domingo, 15 de mayo de 2022

Los celos o "La sonata a Kreutzer"

El Tolstoi de La sonata a Kreutzer es sumamente interesante, más que el de Anna Karenina, aquí, en la novela que voy a reseñar, trasciende lo estrictamente naturalista, trasciende no sólo géneros, sino también épocas y estilos, coqueteando con lo posmoderno, adentrándose en terrenos de lo metaliterario antes de que estuviera de moda. No es el único que lo haya hecho antes de la propia posmodernidad, pero la gracia del juego de matrioskas que hay en la novela es digna de elogio, me va atrapando desde el inicio al escarbar en el título: la sonata a Kreutzer es la obra que Bethoven compuso sobre los celos. Tolstoi al escribir esta novela estaba atravesando un fuerte episodio de celos de su mujer, quien sentía una profunda y sospechosa (para Tolstoi) admiración hacia un compositor de la época. No se le ocurre mejor idea a nuestro ruso que escribir una novela que va de un hombre que asesina a su mujer, movido por los celos, tras una escena en la que aparece un músico con el que cree que flirtea su mujer. Finalmente, la mujer del protagonista de esta novela y su supuesto amante ejecutan juntos ...la sonata a Kreutzer. Demasiado atrevido, quizá.



En nuestros días, en medio del debate reciente sobre los días de baja por regla, la consecuente polémica de que esto significará menos contratación de mujeres, el tema de las mujeres que se sienten acosadas por hombres que las intimidan verbal y espacialmente, y toda esta revolución femenina en lo social... leer una novela decimonónica en la que la mujer está empezando a erigirse (casi) como ser humano, es curioso, comparar y ver lo que se entiende por derechos y libertades y por categorías como marido, esposa, matrimonio, amor conyugal y fidelidad. 

También vivimos la época de "lo tóxico", lo que llamamos tóxico y el radar hacia lo que pueda ser tóxico. Hace poco leí en un foro una noticia de una chica que decía que su novio iba a dormir en un hotel en la misma habitación que su ex, porque le había tocado así de todo el grupo de amigos que se iban a pasar unos días de vacaciones. La que contaba la historia decía que sentía celos pero que tenía miedo de estar siendo tóxica por esos celos. Había gente pensante en ese foro que le advertían de lo lejos a lo que se estaba llegando socialmente con catalogar absolutamente todo de tóxico y de que si no somos liberales/libertinos/modernos estamos rozando lo tóxico y no merecemos tener relaciones sexoafectivas, por usar términos de moda.

En esta historia se puede trazar un paralelismo: en vez de que uno de los miembros de la pareja sienta celos porque ve cómo el otro miembro le pone corazones en instagram a mujeres en bikini o a exes o lo que sea, aquí en la sonata el protagonista siente celos de miradas y el narrador protagonista cuenta que así es como se instauraban los celos por aquel entonces: miradas y coqueteos tan sutiles que no se sabe si son coqueteos y cuáles son las intenciones. Pero el paralelismo se puede ver, entre ambas épocas. A partir de esto, podemos extrapolar el resto de inferencias a través de la lectura de la obra. Tolstoi no adjudica a la histeria el carácter voluble de la mujer, Tolstoi denuncia la situación de una pareja que se siente atrapada en el compromiso y cómo muchos no se dan cuenta de la infelicidad que sienten:

Charcot hubiese dicho de fijo que mi mujer era histérica, y yo un ser anormal, y se hubiera empeñado en curarme, pero no había nada que curar. Así vivíamos en una bruma perpetua que nos impedía reconocer nuestra situación. Y de no haber sucedido lo que sucedió, hubiera vivido así hasta mi vejez y al morirme hubiera pensado que había llevado una buena vida, no muy buena tal vez, pero tampoco mala, igual como todos; no hubiera comprendido en qué abismo de desgracia y de baja mentira me debatía. Éramos como dos galeotes sujetos a la misma cadena, que se aborrecen, que se envenenan la existencia, que tratan de aturdirse. Yo ignoraba aún que el noventa por ciento de los matrimonios vive en ese infierno en el que vivía yo, y que no puede menos de suceder así. Aún no sabía esto, ni por los otros ni por mí mismo.


Al final de la obra, tras el asesinato en el relato del protagonista, se desarrolla en el posfacio una serie de explicaciones para que no pensemos que Tolstoi es partidario del asesinato ni que justifica a su narrador, pero que su obra puede que sea para él una denuncia de las voluptuosidades que llevan al ser humano en general para cometer toda clase de atrocidades; voluptuosidad es lo mismo que decir la desmesura para él, muy lejos del significado de lo que entendía Dostoyevski por voluptuosidad en Memorias del subsuelo.