lunes, 6 de junio de 2022

Wozzeck

 



Hace cuatro años que no volvía al Palau de les Arts de Valencia, desde Turandot, y he vuelto con esta obra de Alban Berg, la más famosa de él, llamada Wozzeck.

Lo primero que uno puede comprobar es que se trata de una obra mucho más moderna de las que vemos usualmente en la programación. La música es atonal, va por libre de una melodía típica y conecta con el estadio alterado del personaje principal. El uso del escenario es sobrio, oscuro y denso: asemeja a la saga Cube por momentos y es que no puede ser de otra forma ya que lo que intentan transmitirnos es una pesadilla. Viendo imágenes de la representación actual de Wozzeck en Cataluña podemos decir que tanto ahí como en Valencia son diferentes formas de representar una pesadilla. En este caso entran en juego los trampantojos (reflejos fantasmales, aparatos que dan o quitan profundidad, efectos caleidoscópicos...) y los símbolos (el agua, el vestuario y maquillaje, marionetas, las palabras pintadas...).

Wozzeck va avanzando los primeros minutos y viene a mi mente la palabra oscuridad. Una forma de narrar la oscuridad. Y esto conecta con el desgraciado protagonista que sentenciará el trasfondo de sus males afirmando que el hombre es un ser abisal, en el que mirar dentro da vértigo. Es lo que vemos reflejado en el uso del espacio, el agujero negro y lo abisal del pecho de Wozzeck es la aparatología y vacuidad de esta puesta en escena, como un forado profundo que estuviéramos viendo de la disección del personaje.

Además está el recuerdo del agua goteando, como una tortura y como imagen de las penurias del pobre. En esto recordé Parasite (segunda alusión a películas que hago en esta reseña) y el símbolo del agua asociado al marginal. En esa película casi puedes sentir el sudor. En Wozzeck hay un momento en que el padre ve dormir al niño y dice: "incluso durmiendo los pobres tenemos que sudar" y del cubo suspendido que hace las veces de hogar van cayendo las gotas...

Otro de los factores simbólicos que un espectador distingue en un primer momento es la caracterización de todos los personajes con respecto a la familia de tres Wozzeck, Marie y el niño. Sólo estos van con la cara libre de maquillaje a lo Roy Anderson (tercera referencia fílmica). Los mimos siniestros que escampan por el escenario, sus maneras monstruosas de moverse, lo blanco y negro de sus maquillajes y sus uniformes decadentes son ejemplo de lo que es una pesadilla delirante y del carácter de sus personajes. 

Los antagonistas, el doctor, el capitán, el tambor, son seres distorsionados y grotescos. Tan solo hace falta un poco de obra, y ya vemos a Wozzeck siendo torturado en una especie de artilugio de experimentación. Tal cual Saw (cuarta referencia cinéfila). Ópera terror, oscura, no apta para menores.

Sin embargo, no está exenta de poesía. Yo he recordado Todesfugue de Celan por momentos y como filóloga me atrevería a comparar la figura de repetición en poesía con el uso de algunos elementos visuales en esta obra, los fantasmales seres de negro que salen y aparecen debajo del cubo portando sus mensajes. Equipararía estos mecanismos para acentuar la repetición y el vaivén de una letanía. En mi mente sonaba el "tus cabellos de oro Margarete, tus cabellos de ceniza Sulamita". Y la queja de un desgraciado que por ser pobre y de origen indigno tiene un destino fatal.

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