierkegaard "Temor y temblor". Digo ahí: ¿O quizá son más las tribulaciones de la joven protagonista que debe luchar (en el sentido de la lucha agónica unamuniana) en una sociedad diferente a la occidental las que estarían en consonancia con el título del existencialista? 

En realidad, el título hace referencia en Nothomb a la actitud sumisa con la que uno se debe dirigir a sus superiores en Japón: 

El antiguo protocolo imperial nipón establece que uno deberá dirigirse al Emperador con «estupor y temblores». Siempre me ha encantado esta fórmula, que se corresponde perfectamente con la interpretación de los actores en las películas de samuráis, cuando se dirigen a su superior con la voz traumatizada por un respeto sobrehumano.


Los valores están subvertidos en la realidad que se pinta en la novela, por tanto un acercamiento a la cultura nipona a través de los ojos de Nothomb es una aventura interesante, en la que encontramos un mundo nuevo en medio de lo cotidiano. Y a pesar de que contamos con datos sobre el pueblo japonés y sus famosas altas tasas de suicidio o sus jóvenes hikikomori, también podemos perfeccionar un mundo de castas a la antigua, en las que el honor y la humillación son hermanas siamesas.

El calvario de la protagonista, su camino de espinas no está exento de rosas: la antagonista es una hermosa japonesa a la cual pinta hierática, lejana y altiva.  Cada enfrentamiento es una oscilación entre el masoquismo y la contemplación ante una obra de arte, cual síndrome de Stendhal. Amélie se siente entre fascinada y aplastada. Pero su alma de escritora se queda en suspenso (levita) por encima de ciertas situaciones y nos hace las mejores asociaciones de palabras: en este libro he aprendido que en japonés divinidad, cabellos y papel se dicen con la misma palabra. Aún intento trazar la analogía, el valor oculto que las une. 


*nota mental para dejar constancia en algún sitio y recordarme para escribir en el futuro: una reseña en la que haya leído Sed de Amélie Nothomb y relea otras obras que conozco en las que se menciona la vida o partes de la vida de Jesús...

lunes, 6 de junio de 2022

Wozzeck

 



Hace cuatro años que no volvía al Palau de les Arts de Valencia, desde Turandot, y he vuelto con esta obra de Alban Berg, la más famosa de él, llamada Wozzeck.

Lo primero que uno puede comprobar es que se trata de una obra mucho más moderna de las que vemos usualmente en la programación. La música es atonal, va por libre de una melodía típica y conecta con el estadio alterado del personaje principal. El uso del escenario es sobrio, oscuro y denso: asemeja a la saga Cube por momentos y es que no puede ser de otra forma ya que lo que intentan transmitirnos es una pesadilla. Viendo imágenes de la representación actual de Wozzeck en Cataluña podemos decir que tanto ahí como en Valencia son diferentes formas de representar una pesadilla. En este caso entran en juego los trampantojos (reflejos fantasmales, aparatos que dan o quitan profundidad, efectos caleidoscópicos...) y los símbolos (el agua, el vestuario y maquillaje, marionetas, las palabras pintadas...).

Wozzeck va avanzando los primeros minutos y viene a mi mente la palabra oscuridad. Una forma de narrar la oscuridad. Y esto conecta con el desgraciado protagonista que sentenciará el trasfondo de sus males afirmando que el hombre es un ser abisal, en el que mirar dentro da vértigo. Es lo que vemos reflejado en el uso del espacio, el agujero negro y lo abisal del pecho de Wozzeck es la aparatología y vacuidad de esta puesta en escena, como un forado profundo que estuviéramos viendo de la disección del personaje.

Además está el recuerdo del agua goteando, como una tortura y como imagen de las penurias del pobre. En esto recordé Parasite (segunda alusión a películas que hago en esta reseña) y el símbolo del agua asociado al marginal. En esa película casi puedes sentir el sudor. En Wozzeck hay un momento en que el padre ve dormir al niño y dice: "incluso durmiendo los pobres tenemos que sudar" y del cubo suspendido que hace las veces de hogar van cayendo las gotas...

Otro de los factores simbólicos que un espectador distingue en un primer momento es la caracterización de todos los personajes con respecto a la familia de tres Wozzeck, Marie y el niño. Sólo estos van con la cara libre de maquillaje a lo Roy Anderson (tercera referencia fílmica). Los mimos siniestros que escampan por el escenario, sus maneras monstruosas de moverse, lo blanco y negro de sus maquillajes y sus uniformes decadentes son ejemplo de lo que es una pesadilla delirante y del carácter de sus personajes. 

Los antagonistas, el doctor, el capitán, el tambor, son seres distorsionados y grotescos. Tan solo hace falta un poco de obra, y ya vemos a Wozzeck siendo torturado en una especie de artilugio de experimentación. Tal cual Saw (cuarta referencia cinéfila). Ópera terror, oscura, no apta para menores.

Sin embargo, no está exenta de poesía. Yo he recordado Todesfugue de Celan por momentos y como filóloga me atrevería a comparar la figura de repetición en poesía con el uso de algunos elementos visuales en esta obra, los fantasmales seres de negro que salen y aparecen debajo del cubo portando sus mensajes. Equipararía estos mecanismos para acentuar la repetición y el vaivén de una letanía. En mi mente sonaba el "tus cabellos de oro Margarete, tus cabellos de ceniza Sulamita". Y la queja de un desgraciado que por ser pobre y de origen indigno tiene un destino fatal.

domingo, 15 de mayo de 2022

Los celos o "La sonata a Kreutzer"

El Tolstoi de La sonata a Kreutzer es sumamente interesante, más que el de Anna Karenina, aquí, en la novela que voy a reseñar, trasciende lo estrictamente naturalista, trasciende no sólo géneros, sino también épocas y estilos, coqueteando con lo posmoderno, adentrándose en terrenos de lo metaliterario antes de que estuviera de moda. No es el único que lo haya hecho antes de la propia posmodernidad, pero la gracia del juego de matrioskas que hay en la novela es digna de elogio, me va atrapando desde el inicio al escarbar en el título: la sonata a Kreutzer es la obra que Bethoven compuso sobre los celos. Tolstoi al escribir esta novela estaba atravesando un fuerte episodio de celos de su mujer, quien sentía una profunda y sospechosa (para Tolstoi) admiración hacia un compositor de la época. No se le ocurre mejor idea a nuestro ruso que escribir una novela que va de un hombre que asesina a su mujer, movido por los celos, tras una escena en la que aparece un músico con el que cree que flirtea su mujer. Finalmente, la mujer del protagonista de esta novela y su supuesto amante ejecutan juntos ...la sonata a Kreutzer. Demasiado atrevido, quizá.



En nuestros días, en medio del debate reciente sobre los días de baja por regla, la consecuente polémica de que esto significará menos contratación de mujeres, el tema de las mujeres que se sienten acosadas por hombres que las intimidan verbal y espacialmente, y toda esta revolución femenina en lo social... leer una novela decimonónica en la que la mujer está empezando a erigirse (casi) como ser humano, es curioso, comparar y ver lo que se entiende por derechos y libertades y por categorías como marido, esposa, matrimonio, amor conyugal y fidelidad. 

También vivimos la época de "lo tóxico", lo que llamamos tóxico y el radar hacia lo que pueda ser tóxico. Hace poco leí en un foro una noticia de una chica que decía que su novio iba a dormir en un hotel en la misma habitación que su ex, porque le había tocado así de todo el grupo de amigos que se iban a pasar unos días de vacaciones. La que contaba la historia decía que sentía celos pero que tenía miedo de estar siendo tóxica por esos celos. Había gente pensante en ese foro que le advertían de lo lejos a lo que se estaba llegando socialmente con catalogar absolutamente todo de tóxico y de que si no somos liberales/libertinos/modernos estamos rozando lo tóxico y no merecemos tener relaciones sexoafectivas, por usar términos de moda.

En esta historia se puede trazar un paralelismo: en vez de que uno de los miembros de la pareja sienta celos porque ve cómo el otro miembro le pone corazones en instagram a mujeres en bikini o a exes o lo que sea, aquí en la sonata el protagonista siente celos de miradas y el narrador protagonista cuenta que así es como se instauraban los celos por aquel entonces: miradas y coqueteos tan sutiles que no se sabe si son coqueteos y cuáles son las intenciones. Pero el paralelismo se puede ver, entre ambas épocas. A partir de esto, podemos extrapolar el resto de inferencias a través de la lectura de la obra. Tolstoi no adjudica a la histeria el carácter voluble de la mujer, Tolstoi denuncia la situación de una pareja que se siente atrapada en el compromiso y cómo muchos no se dan cuenta de la infelicidad que sienten:

Charcot hubiese dicho de fijo que mi mujer era histérica, y yo un ser anormal, y se hubiera empeñado en curarme, pero no había nada que curar. Así vivíamos en una bruma perpetua que nos impedía reconocer nuestra situación. Y de no haber sucedido lo que sucedió, hubiera vivido así hasta mi vejez y al morirme hubiera pensado que había llevado una buena vida, no muy buena tal vez, pero tampoco mala, igual como todos; no hubiera comprendido en qué abismo de desgracia y de baja mentira me debatía. Éramos como dos galeotes sujetos a la misma cadena, que se aborrecen, que se envenenan la existencia, que tratan de aturdirse. Yo ignoraba aún que el noventa por ciento de los matrimonios vive en ese infierno en el que vivía yo, y que no puede menos de suceder así. Aún no sabía esto, ni por los otros ni por mí mismo.


Al final de la obra, tras el asesinato en el relato del protagonista, se desarrolla en el posfacio una serie de explicaciones para que no pensemos que Tolstoi es partidario del asesinato ni que justifica a su narrador, pero que su obra puede que sea para él una denuncia de las voluptuosidades que llevan al ser humano en general para cometer toda clase de atrocidades; voluptuosidad es lo mismo que decir la desmesura para él, muy lejos del significado de lo que entendía Dostoyevski por voluptuosidad en Memorias del subsuelo.

lunes, 25 de abril de 2022

Todos mis profesores se mueren

No han pasado días desde que Arcadio López Casanova falleció y hoy me entero que Juanvi Martínez Luciano también ha dejado de existir entre nosotros. Aún no me recupero de la muerte de mi tutor, Josep Lluis Sirera y estas dos recientes desapariciones hacen que se vuelva a remover todo, junto con mis años de universidad, mis lecturas y mis referentes literarios y vitales. Porque es que encima estas personas eran de una calidad humana inigualable: Arcadio era elegante, creo que lo he mencionado en mi blog en algún momento hace años, era elegante incluso cuando lo encontrabas en el autobús vestido de vaqueros y bajando en Torres de Serranos, con las bolsas de la compra, aún así lo veías y recitabas matemáticamente El Rayo que no cesa, o veías desdoblarse frente a ti las cábalas machadianas. Arcadio tenía una voz y un aplomo, su forma de transmitir poesía no la ha hecho nadie que yo conozca. Me siento grandemente afortunada de haber tenido a esos profesores en mi vida, en la Facultad de Filología de la Universidad de Valencia, donde va a haber un agujero muy grande; puede que aún viviera yo los años dorados, la época de oro de los mejores profesores de la Universidad, muchos eminencias teatrales, cada uno con sus potencias como dones, como las Spice Girls, cada uno de una particularidad ideal. Juanvi era quien me puso en contacto con la asociación James Joyce, cuando hice mi tesina sobre el Ulises...fue muy simpático, muy cercano y, también [como Arcadio] por qué no decirlo, elegante, con esos cuellos altos que llevaba, parecía un lord inglés o un Foucault pero de envidiable pelambrera. Fue por quien en mi primer año de carrera conocí a Samuel Beckett y leí el Retrato del artista adolescente de Joyce...obviamente me marcó de por vida. Le debo mucho a estos profesores, junto con Josep Lluis Sirera, Nel Diago, Julio Alonso Asenjo y Joan Oleza. La verdad es que menuda generación de oro de la facultad. Todos los que hayan vivido estas clases sabrán a lo que me refiero, un agradecimiento profundo y eterno. En el grupo whatssap de mis compañeros de facultad, hoy, tras veinte años de haber empezado filología, estamos igual de conmocionados, representa mucho para nosotros; todos hemos acabado en diferentes sectores, la vida nos ha llevado por caminos muy dispares, pero la esencia del legado que dejan estos profesores la llevamos por dentro y es como si siguieran viviendo en cada uno de nosotros, no solo como una bonita melodía que nos acompaña cuando escribimos o damos clases nosotros también, sino también en el recuerdo que guardamos, que es donde siguen brillando y es donde más hemos descubierto lo que nos ha dado pulsión vital y fe en lo que creíamos que queríamos ser y estamos siendo.

sábado, 5 de marzo de 2022

Centenario Pasolini

 


Si en la obra de Pasolini cada lugar, cada figura es un espacio que habla de sí mismo y está plagado de símbolos que constituyen un mito, esta pieza original de Dario Pontuale viene a ser un diccionario que descodifica esos lugares, referencias y personajes que integran su cosmos y nos lo categoriza por las letras del alfabeto, ordenando el mundo pasoliniano para nosotros, tristes mortales.

Hoy, en el centenario de su nacimiento lo recordamos con el libro de La Roma de Pasolini, recientemente editado por El Doctor Sax.