El libro murió de muerte natural. Lo concebí ligeramente, como quien espera a su amante que vuelva del bar, lo llegué a vislumbrar tras la cortina de la ducha en medio de un vapor de somnolencia, pero caliente como el limbo; sin embargo, no tuve la precaución de atarlo a la patita de mi cama para que no escapara. Y es un grave error no tratar a la idea como a los globos con helio, la idea es de poderoso éter, elemento brujo, mucho peor que cualquier otro. Y murió de muerte natural, mientras yo imaginaba un restablecimiento de su parte, en la sala de espera.
No debí sentarme a esperar su reanimación. Él esperaba de mi los cuidados de enfermera. Murió de muerte natural. Mi libro murió de muerte natural.
"Toda escritura es una cochinada. Las gentes que huyen de la vaguedad para buscar la precisión de lo que pasa en su pensamiento, son unos cerdos. Toda la gente literaria es cerda, en especial la de este tiempo." Antonin Artaud
miércoles, 20 de marzo de 2013
sábado, 16 de marzo de 2013
Es falsa esta mudanza de plumas
No
escribo de mis vivencias, de mi vida, pero esto, de alguna forma, es
un diario. Recordé, el otro día cuando me sacaba
los calcetines, cómo estos estaban rotos. En los talones,
completamente. Unos calcetines comprados en unos chinos, en Dublín.
Tenían tréboles, la tela no es algodón, está claro, pero parecía
resistente. Me acordé de los calcetines cuando estaban
completos, y del tiempo, más que de cualquier suceso en concreto.
¿Por
qué los pies y sus complementos tienen que ser para mi lo que las
magdalenas para Proust? No lo sé, pero ya incluso viviendo el
momento, cuando no se había transformado aún en pasado, me fijé en
unas pantuflas oscuras y pensé que nunca tendría el valor
de probármelas. Esto no guarda absolutamente ningún significado
oculto.
No
pertenezco a la parte fuerte del mundo, que pisa y se asienta,
construyendo vivencias concretas, recuerdos para marcar en el
calendario. Los momentos me vienen siempre como abrazos que se
aflojan y sueltan. Queda la sensación buena o traidora, pero el
tiempo la juega otra vez. Cuando era niña intenté plasmar esta
sensación de fugacidad con metáforas de momentos-trofeo,
momentos-latas de conservas, etc. Incapacidad para ponerles pegatinas
con sus nombres y archivar, o exhibir. No se puede hacer nada de
esto.
¿Dónde
se encontraría el miedo a la realidad?, se puede reflejar en el niño
que duerme, o en quererse (a uno mismo, al niño de uno mismo) con
desencanto. Podría decir desencanto, o desazón o desaliento y
significaría lo mismo. Es decir, no demasiado, verdaderamente no
significaría gran cosa.
jueves, 14 de marzo de 2013
Clarice Lispector
Las mujeres de ojos rasgados ven hacia
dentro. Las mujeres que tienen los ojos rasgados están predestinadas
a grandes logros... y a paradójicas catástrofes. Una mujer de ojos
rasgados puede ser muy femenina, muy lista y seria, pero esquiva,
ajena, y mientras más quiera uno llegar a la mujer de ojos rasgados,
más se perderá en sus palabras sin llegar a comprenderla. Las
mujeres con ojos como estos son misteriosas, la misma línea del ojo
te hace pensar que en algo estarán tramando. Si el ojo es negro, la
hondura nos hará apartarnos a unos y a otros querer adentrarnos,
fascinados, en torno a ese pozo, forado trágicamente oscuro por el
que nos moveremos a tientas. Algo grande se siente al leer a Clarice
Lispector, la maestra de las sensaciones. Con ella podemos perdernos
en un movimiento, en una acción, y es como si plasmara sucesivos
cuadros, que estuvieran chorreando aún de tinta.
Los cuentos de Clarice Lispector,
conocida como brasileña de origen ucraniano, son como si Cortázar
les hubiera quitado la primera capa de piel a los suyos, congelado
momentos, y se explayara a lo Joyce. Pero sin mostrar la forma en que
se despellejara, aunque el lector puede sentir, un poquito, cómo
quemaría si alguien tirara un poco de su propia piel, hasta exponer
la carne a la intemperie. Nos podemos imaginar a la hermana gemela
talentosa de Kafka, animando a los objetos igual que él y diciendo
cuánto los ama.
Enigmática y trágica, Clarice lo
tiene todo, habiendo sido incomprendida desde temprana edad, rodeada
de escritores realistas de claros argumentos desarrollados
linealmente. No tuvo cabida su personal forma de visión de mundo; si
a alguien le sorprende ahora que ciertos poemas sean tachados de
'extraños' por no llevar rima, imagínense unos cuentos que sean
tachados de impublicables por narrar sensaciones. Un verdadero lirio
entre cardos, podría decirse.
A raíz de leer el otro día un
artículo sobre el libro “Sólo para mujeres” que se ha atribuido
a Lispector al mismo nivel que sus otras obras, he investigado un
poco y parece ser que no está a la altura de su obra global, ya que
los artículos que ella escribía a veces en revistas y otras
publicaciones y en los que se basa dicho libro no los firmó con su nombre y distan mucho en calidad de lo que
ella solía escribir. Siendo que su obra es mucho más que eso, he
pensado en recordarla donde más brillaba, en su prosa viva.
lunes, 4 de marzo de 2013
Visión
Una mujer escritora impactante, pero no de las pasionales. Una que no
se mató, que no se quemó la cara y que no se desgarró. Pero
igualmente chocante. Una que no sufrió en su útero. Una mujer
escritora que se confundiría con Eliot, la contención, o con el
hieratismo.
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