miércoles, 20 de marzo de 2013

Murió de muerte natural

El libro murió de muerte natural. Lo concebí ligeramente, como quien espera a su amante que vuelva del bar, lo llegué a vislumbrar tras la cortina de la ducha en medio de un vapor de somnolencia, pero caliente como el limbo; sin embargo, no tuve la precaución de atarlo a la patita de mi cama para que no escapara. Y es un grave error no tratar a la idea como a los globos con helio, la idea es de poderoso éter, elemento brujo, mucho peor que cualquier otro. Y murió de muerte natural, mientras yo imaginaba un restablecimiento de su parte, en la sala de espera.
No debí sentarme a esperar su reanimación. Él esperaba de mi los cuidados de enfermera. Murió de muerte natural. Mi libro murió de muerte natural.

sábado, 16 de marzo de 2013

Es falsa esta mudanza de plumas


No escribo de mis vivencias, de mi vida, pero esto, de alguna forma, es un diario. Recordé,  el otro día cuando me sacaba los calcetines, cómo estos estaban rotos. En los talones, completamente. Unos calcetines comprados en unos chinos, en Dublín. Tenían tréboles, la tela no es algodón, está claro, pero parecía resistente. Me acordé de los calcetines cuando estaban completos, y del tiempo, más que de cualquier suceso en concreto.

¿Por qué los pies y sus complementos tienen que ser para mi lo que las magdalenas para Proust? No lo sé, pero ya incluso viviendo el momento, cuando no se había transformado aún en pasado, me fijé en unas pantuflas oscuras y pensé que nunca tendría el valor de probármelas. Esto no guarda absolutamente ningún significado oculto.

No pertenezco a la parte fuerte del mundo, que pisa y se asienta, construyendo vivencias concretas, recuerdos para marcar en el calendario. Los momentos me vienen siempre como abrazos que se aflojan y sueltan. Queda la sensación buena o traidora, pero el tiempo la juega otra vez. Cuando era niña intenté plasmar esta sensación de fugacidad con metáforas de momentos-trofeo, momentos-latas de conservas, etc. Incapacidad para ponerles pegatinas con sus nombres y archivar, o exhibir. No se puede hacer nada de esto.

¿Dónde se encontraría el miedo a la realidad?, se puede reflejar en el niño que duerme, o en quererse (a uno mismo, al niño de uno mismo) con desencanto. Podría decir desencanto, o desazón o desaliento y significaría lo mismo. Es decir, no demasiado, verdaderamente no significaría gran cosa.

jueves, 14 de marzo de 2013

Clarice Lispector


Las mujeres de ojos rasgados ven hacia dentro. Las mujeres que tienen los ojos rasgados están predestinadas a grandes logros... y a paradójicas catástrofes. Una mujer de ojos rasgados puede ser muy femenina, muy lista y seria, pero esquiva, ajena, y mientras más quiera uno llegar a la mujer de ojos rasgados, más se perderá en sus palabras sin llegar a comprenderla. Las mujeres con ojos como estos son misteriosas, la misma línea del ojo te hace pensar que en algo estarán tramando. Si el ojo es negro, la hondura nos hará apartarnos a unos y a otros querer adentrarnos, fascinados, en torno a ese pozo, forado trágicamente oscuro por el que nos moveremos a tientas. Algo grande se siente al leer a Clarice Lispector, la maestra de las sensaciones. Con ella podemos perdernos en un movimiento, en una acción, y es como si plasmara sucesivos cuadros, que estuvieran chorreando aún de tinta.

Los cuentos de Clarice Lispector, conocida como brasileña de origen ucraniano, son como si Cortázar les hubiera quitado la primera capa de piel a los suyos, congelado momentos, y se explayara a lo Joyce. Pero sin mostrar la forma en que se despellejara, aunque el lector puede sentir, un poquito, cómo quemaría si alguien tirara un poco de su propia piel, hasta exponer la carne a la intemperie. Nos podemos imaginar a la hermana gemela talentosa de Kafka, animando a los objetos igual que él y diciendo cuánto los ama.

Enigmática y trágica, Clarice lo tiene todo, habiendo sido incomprendida desde temprana edad, rodeada de escritores realistas de claros argumentos desarrollados linealmente. No tuvo cabida su personal forma de visión de mundo; si a alguien le sorprende ahora que ciertos poemas sean tachados de 'extraños' por no llevar rima, imagínense unos cuentos que sean tachados de impublicables por narrar sensaciones. Un verdadero lirio entre cardos, podría decirse.

A raíz de leer el otro día un artículo sobre el libro “Sólo para mujeres” que se ha atribuido a Lispector al mismo nivel que sus otras obras, he investigado un poco y parece ser que no está a la altura de su obra global, ya que los artículos que ella escribía a veces en revistas y otras publicaciones y en los que se basa dicho libro no los firmó con su nombre y distan mucho en calidad de lo que ella solía escribir. Siendo que su obra es mucho más que eso, he pensado en recordarla donde más brillaba, en su prosa viva.


lunes, 4 de marzo de 2013

Visión


 Una mujer escritora impactante, pero no de las pasionales. Una que no se mató, que no se quemó la cara y que no se desgarró. Pero igualmente chocante. Una que no sufrió en su útero. Una mujer escritora que se confundiría con Eliot, la contención, o con el hieratismo.