viernes, 28 de agosto de 2015

Lo que parece una catástrofe es en realidad una danza (¿II?)

No sé si he usado este título antes, en alguna entrada de hace años. Es muy probable que sí, era una frase que repetía en mi mente constantemente, incluso quería tatuármela por aquel entonces, pese a su longitud... al final me pareció excesivo, pero las letras permanecieron bajo piel.

Se puede decir que intuía que el significado de esa frase era inherente a mi persona, pero lo sentía más como una simpatía estética o lema a seguir. Sin embargo, no era consciente de que esa esencia que a veces intentaba definir (esencia personal, identidad, lo no mutable), tenía mucho que ver en mi caso con la frase dancística que se ríe de las tragedias y que palpa voluptuosidad en el ridículo.

El Loco, la carta del Tarot que más me ha salido en los últimos años las pocas veces que he tenido contacto con cartas de este tipo, tiene que ver con sueños premonitorios, con inmadurez, con impulso irreflexivo, con ese andar contracorriente, con el caos, la fantasía... todo lo que puede parecer una danza sinsentido, pero que transforma esos caos-catástrofes en fuente creadora y que se alimenta de ella.

El Loco indica esa búsqueda vital, paradójicamente también representa el intento por definir la esencia de la que hablaba antes, y además, es una carta de tránsito y de impulso. Cada otra carta de los arcanos necesita del Loco para poder moverse. Es una sana irreflexión, o irreflexión necesaria, como la entendida por Gombrowicz cuando se refiere a la inmadurez. Precisamente esta carta se relaciona con los pensamientos gombrowiczianos de inmadurez fecunda. El suelo que pisa el Loco no es el mismo que está bajo el Colgado, es al revés, es un suelo delirantemente fértil. Como todo lo que me fascina.

Curiosamente, describe mis más hondas simpatías y la filosofía en la que más creo. No precisamente porque sea la mía, sino porque es la única que he podido tomar, la que se me está destinada. También creo que (como me demostraba un sueño que tuve hace poco) el destino siempre se puede alterar, o no existe, porque si cambia deja de ser destino como tal... pero en mi caso no optaría por nada más, ya que es parte de mi esencia y todas las pistas indican que debo asumirla.

Las cartas han hablado como hablan los poemas y las teorías. Follia, follia, ¿follis? Dicen que en el origen etimológico de "locura" está el viento. El viento es el símbolo de la locura en poesía por antonomasia. El viento es lo que está en movimiento, el Loco es la única carta que te da la espalda, la razón le muerde el culo.

No tener miedo a la locura. Siempre que parezca que todo está bocabajo, en realidad así es como se supone que debe estar. Para todos es imposible que pueda regir el mismo orden.

Ayer hablaba con un amigo también filólogo y tuvimos ese tipo de conversaciones en las que todo se transforma en literatura. Me contó una anécdota en la que se encontraba en el metro con unos adolescentes despreocupados con sus conversaciones de adolescentes... y sintió simpatía (a lo mejor ternura también) hacia ellos al recordarse a sí mismo con dieciséis años. Luego me dijo que imaginó el encuentro entre ese adolescente de dieciséis y él mismo, el de ahora, y creyó que no se sentiría desilusionado y que le habría gustado en lo que se había convertido. Por mi parte pensé, y le dije, que mi marielena teen realmente es la de ahora, y que mi yo actual tendría que rendirle cuentas a la del pasado, iría con excusas "no se podía hacer otra cosa" y ella mirándome con condescendencia... La de dieciséis ciertamente sería la voz de la madurez y mi caos adolescente mental sólo lo habría conseguido a lo largo de estos últimos años y en base a la experiencia.


jueves, 27 de agosto de 2015

"La autopista del sur" de Cortázar no era realismo mágico

Sino hiperrealismo lógico. En la entrada a Croacia desde la autopista de Serbia, a escasos 4 kilómetros de la frontera, se produjo un atasco monumental en el que me vi envuelta, no inmersa, y que me hizo recordar el dichoso cuento de Cortázar. Cada fase del atasco venía relatada como en el cuento: con sus pausas, sus bocinas, el movimiento migratorio de los pasajeros de zonas alejadas del atasco para llevar noticias... el pasar del tiempo en un estado que recuerda a lo siniestro: porque una autopista está relacionada a la velocidad y no al convite social con el consiguiente estatismo. Que la gente se empiece a conocer e intercambien palabras fuera de sus coches, como si se tratara de un club y no una autovía, es ciertamente extraño, algo que no cumple su función y que traspone otra. Esto básicamente me hizo recordar el cuento, cuando la gente empieza a establecer lazos y la autopista se transforma en lugar transitado a pie con cadáveres de coches abiertos. En los escasos e infinitos 4 kilómetros que no terminaban de suceder la gente se habló con el lenguaje de la impaciencia, sus distintas nacionalidades trascendieron la espera y los oportunistas aprovecharon para demostrar sus mejores artes, por ejemplo hasta hubo quienes vendieron bebidas. Todo esto queda plasmado en algunas fotos que hice en mi estado de espectadora impasible.