lunes, 19 de diciembre de 2016

Parias de Javier Aranda o todos los parias que somos

Los títeres están casi desde que el hombre existe, se remontan a las civilizaciones más antiguas... su origen está envuelto de historias y misterios. El mismo símbolo del títere nos hace pensar en la metáfora del control, dominación o posesión. Se hacen muy fuertes para representar los golpes de impacto en la humanidad, es por eso que los títeres que trabajan situaciones de interés social son de los más populares y, por ejemplo, su presencia se ha constatado de viva actualidad con la polémica de los titiriteros censurados hace no mucho... Los títeres también son de por sí poderosos de cara al Misterio, como ventana hacia él y hacia lo siniestro: recuerdo aquellos títeres de Jan Svankmajer en Fausto, los demonios representados de esta forma y rodando o cortándoles los hilos son más que un símbolo, nos evocan algo que todos llevamos dentro. Lo siniestro de un títere es que se emancipe o que adquiera autonomía. Pero los títeres somos nosotros. Cuando los vemos en el escenario sentimos empatía con ellos. Es lo que ocurre en esta obra Parias de Javier Aranda. Se dice que es un espectáculo para adultos porque además de entretener, como es en el caso de los espectáculos para niños, éste adquiere otra dimensión: llegamos a ver títeres que en vez de ser caricaturas son personajes. El fondo negro nos funde con ellos y el interactuar de ellos hacia nosotros fluye natural, incluso en los momentos en que no se rompe la cuarta pared, pero nos hemos involucrado ya en su lenguaje, este lenguaje que incluye música, cadencia, ritmo en los movimientos de un símbolo que danza y nos conmueve. Sí que sentí que los títeres estaban actuando para mi como en un sueño, pero me hicieron reflexionar en muchos sentidos. Erving Goffman, sociólogo padre de la microsociología, nos considera a todos actuantes en un escenario que sería el mundo. Nuestras representaciones, para él, serían no solo conscientes, sino también inconscientes, cuando performamos nuestras actividades para según qué "público" o "auditorio". No siempre esta actuación está delimitada por nuestro carácter o modales, a veces es nuestra profesión o la actividad que demanda determinada profesión, la que hace que organicemos todo un código de actuación de cara a los otros. Yendo más lejos, se trata también de nuestra actitud constante al ser mirado por otros, como ya anunciaba Sartre. Los títeres nos hacen reflexionar en torno a todo esto, si nos detenemos en esta función de Aranda hay tipos de títeres, cada uno cumpliendo una función y nos representan a todos, podemos sentir que son como nosotros performando nuestras propias funciones. Dice Goffman del personaje mendigo, que, casualmente, también vemos representado en la obra de Javier Aranda:
Como un ejemplo más de dichas rutinas idealizadas, ninguno tiene tanto encanto sociológico como las actuaciones de los mendigos callejeros. Sin embargo, en la sociedad occidental, las escenas ofrecidas por los mendigos han perdido parte de su mérito dramático desde comienzos de siglo. Hoy en día, oímos hablar menos de «la argucia de la familia limpia», en la que esta aparece con vestidos harapientos pero increíblemente pulcros, los rostros de los niños brillantes merced a una capa de jabón aplicada con un paño suave. Ya no vemos las actuaciones en las cuales un hombre semidesnudo se atraganta con una sucia costra de pan pues está demasiado débil para tragarla, o la escena en la cual un hombre harapiento persigue a un gorrión para quitarle un trozo de pan, limpia con lentitud el bocado con la manga del saco y, apa- rentemente ajeno al auditorio que lo rodea, comienza a comerlo. También se ha vuelto raro el «mendigo avergonzado» que mansamente implora con los ojos lo que su delicada sensibilidad le impide, en apariencia, decir.A propósito, las escenas presentadas por los mendigos han sido llamadas de diferentes modos —grifts (artimañas),dodges (trampas), lays («expediciones» o correrías para proveerse de alimentos, vestidos, etc.), rackets (timos), lurks(conductas evasivas y furtivas), puches (venta callejera de baratijas), capers (hurtos)—, suministrándonos términos muy adecuados para describir actuaciones que tienen mayor legalidad y menos arte.

No es extraño, pues, que nos imaginemos como sus títeres, intentando salir de nuestras cajas. Cada uno en la nuestra y esperando nuestro turno para dar el show. Pero esta representación, como toda buena representación de títeres, entraña la reflexión por antonomasia del Demiurgo. El hecho de que alguien tire de nuestra espalda o nuestros hilos, o nos motive a reaccionar... en este caso, es un ser equivalente al títere, en Aranda el que los lleva es uno más y se relaciona con ellos, cual metáfora de la sociedad actual en la que el hacedor no se oculta sino que convive con sus marionetas. Pero esto no lo hace más precario, al carecer de un factor místico sigue planteando juegos como el de las matrioskas o una mise en abyme singular, al ponerse el títere con un títere, llevando el juego de títeres hacia el infinito con esta proyección... El títere que contiene al títere nos hace suponer que haya un títere más a ambos lados y que el que vemos llevar al títere sea a su vez títere.

Cada imagen de sus personajes es para reseñar, cada uno tiene un diferente tipo de melancolía, la melancolía de la cantante (que recuerda a la de viejas estrellas hermosas que se enfrentan al espejo cuando la ilusión del pasado las ha dejado ya sólo con los tules oliendo a naftalina) no es la misma a la del ser que se va descubriendo a sí mismo con la luz y que refleja la más honda inquietud de tan solo existir, o el que vive en la pobreza y actúa para ganar. Cada uno tiene la suya propia. El tirano es el personaje más cómico de la obra y su fisonomía, como la de cada uno, nos cautiva en su sencillez. Es curioso que las formas de estos títeres sean tan fuertes, les atribuyo esta fortaleza a la capacidad que tiene un objeto nunca visto para cobrar la forma que uno quiera. Me gustaron y me gustaría ver más espectáculos como éste.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

nomatofilias


Nuestros nombres no son los que hablan de nosotros, hablan de nuestros padres. Así es, pues, que los que dirán algo de nosotros serán los que les demos a nuestros hijos. Si se tratase de nosotros como un lenguaje, sería nuestro código a base de escritura jeroglífica vertical que se lee de abajo hacia arriba.
Este es un dato a tener en cuenta por el buscador de señales, que, a veces, abrumado por el Misterio, olvida lo sencillo.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Nostalgia y gallinazos o cómo los exiliados llueven a veces

Hoy he visto Nostalgia de Tarkovsky y he pensado en la nostalgia de los exiliados, como el protagonista Andrei en Italia, evocando Moscú. Es curioso porque esta semana llovía y escribí esto en instagram.

Se trata del agua también: como vemos en la película de Tarkovsky, que está toda inundada, pero que casualmente tiene una piscina que se vacía en el momento de llevar la luz. Italia y Lima no serán lugares que relacionemos con lluvia, precisamente; sin embargo en momentos así, atípicos, es cuando mejor se abre la puerta al recuerdo, con el consecuente sentimiento de éste (que lleva por título la película).

Si hablamos de Nostalgia juntamente con mi post seguiríamos encontrando muchas similitudes, como es el hecho de la presencia de la fe. En mi post premonitorio cito los versos de Vallejo: "Esta tarde llueve como nunca, y no quiero vivir, corazón" de su poema llamado Heces. Es ciertamente doloroso este título que significa sedimento líquido o desecho, conjuga ambos matices y lo hace más preciso en la imagen a aportar. Heces me recuerda al cáliz, por asociación de palabra, digamos que tiene la misma fuerza y una z final poderosa cuando es en singular. Duelen por sí mismas, estas palabras, que serían como flechas o como espinas. Cáliz utilizado por Jesucristo en "aparta de mi este cáliz", reutilizado por Vallejo como todo en su poesía plagada de Cristos, Marías y demás imaginario cristiano.

Tarkovsky no hace más que mostrarnos al hombre de la fe kierkegaardiano, al loco en Cristo que es el mismo loco social que se aísla de una realidad apocalíptica. La fe en contraste con el mundo de la materia y el protagonista ve en este rebelde a un doppelganger, fusionándose ambos recuerdos, los suyos y los de él, haciendo uno su camino, para acabar con la luz iluminándolos a ambos (el fuego de preferir arder a durar, que diría Barthes, y otra luz, más contenida y frágil). Todo se trata de fe, incluso cuando se trata el tema de la maternidad y de los pajaritos que nacen de ella, las letanías a la virgen del parto y la dedicatoria a la madre del director.

El exilio trae nostalgia, la lluvia nos remueve ese pasado siempre, quizá escucharla nos transporta a ese otro momento en el que no está definido con claridad el sueño de la vigilia, así como son los fotogramas de Tarkovsky, embadurnados de niebla como los recuerdos y la materia de los sueños.

Pero la diferencia entre ambas localizaciones y mi tesitura con la de Andrei es que Lima siempre es triste. No hace falta que llueva, porque nunca llueve en realidad. Ahí no se conocen los paraguas. Lima es el sitio sucio del tabú y la vergüenza. Al poner esa foto con la ropa interior mojándose, también recuerdo el hecho de llamar a la menstruación "enfermedad", de hecho mi madre sigue utilizando esta palabra... La suciedad de Lima es otra, la no aceptación, además de la basura que es comida por los gallinazos, que de tantas epidemias habrán salvado en el pasado. Por eso creía que en el escudo se hacía homenaje a estos buitres, pero no, resulta que son águilas que dispusieron reyes españoles alrededor del año 1500 y algo. Muy triste, porque águilas no nos representan. Gallinazos sí, la literatura peruana está plagada de ellos (recuerdo siempre el cuento que de niña me impresionó de Los gallinazos sin plumas, de Julio Ramón Ribeyro) y no hay símbolo más fiel. Gallinazos, suciedad y paradoja de lo que salva, ésta es la verdadera esencia de la ciudad.

domingo, 13 de noviembre de 2016

La del chico que quería ser pintor

Cuando el chico salió de la prueba, quedó con su amigo para contarle que creía que había ido todo bien. Su vida era el dibujo, la pintura, las acuarelas y los pasteles. Si tuviéramos en cuenta su situación personal podríamos decir que era coherente con su mundo interior, para él la realidad debía reflejarse tal cual era. No había distorsiones...
-¿Qué tal ha ido?
-Yo creo que estoy dentro, ya sabes que sólo me dedico a esto, la gente dice que tengo posibilidades...
Su madre le apoyaba. Los hijos siempre salvan a la madre. Su padre era más implacable, cómo no... Un artista en la familia no era algo de lo que sentirse orgulloso... La misma situación que se puede encontrar en todas partes: Bellas Artes es la carrera más incomprendida, quizá, de entre todas las carreras; lo era en el siglo XIX, en el XX, y lo sigue siendo en el XXI.
Pero eso al chico le daba igual, estaba empeñado en conseguirlo.
Se costeaba sus materiales, vendía postales, pintaba paisajes todos los días, incluso imitaba cuadros y los avejentaba para sacarse un dinero extra... Sí, pudo vender bastante y acumular mucha producción.
-¿Por qué nunca pintas personas?
-¿Para qué? ¿No es más bonito el paisaje, o este palacio?
No pintaba personas. No sabía que esto sería un punto en su contra, a la hora de recibir la calificación final del examen. Ese sería su punto flojo, porque claro, él era copista. Pero cuando hacía algún rostro se negaba a dibujarle nariz o boca o incluso ojos... Se llegó a retratar a sí mismo sin rasgos faciales, cara sin rostro, sin querer bordeando lo simbólico. Resaltaba aún más por el hecho de que sus edificios eran concretos, precisos, con múltiples detalles...y sin embargo lo humano se le resistía. Si hubiera imaginado que esto lo conectaba de alguna forma con el arte degenerado que odiaba... Pero simplemente lo hacía porque los dibujaba a todos iguales, no podía encontrar una distinción incluso entre él y los demás. Se esforzaría en marcar esa autonomía, encontrándose en los versos, en la música, en la pintura figurativa. Creía que estaría ahí, distanciándose de las nuevas corrientes, existiendo mediante la oposición.
-Cuando dibujo no necesito nada más. Quisiera encontrar la forma de permanecer en este estado para siempre.
Pero su calificación fue insuficiente. No reunía las cualidades necesarias para ser pintor. El chico que vestía humildemente y llevaba su carpeta repleta de dibujos... todo su cargamento de esfuerzo, papeles y mudanzas.
-¿Qué ha pasado?
-La Academia está absorbida por la nueva corriente de arte moderno, estúpido, sinsentido...
Tiempo más tarde, y tras no poder, tampoco, hacerse arquitecto, decidió unirse como soldado en la Primera Guerra Mundial; ahí, en Alemania tampoco dejó de lado su afición el joven austríaco. Las trincheras le inspiraron y los poemas y su producción pictórica continuaron... Pero por dentro lloraba algo en él que ya no sería lo mismo; él sentía que habían truncado injustamente su futuro, él no quería ser político, pero las puertas del arte que le fueron cerradas no le dejaron otra opción. Su rencor fue dirigido hacia todos, el rostro global tenía la culpa, el rostro sin rostro. Y la Academia, esos malditos de arte degenerado. La historia la conocemos... la del chico que quiso ser pintor y al final fue Hitler.

miércoles, 19 de octubre de 2016

El niño puede pasar, usted no

Mortal y rosa es el libro que releo cuando estoy originando un niño, dicho genéricamente y no como hombre o mujer, sino como el niño de Umbral, que era todos los niños. "Es falsa esta mudanza de plumas, pero mi hijo será hermoso" dice el verso de Watanabe y al mismo tiempo se me columpian las palabras de Umbral, para quien su hijo es como el cerdo colgado de la charcutería, con su alma pendiendo de alguna parte. Las páginas cobran un nuevo sentido al ser releído en clave biográfica: teniendo en cuenta que al inicio de esta especie de diario (o monólogo con su hijo confidente, conversación nunca acabada) el padre no tenía la consciencia de la muerte inminente del niño. Se puede ver mejor cómo va mutando la prosa de Umbral y se hace desgarradora como las tiras de su carne que se desprenden en forma de tiempo, así le empieza a sangrar, mientras escribe para dejar a su otro yo aturdido, al muerto, pues afirma resignado que será su compañero hasta el fin. Además de esta percepción lacerante del tiempo se ahonda también en que la ausencia del niño es la ausencia de todo lo que pueda significar juego y luz, reencontrarse con su paraíso perdido, con una promesa o esperanza. Al desaparecer esta posibilidad de reconciliación el autor se vuelve sombrío pero poético, más aún, más musical, tornando el libro en una elegía, un canto que no era tal: un inofensivo comienzo como de reflexión va tomando desprevenido al que lo lee dejándonos tras un final de una obra maestra insuperable: esa carne colgada o esos patos de los que le quiere contar, nada más. "Hijo, un día vi un pato en el agua. Quería habértelo contado. Hacía sol, estábamos en el campo, y el pato estaba allí, al sol, en el agua. Era blanco y no muy grande ¿sabes? Nada más eso, hijo. Sé que es importante para ti. Para mi también. Te escribo, hijo, desde otra muerte que no es la tuya..." Luego sólo le queda mecerlo para que se vuelva a dormir, pero para nosotros es una permanencia en la que no queda más que tristeza: la del infierno que describe Umbral, junto con Dostoviesky o Camus, el del sufrimiento infantil. Esto tiene su revés en el mundo del niño vivo: "Tropiezo cosas que dejaste caídas, deshago con los pies, involuntariamente, un resto de tu juego ininterrumpido, y la pizarra me mira con su negror, pero tomar una tiza y escribir en ella una letra o dibujar un lobo, sería convocarte, estremecer el mundo de ondulaciones, y no me atrevo a hacerlo". La vida entonces se pierde a sí misma al perder al niño, un niño entre otros tantos, aparentemente inofensivo, pero capaz de conectar con un mundo al que a Umbral le estará vedado por siempre jamás.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

de madres y asesinos en serie

La madre de John Joubert, el asesino de Bellevue, aparte de impedirle ver a su padre, también le prohibió tener los amigos que él quería. Quizá le diría que eran mala influencia... como quien analiza a los demás de formas bastante fanáticas. Eso termina jugando en contra de quien pretende controlarlo todo. Quizá sentir la responsabilidad de que el hijo "se te escapa" del buen camino y ver "la libertad" como un impedimento para que este hijo haga "el bien" (el bien que cree esa madre que es).

Cuando sea madre no sentiré que estoy haciendo lo posible porque mi hijo vaya por "el camino correcto" porque eso no existe. No seré lo suficientemente presuntuosa para pensar que todo lo que él hace está equivocado y que yo soy la buena madre que sabe qué es lo que está bien. Mucho menos por seguir la religión de forma hiperbolizada, hasta el punto de radicalizar el dogma y dejar de lado las intenciones humanas.

Cuando sea madre acompañaré a mi hijo en lo que sea, sin juzgar comportamientos ni adelantar opiniones pensando que le leo la mente. Hay madres que se quedan con prejuicios de los hijos y recuerdan anécdotas de cuando eran niños y las extienden a lo largo de toda la vida, como si eso pudiera definir una personalidad. Pretendo no tener una idea fosilizada de mi hijo, sino ir evolucionando esta idea con él, porque mi hijo cambia, porque no es el mismo a los 3, a los 12 o a los 34. Creer que lo conozco sólo porque lo he parido y recuerdo un par de historias de cómo era cuando iba al colegio es demasiado presuntuoso y también estúpido. No quiero ser esa madre. No quiero dejar de conocer a mi hijo.

También me gustaría que mi hijo en su infancia tuviese sueños apacibles en los que su madre no se desdoble en una hermana gemela y que él tenga que luchar en cada sueño por saber cuál es la verdadera. Espero no llegar a desconocerlo hasta el punto de inventarme personalidades, enfermedades o demonios para él. Quiero que esté a salvo de la amenaza que una propia madre puede representar para la estabilidad mental de su hijo. Todo lo que Joubert no pudo tener, por poner un nombre cualquiera. No todos llegamos a asesinos en serie.

sábado, 13 de agosto de 2016

¿Caos o Cosmos?

No es una conspiranoia, pero resulta misterioso que aún hoy en día no se hable de lo horrible que es un embarazo. Intentando salirnos un poco de los lugares comunes y tristemente naifs como los de "la dulce espera" podemos indagar en algunos referentes del peso de Julia Kristeva, quien considera al embarazo como una forma institucionalizada de psicosis. Se habla de la escisión y externalización, ¿qué otro drama puede llegar a ser tan hondo como el de la formación, esta vez más allá de metáforas, una formación cárnica del sujeto? Pero aún así, para Kristeva esta psicosis es positiva, la pregunta de 'mi yo o el otro' puede llevar a conceptos altruistas de renuncia y sacrificio, todos muy elevados. Y el yo fragmentado que se da en la embarazada es una fuente de creatividad.
Oh, pero no hay que olvidar el sentido primigenio de la palabra embarazo: impedimento, dificultad, obstáculo. La embarazada siempre se ha visto como este ser lisiado, aún sin querer tocar todo lo que de abyecto guarda en ella: como la menstruación, el embarazo es tabú según para qué cosas. Se trata de nueve meses que se ponen a una persona entre corchetes, sólo cabe focalizarla como receptáculo. Por otro lado no sé qué es más nocivo: si la literatura del siglo XIX que veía una aberración en el cuerpo de la mujer embarazada o toda esta moda del siglo XXI en el que las barrigas al aire pretenden reivindicarse como símbolo de poder, fotos de estudio y pinturas corporales para decorar la guinda de este extraño pastel de engreimientos. Me resulta igualmente siniestro, el no hallar esa naturalidad sobria y cotidiana de quien habla de lo feo con impunidad, porque debe ser así y no todo tiene por qué ser obligadamente una película feliz de mediodía en la que todos se despiertan bien peinados y sin olor.
Quizá el principal problema venga de la presión por lograr esta sociedad de triunfadores, en la que el dolor, lo extraño y lo que no es admirable o envidiable no tienen cabida. Y esto lo podemos ver en absolutamente todo: se presume de los bienes y de lo que va bien, mientras se silencia lo que tenga que ver con la tristeza, la fealdad o el padecimiento.
Si bien, Kristeva trata esta teoría de la maternidad sin culpa, no es ajena a la tragedia que se vive en la escisión, la crisis de la identidad, una lucha de energías en la que aunque no se trate de la pugna contra un monstruo (quién sabe) sí se trata de una entrega desinteresada hacia el desconocido. Toda esta imagen que muestro como en un cuadro romántico de abismos a lo Friedrich no tiene que ver con la armonía y belleza que pretenden crear cuando entronizan a la fecundidad como diosa gorda de anchas caderas, bastante tribal y poco inteligente, poco más que una vaca. Identidad femenina como mujer-madre-naturaleza. ¿Pero es realmente cosmos y no caos toda esta maternidad?
Shulamith Firestone (seguidora de Simone de Beauvoir y feminista del siglo XX) decía que el embarazo es una atrocidad. Pero no se refería a la trampa de la maternidad de la que hablaba su predecesora, que veía que todo esto atentaba contra la "independencia" de la mujer. Sino del hecho en sí, el cagar una calabaza, como pregona la afirmación que le atribuyen. A partir de las mujeres de esta época ya se podía atrever uno a desacralizar la visión primorosa del embarazo en sí. La vida ciertamente es un gran regalo y el mayor de todos, pero está claro que no surge de un anuncio de toallitas húmedas.

martes, 12 de julio de 2016

A Heliogábalo

El decadentismo
El decadentismo es el transformista que tortura con una rosa
con la cantidad que te destroza por pura belleza
en su perfume y color
no hay más tortura que la que te entra por los ojos.

Dime, Heliogábalo, lo de las rosas:
¿por qué esta forma tan cruel?

Sé que tu rebelión no es fecunda
pero sé que así son las rebeliones más fuertes
están entre la sangre y las letrinas
ahí donde se esconde tu final:
vas a morir abyecto como viviste
pero superándote, si es que se puede
más sucio, más cobarde.

Hay contradicción en la rebelión de los cobardes
pero los impulsos más obscenos
más geniales
y grandilocuentes
siempre tienen que ser lucha de opuestos
en un duelo por la carne
quien aparenta que olvida el espíritu
y no está loco.
Las rosas de Heliogábalo, de Lawrence Alma-Tadema 

miércoles, 15 de junio de 2016

Taxidermia

Me gustaría ser taxidermista y escritora. Me gustaría tener un bebé, ser una taxidermista-escritora, leer en mis ratos libres, volver a estudiar ruso y perfeccionar el francés. Me gustaría dedicarme a la escritura sin miedo a ser leída, pero esto parece ser un oxymoron ¿cómo no tener pudor si uno escribe de sus vergüenzas? Desollar un cadáver para que parezca presentable como hago con cada una de estas entradas, quitándoles las vísceras, dejándoles sólo la carcasa. Maquillar un poco aquí y ahí, algo de relleno de algodón. Qué bonitas piezas, cuánto decorado.

Yo me escondo detrás de esta calavera, que no es la mía.

Fotograma de "Taxidermia" de György Pálfi

miércoles, 8 de junio de 2016

Fechas equivocadas

El otro día me sorprendí a mi misma ¿decepcionada? o ¿desesperanzada? por no poder conocer de antemano mi día de fallecimiento. El de nacimiento lo celebramos año tras año intentando pensar en que no está ese otro día y sin querer estamos celebrándolo con sonrisas y regalos al otro, al opuesto. Porque cada año perdemos un año de vida y ganamos un año de muerte, la dirección nos va acercando hacia esa otra fecha. Lo más justo sería conocerla, prepararla y celebrarla con la desacralización que se merece.

Es mucho más importante.
Inminente.
Tiene más poder sobre ti.

Que yo recuerde, la Muerte como personaje está en todas partes si tenemos en cuenta historias e historietas. El Nacimiento como personaje no lo conozco. No es lo mismo decir Vida, porque ese canto al origen y a la naturaleza no es el equivalente exacto del momento de nacer, como lo es la guadaña al momento de morir. Dar y quitar. Muerte como estado pasivo es el opuesto a Vida como estado que siempre es. Pero el del alumbramiento no es un personaje que nadie haya querido recuperar... es tan instantáneo y se queda tan atrás en la memoria.

A veces siento que celebro el día equivocado.

Que hay otro más importante.

Cada año que pasa y vivo en ese día que no conozco... ¿No he sentido un cosquilleo especial? ¿No será un día, quizá, en el que la muerte siempre me haga sentir de determinada forma, haciéndome caer tazas o en el que una vena de mi ojo se pronuncia más de lo normal?

Vivir cada día con un extraño presentimiento. Así, mis plantas son un exceso, cortarme las uñas un insulto, mis cereales de la mañana una vil provocación.

martes, 24 de mayo de 2016

Ojos y buitres

"Los ojos son lo más acuático que nos queda de haber nacido del agua" 
Francisco Umbral

Los ojos de los muertos es la peor de las visualizaciones. Cuando uno es consciente de los ojos, de la existencia de sus propios ojos, puede ser consciente de la ceguera, la posibilidad de la pérdida de estos y el mundo de la oscuridad sin sombras. Vi un gato muerto alargado como una vaca en medio de la carretera y era un gato de ojos desorbitados, la boca y los ojos no eran de este mundo. El gato (o la vaca) daba muchísimo miedo exclusivamente por los ojos, de un amarillo purulento. Yo no quiero más ojos abiertos, pensé, y que tengan que cerrarse a mano todos los ojos que se quedan muertos es una tarea siniestra para los allegados, es terrible, pensé en ese momento. Los párpados son inútiles a la hora de la muerte cuando ésta es imprevista, deberían estar mejor preparados, no es posible que se tenga que cargar con esta imagen traumática por el resto de nuestras vidas. No compensa. Y eso que yo sólo vi un gato.

Bataille creía en la seducción de las formas redondeadas y la importancia de los ojos. Los ojos como huevos blancos y duros, ahuevados en la punta cuando tienen ganas de salirse. La única de nuestras superficies que se nos resiente a nosotros mismos y que escapa de nuestras manos; hasta el final no nos pertenecen, pero nos atacan. Mirar a los ojos es la máxima expresión del conocimiento de una persona, si no les vemos a los ojos no sentimos que les conocemos. Cuando conocemos a un ciego quizá imaginamos su mirada, les adjudicamos la misma mirada ausente, de cuencas para adentro, por eso es que todos los ciegos se nos parecen y alocaban a Sábato. Nuestra calavera juega con esos ojos al misterio de ocultarse, la última de nuestras máscaras. Los ojos no juegan bien ni se ocultan tan bien. Las calaveras sí, las calaveras son la última máscara, nuestro último disfraz, dice Umbral.

Todo esto parte de una interpretación afectiva, incluso en la descorporeización de la realidad hallo cuerpos. Artaud lo hace en sus poemas, Bataille juega con ello también. ¿Qué diría Rilke del fin? Caducidad y rosas. Contradicción y rosas. Epitafios que parecen bonitos pero conllevan la orfandad del mundo.

Marrones, azules, verdes, negros, grisáceos... todos blancos al final. "Si cuando vivos somos diferentes, en cambio todas las calaveras se parecen" dice José Emilio Pacheco. Lo mismo con nuestros ojos, espejo incapaz de reflejar extinta la llama. Hablando del poeta mexicano, leyendo sus islas vi que también le rondaba la temática animalesca como a mi, y, sorprendentemente, tiene un poema sobre el zopilote, buitre negro de Latinoamérica. O como es conocido en Lima, gallinazo. Siempre recuerdo el cuento de Julio Ramón Ribeyro "Los gallinazos sin plumas" cuando imagino a este animal ahora lejano para mi. Me identifico con su oscuridad y su basura, de ser un animal quizá me reencontraría en la Costa Verde con algunos de ellos. Qué cruel final, cuántos ojos imagino ahora.

martes, 10 de mayo de 2016

Mise en abyme



La cosa es bien simple: hay una transgresión, un mundo acuático con poca agua y unos seres acuáticos que viven y respiran lo mismo que nosotros sin dificultad.
Quizá no tienen branquias. Quizá lo que nos señalan es sólo su viscosidad.

Yo saco una bolita negra de entre mis dientes y se la enseño a mi madre. Es muy pequeñita y la deposito en una pecera. En esa pecera ya hay otros peces y mi bolita resulta ser un pez que se convierte en el más fuerte de todos. Lo reconozco por sus aletas. Pero esa pecera se transforma en acuario y los peces pasan de ser negros a grises y con grandes cabezas que asoman fuera del agua con esas caras inexpresivas de los peces plateados que amontonan en el hielo de los supermercados. Se disponen en hilera y mi antiguo pez se confunde, ya no lo logro distinguir. El acuario se transforma finalmente en piscina. Los peces son seres humanos mutantes con consciencia de mutación y sus partes corpóreas son como de quita y pon, algunos tienen sondas para vivir. Es decadente, están tristes y su autocompadecencia viene del hecho de que se creen inferiores a los seres humanos sin mutación. Yo les intento hacer ver que incluso quienes no somos mutantes también padecemos taras y enfermedades.

En este sueño mío me llama la atención la progresión pecera-acuario-piscina, y la progresión pez negro-pez gris-ser mutante horrible o más aún, puedo ir más lejos y hacer una progresión de cuatro en lugar de una progresión de tres si incluyo la bolita y mi diente como primer germen y primer receptáculo respectivamente. La visión de los seres mutantes saliendo de la piscina, mostrando sus extremidades, desencajándolas y enarbolándolas, genera escalofríos en mi ser durmiente. Le corps morcelé de Lacan me indica que lo que estoy soñando se puede aplicar al mundo. A veces sueño con casas y pasillos, pero esto es lo mismo, supongo (una forma de representar al organismo). Los seres acuáticos son símbolo de lo frío y el agua, como he dicho, no era abundante, eran híbridos. Es mi yo espejado con distorsiones, mi yo fragmentado en partículas de viscosidad.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Soledad y silencio

Los ancianos empezaron a crecer.
Crecían en los arbustos, en las calles, en las madreselvas, en las esquinas. Invadían los rincones, las aceras hasta el punto de no poder transitarlas (si alguno se ponía en medio ya no había opción: la acera entera estaba tomada). Los bastones contaban doble, los sombreros remarcaban su calidad de ejército. El uniforme gris y el paso marcial. Un día subí al autobús y todos los asientos eran verdes. Los ancianos subían y subían despacio y no paraban de tictaquear*, llevaban sus carros de la compra o bolsas y neutralizaban a todo aquel que no fuera anciano a su alrededor. Con una soledad tristísima de polvo y de casa de los años cincuenta, vacía y acarcomada**, los ancianos peregrinan su naftalina hacia el exterior, se sientan y de pronto todo se vuelve gris. Los ancianos empezaron a crecer, de la noche a la mañana, crecían en la maleza, en los tréboles, en los dientes de león, en los champiñones, en el musgo y en todo lo verde de los electrodomésticos antiguos, junto con el óxido de su metal. En los ambulatorios alguna vez se trataron las personas de sus enfermedades, ahora sólo penan algunos fantasmas sus pantuflas con el reloj y el silencio, cada uno un pasillo. Los ancianos crecían en todas las listas de espera y en las colas de los bancos que confiscaban sus bienes. Soledad es la hora del otoño en el que se resisten a caer y se esparcen como las hojas. Según el Instituto Nacional de Estadística si se mantuvieran las tendencias demográficas actuales, España perdería un millón de habitantes en los próximos 15 años y 5,6 millones en los próximos 50 años. El porcentaje de población mayor de 65 años, que actualmente se sitúa en el 18,2% pasaría a ser el 24,9% en 2029 y del 38,7% en 2064. El número de defunciones ha superado por primera vez al de nacimientos a partir del 2015.



*tictaquear: hacer tic-tac
**acarcomado: embadurnado de carcoma

foto de Bárbara Blay



viernes, 1 de abril de 2016

Aforismos de la espesura II

Abriles que se vuelven perezosos, de un viento poco primaveral, abriles que ni Eliot hubiera imaginado de crueles, que ocultan treinta días de tedio anaranjado, cénit permanente, y que pasan sin pena ni gloria buscando una venganza como quien se toma un té porque no le gusta el café. Las mariposas han abandonado a abril hace tiempo y los almendros ni te digo. Abril es el mes de la procesionaria y sus gusanos, abril se ha hecho explícito.


jueves, 31 de marzo de 2016

Aforismos de la espesura

"¡Que a éste llamen mundo!... Hasta el nombre miente. Llámese inmundo y de todas maneras disparatado" Gracián.

Todo lo que vivimos en un momento presente como azul perfecto, amarillo nítido, verde brillante, en un futuro siempre acaba marronáceo. Todos los sentimientos más puros que se sienten en una relación, después, con el tiempo y vistos en perspectiva no son lo ideales que parecían, son anodinos como hongo de nevera, como reloj guardado en el bolsillo en su mejor hora. Por eso uno cree que lo que está viviendo es lo más extraordinario de su vida cuando aparece ese color brillante delante de sí y lo obnubila con sus serotoninas: no recuerda que cuando se mezclan todos los colores siempre sale ese mismo marrón amaderado, que descubríamos cuando pintábamos con los dedos.


jueves, 24 de marzo de 2016

Confeccionarse una vida con lucidez o no hacerlo

Es un fenómeno social que descubrimos al ver fotos de viajes en las redes sociales de las personas. Creo que podría definirlo como ingenuidad a la hora de confeccionarse una vida.

Todos hemos leído alguna vez ese tipo de arengas a darnos cuenta de la falsedad de lo que se muestra a los demás en internet. Pero lo que más me extraña son las fotos en sí, no la intencionalidad, porque ésta suele ser evidente y no me interesa criticarla aquí.

Las fotos en sí muestran una carencia de estilo, sin necesidad de tener que ser fotógrafos, una carencia de ganas de vivir. Lo que yo entiendo por vivir no es hacer deportes de aventura y "vivir al límite", no me refiero a la adrenalina en vena, sino a aprender distintas realidades adentrándose en ellas. Es decir, preferir una vida corriente en un territorio que no es el habitual de residencia, en vez de retratar aquella iglesia parecida a tantas otras iglesias, aquella plaza parecida a tantas otras y aquellas montañas, como unas montañas cualquiera, junto con esos monumentos que ya tenemos en las postales.

Por tanto, me parece interesante cuando se inventan otras vidas en internet, la fantasía la valoro bastante. Presumir también me hace gracia si es que lo hacen con estilo o con suma ridiculez (con conciencia de ello suma puntos). Pero colgar fotos anodinas no creo que sea una buena opción para darse a lucir. ¡Con lo que se puede hacer de esas fotos! Esas fotos podrían ser de los insectos que uno casi pisa, de las personas con las que uno ni entabla contacto directo pero que pintan la ciudad, de las actividades que realiza según su propia visión...(esas imágenes que cuentan historias en las que el enfoque lo es todo).

Afortunadamente he podido viajar por distintos lugares y me da pena cuando veo gente que se ha podido ir a un sitio y hace la ruta turística en vez de probar a vivir cotidianamente en ese nuevo lugar como si viviera en su casa. Así han sido mis viajes, para poder jugar a vivir otras realidades, sino, ¡no tiene gracia!
¿Cómo viajas?
Visitas turísticas típicas
Intento hacer cosas nuevas y originales
Hago mi vida corriente pero en un nuevo contexto

  
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domingo, 20 de marzo de 2016

Capítulo 4 Proteo en la mente de las personas

En el pasado me dijeron que la gente iba pensando por ahí que yo tenía aspecto de matar gente, creo que es un rasgo de mi apariencia que ha ido disminuyendo o se ha ido domesticando, eso lo sé, porque ahora soy tan sólo una antipática más. En el inicio de los tiempos me enteré que otra gente de mi edad decía que yo era "sádica", lo cual para gente menor de trece años es un apodo bastante gracioso; quién sabe qué entendían los niños por "sádico".

La gente suele decir: "preferiría tener una muerte rápida".
He llegado a pensar que nunca cambiamos aunque creamos que lo estamos haciendo. Visualizaba el momento final en nuestras vidas en el que uno se está despidiendo de su propia mente, mientras ésta se va apagando... creo que preferiría una muerte lenta y dolorosa a una muerte rápida e indolora si es que ésta no permite el momento de clarividencia a la hora de despedirse de uno mismo. Está claro que esos microsegundos de muerte rápida también pueden medirse de otra forma y poder desplegarse (desdoblarse como papel plegado) representando toda nuestra vida frente a nosotros, pero yo preferiría, además, contar con la conciencia plena de irme apagando. No sé por qué, pero intuyo que todo lo que creemos que hemos ido logrando, nuestras grandes empresas y enseñanzas debidas a la experiencia, no son gran cosa para alterar a lo inamovible/esencia/destino. Siento que cuando vamos avanzando hay dejavus de reconocimiento de caras y edificios porque todo eso está ocurriendo al mismo tiempo en distintos planos de la existencia y si son tan fuertes viene de chispazo esa reminiscencia... así como nos estamos muriendo estamos viviendo la infancia y los momentos traumáticos todo al mismo tiempo. Si esto es así, lo que sentimos como mutaciones cuando experimentamos esos cambios que vemos como grandes...solo son diapositivas de un aparatito de esos con los que jugábamos poniéndolo frente a nuestros ojos y cambiando de imagen una tras otra. ¿cómo se llamaba? Voy a buscarlo y a pegar la imagen aquí:
Nos creemos como Proteo, pero nunca llegamos a la verdadera transmutación. Aunque la gente mayor y sabia crea despertarse cada día siendo una persona nueva. Oh, lo siento por la noticia, todo es lo mismo, miren el disco desde afuera.

martes, 2 de febrero de 2016

Los gestos de la Biblia

A diario performo el Nuevo Testamento:
Si doy besos, son besos de Judas;
la confraternización se me antoja un doloroso trámite
lleno de muecas que son moneda de cambio.

Cuando debo indignarme por las injusticias sociales,
la muerte, lo precario...
(toda la seriedad)
me lavo las manos como Poncio Pilato.

Y sólo me rasgo las vestiduras
ante los atropellos estéticos,
recordando el gesto de Caifás,
soy Suma Sacerdota de la tontería.



Escena de "Un homme qui dort"

miércoles, 27 de enero de 2016

De lo patético

A nadie le gusta asomarse a esos reinos.
Pero si un escritor no escribe de sus vergüenzas,
¿Es que en algún momento de su escritura puede ser
verdaderamente libre?

Cuando estoy a punto de dormir
surgen esos versos con mayor claridad,
con una claridad de tubería estancada.

Sólo me rebelo ante el castigo a mi nariz,
así huele el patetismo,
es la consigna.




Escena de "El festín de Babette"


miércoles, 13 de enero de 2016

Lucky y Pozo

Esto se trata de una imposibilidad. Las hay negaciones, contra las que nada puede uno interponer. Mi parte más ficticia es otra persona. Pienso en Sartre y según sus términos, para mi el otro es objeto porque yo soy quien lo mira de mis cuencas para adentro. Y ahí, dentro de mi, el otro es mi parte más ficticia. Porque todo lo que toco y siento es más real que el otro, aunque el otro me roce o me hable al oído, siempre está en otra galaxia, porque tiene un pozo (no me refiero al sedimento, sino al pozo, a la oscuridad hundida, gigante, capaz de albergar cualquier misterio, y todos tenemos misterios, todos tenemos pozos...) y porque esos seres etéreos dentro de él, que él ni siquiera ve, lo mantienen alejado de otras entidades concretas... Y así, unos con otros. Por eso, aunque pasen mil doscientos años seguiremos sin conocernos. Por eso estamos solos y sin luz para orientarnos. Cada quien con sus fantasmas.

martes, 12 de enero de 2016

continuación de mi post anterior, no hay una línea 2015-2016

Decididamente, hay una relación muy fuerte entre este poeta simbolista español y el existencialista francés, amigo de Sartre. Éste último cuenta en "Merleau-Ponty vivant" de dónde venía la famosa frase sobre la infancia incomparable: "Merleau me dijo un día, en 1947, que jamás se había curado de su infancia incomparable. Solamente la edad pudo expulsarlo de esa felicidad profunda. Pascaliano desde la adolescencia antes de haber leído a Pascal, experimentaba la singularidad de su persona como la singularidad de una aventura: cada uno es algo que llega y se esfuma no sin haber trazado las nervaduras de un porvenir siempre nuevo y siempre recomenzado. Qué era éste sino el paraíso perdido: una fortuna loca, inmerecida; regalo gratuito se convertía, después de la caída, en adversidad, despoblaba el mundo y lo desencantaba desde un comienzo. Esta historia es extraordinaria y común: nuestra capacidad de dicha depende de un cierto equilibrio entre aquello que nuestra infancia nos ha negado y aquello que nos ha concedido. Privados o colmados de todo, estamos perdidos. Existen, por cierto, infinitos destinos, el de Merleau fue el de haber ganado demasiado pronto. No obstante, era necesario vivir, hacerse hasta el final como el acontecimiento lo había hecho. Uno y al mismo tiempo otro, en busca de la edad de oro".

Los recuerdos de la infancia aparecen dorados de melancolía y tiempo, en el poema, quizá, más representativo que aúna todos los elementos de la nostalgia machadiana, "El poeta visita el patio de la casa en que nació" donde se puede apreciar cómo la infancia es casi un sueño, algo escurridizo: "El limonero lánguido suspende una pálida rama polvorienta, sobre el encanto de la fuente limpia, y allá en el fondo sueñan los frutos de oro...
Que tú me viste hundir mis manos puras en el agua serena, para alcanzar los frutos encantados que hoy en el fondo de la fuente sueñan."
Esta melancolía es de mes de abril, de amarga tierra, por ejemplo en "Nevermore" asocia a este abril primaveral de una forma que nos recuerda a Eliot en "Tierra Baldía". Eliot es quien, precisamente, en "Cuatro cuartetos" canta a la infancia perdida en un entorno alegórico similar al Machado que sitúa su fuente dentro del entorno del jardín y que lo adorna con flores:

"...Lo que habría podido ser y lo que ha sido tiene un solo término, que es siempre presente.Resuenan pasos en la memoria a lo largo del corredor que no hemos tomado, hacia la puerta que nunca hemos abierto, en el jardín de las rosas....Otros ecos pueblan el jardín. ¿Los seguiremos? Pronto, dijo el pájaro, hállalos, hállalos, en el rincón. A través de la primera puerta, en nuestro primer mundo, ¿seguiremos al engaño del tordo? En nuestro primer mundo....Y la celada mirada pasó, porque las rosas tenían aspecto de flores miradas. A lo largo de la avenida vacía, hasta el macizo redondo para mirar el estanque seco. Árido el estanque, seco el cemento de oscuros bordes, y el estanque se llenó de agua por la luz solar y la superficie brilló por el corazón de luz, y ellos estaban a espaldas nuestras, reflejados en el estanque.
*  *  *
Ridículo el triste tiempo vano que se extiende antes y después."


El tiempo es aquello que se repite monótono y es uno y lo mismo cuando salimos de ese jardín. El tiempo deja que podamos ver reflejados estos recuerdos, frutos dorados de la infancia, sólo a través de espejismos o aguas que son tan intangibles y sin contornos que nos dejan una sensación a irrealidad, a leyenda, como el mismo recuerdo poco nítido de otra edad, completamente inasible, de fruto reflejado.