miércoles, 23 de diciembre de 2015

No una vida pintada sino una pintura vivible*

"La littérature c'est l'enfance enfin retrouvée", así sentencia Bataille y gracias a esta frase se pueden hacer infinitas asociaciones... algunas de ellas podrían tener que ver con la memoria, la muerte, el mal, el juego, la anarquía, lo salvaje; la literatura en medio y los demás conceptos girando alrededor y que harían pensar en una equivalencia literatura=infancia que nos trae a la mente distintos autores, además de Bataille y sus parientes malditos, y nos lleva hasta Gombrowicz y su tema de la inmadurez...

Bataille en el prefacio a "La literatura y el mal" nos plantea ya de entrada el tema de la infancia, lo salvaje y la literatura, guiándose de Baudelaire, para quien el genio era "l'enfance retrouvée à volonté": para Bataille sólo la infancia es el espacio en el que se puede acceder a la verdadera poesía, por su calidad de salvajismo. La infancia como la de Heathcliff y Catherine, ejemplo del animismo más puro y lo salvaje como símbolo de maldad (maldad en el sentido en que la entiende Bataille, característica "hipermoral") y también como lo que es un valor absoluto, sin convenciones, como el amor de los personajes de Bronté. La poesía es libre y salvaje como la infancia. La literatura es de esta forma, sin ataduras; es así como nos encontramos, otra vez, con nuestra esencia infantil, o nuestra inmadurez, como diría Gombrowicz (a pesar de que Gombrowicz a veces habla del término "poesía" para referirse a una idea más bien negativa y que entronca con su oposición a la crítica y a la pintura, por ejemplo).

Sin embargo, Bataille termina por lanzarnos una pregunta demoledora: ¿Qué verdad sería la de una infancia que gobernara? Suena a contrasentido, ya que la infancia precisamente es la anarquía, el anti-gobierno. Es así, pues, que tampoco la infancia podría enarbolarse como legítima, ya que perdería su esencia transgresora. Al otro lado tendríamos a Gombrowicz, para quien el patriarcado debe ser desmontado en favor de una filiatría.

La infancia gobernaría de forma anti leyes y promulgando la libertad, tumbando los límites del individuo, donde la palabra "juego" sería la clave para todo. El juego mayor, la impostura y lo naif. Muy Gombrowicz.

Bataille teoriza sobre la infancia intentando aclarar el sentido de la literatura. Para él la literatura es lo esencial, el todo o la nada. Pero ante todo, es culpable. Si seguimos con su idea del Mal, podemos partir del ejemplo que cuenta de Cumbres Borrascosas y Bataille hace de esa idea de Mal una vía a la que se ve arrastrado el ser que se opone al Bien como sinónimo de razón, la razón imperante y este personaje lo representa en Heathcliff: "No existe en la literatura novelesca personaje que se imponga más realmente, más simplemente que Heathcliff; y eso que encarna una verdad primera, la del niño que se rebela contra el mundo del Bien, contra el mundo de los adultos y es arrastrado, por su revuelta sin reservas, al partido del Mal." (pag 34-35)
La historia de Heathcliff como la historia de una rebeldía por no conformarse a renunciar al paraíso perdido (de la infancia) "¿Qué representa ese reino de la infancia al que la voluntad demoníaca de Heathcliff se niega a renunciar, sino lo imposible y la muerte?" (pag 33) es una vía abocada a la muerte. Pero esto es necesario, la muerte es el instante, y el niño sólo vive en el presente.

La muerte y la llegada a la muerte son vistas como un proceso de filiatría, tanto si hablamos de la comparación del instante por antonomasia con el presente eterno de lo infantil, como si hablamos de ese desnudarse para la muerte, el volverse niños en una depuración que vive el agonizante, despojándose de todas las capas hasta quedar ligerísimo. Así trata Umbral la muerte: "Cómo me rejuvenece todo para la muerte. Más que irnos barroquizando, el tiempo nos va desnudando. Todo es un ir retornando a la niñez, a la sencillez, porque la muerte no crece en nuestras condecoraciones de vida y dolor. La muerte nos toma niños, puros, solos, y pienso que es en estos momentos cuando puedo morir". (pag 114)

Es fácil, entonces, unir literatura, con juego, con niño. En "Mortal y rosa", Umbral descubre naturalmente estas relaciones, a través de la muerte, el instante, y de ello al niño, a su pureza, a la escritura y al juego. Todo un planteamiento de inmadurez: "Por eso escribo, sí, porque escribir es jugar y jugar es ser niño esencial. Sólo quiero la infancia, la mía y la del mundo, la de mi hijo y la de todos los hijos, sólo quiero el juego, el girar del planeta por toda aventura". (pag 114)

¿Cómo será la vida de quien no tiene memoria de su infancia? Muchos la tomamos como un referente, suele preferirse tal o cual cosa por asociación a otra vivida o alojada en una habitación de la memoria. Fernando Savater en "La infancia recuperada" logra unir a la memoria con lo que se cuenta, utilizando narraciones como contraposición al género "novela", en este sentido aburguesado, para tratar lo que uno no inventa, una narración en el sentido en el que Walter Benjamin entiende el término, un tipo más práctico o utilitarista de literatura. Así, enunciación y memoria van juntos, con evocación y conjuro literario.

La memoria es el lugar que perturba y por el que muchos arrastran lo que los condena. "Éramos tan felices..." repiten una y otra vez en "Después de tantos años", la continuación a "El Desencanto", documental de Jaime Chávarry sobre la decadencia de la familia Panero. "La literatura y el Mal" de Bataille se nutre de escritores malditos y de la culpabilidad de la literatura. Nada mejor que la familia Panero para simbolizar el estigma de malditismo, ese estigma que los marca con la señal de Caín para hacerlos uno con la tragedia, símbolo extensivo a todos los miembros de una familia y de la que no pueden escapar. En ellos, el lugar de la memoria es importantísimo: se da una constante y recurrente evocación, la infancia es ese tiempo dorado como los frutos dorados que simbolizan para Machado ese tiempo jugoso y perfecto y del que, como Merleau Ponty, no nos podemos recuperar.


Gottfried Helnwein


*Juego que he hecho para elegir el título abriendo una página de "Mortal y rosa" al azar y pescando lo primero que han visto mis ojos; casualmente lo interpreto en consonancia con el texto: una pintura vivible es a lo que nos exhorta Gombrowicz, en contraposición a la artificialidad de una vida pintada y todos sus accesorios.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Witkin y yo

Tengo que darles una noticia negra y definitiva:
Todos ustedes se están muriendo.

Siempre me acuerdo de estos versos de Emilio Adolfo Westphalen cuando la evidencia se me aparece en los momentos más adecuados: por medio de imágenes, por ejemplo, que se queden flotando en mi retina más tiempo de lo "normal" (de lo anodino). La evidencia de la que hablo -por si no resulta tan evidente- es la muerte. La muerte llega a nosotros no siempre de la misma forma, el final de la vida es una cuestión más misteriosa que la de un simple trozo de carne que se descompone.

Joel-Peter Witkin en sus fotografías me trae muchísimas ideas más allá de la idea del fin, pero es la ventana al otro lado la que más se queda dando tumbos en mi cerebro de forma reflexiva y al mismo tiempo deleitosa. Un morbo filosófico, quizá, pensar en esas imágenes reales y oníricas a la vez. Cada cuadro compuesto meticulosamente, cada pieza como parte de un conjunto simbólico, referencial. En medio, los versos de Westphalen haciendo música, entre la religiosidad y el paganismo, la letanía y lo satánico. Witkin rezuma espiritualidad en sus composiciones, es difícil explicar cómo un instante petrificado va a contar una historia, pero no de cualquier forma, sino una historia como una evocación (de un sitio de la memoria del sueño). No encuentro estas imágenes aterradoras como pesadillas, pero sí difuminando sus contornos como en los sueños en los que no se podría delimitar lo real de la parte más absurda. Dentro y afuera, discurso de límites como en Bataille. Hay mucho de los seres discontinuos de Bataille en la obra de Witkin, tenemos miembros abiertos, miembros con y sin suturas, partes con y sin muñones, metal, ojos cerrados, ojos abiertos. Nuestra realidad-sueño es igual de difusa en sus líneas como los términos del dentro y afuera de los personajes de Witkin.

Es preciso imaginarlo recogiendo sus partes de las fosas y de los depósitos mortuorios como quien quiere componer un puzzle, o como quien deshoja margaritas. Me ha fascinado leer ciertos testimonios en los que relata cómo sus personajes van cambiando una vez los ve recién traídos a la morgue, luego en el proceso de la autopsia, y tras el ornato final para sus fotos. La transformación del cuerpo viendo cómo se alargan unos dedos, cómo cambia una expresión, una cabeza, una maldad. Y al final, sumergirse en el terreno de lo siniestro para recuperar un halo de espiritualidad, cierta naturaleza muerta trascendente, unos muertos proteiformes que abrazan con ojos cerrados.

Westphalen seguiría retumbando: la muerte, los muertos, la muerte de ojos rojos...
Y de ojos blancos y las muchachas haciéndose jóvenes. Al igual que Diane Arbus (fotógrafa suicida, apasionada y delirante, la de los Freaks de Tod Browning) Witkin repleta su imaginario artístico con lo teratológico: opta por enanos, hermafroditas y seres incompletos (o partes de ellos) para recrear sus cuadros.

Sobre la vida de Witkin me llama especialmente la atención el caso del olor de la gangrena de la pierna de su abuela mezclado con el café matinal, como la sangre corrupta que puede significar amor y dolor, un recuerdo que se puede llamar "bello" como los cuadros que él compone. Es un episodio que puede pensarse como de la misma naturaleza que sus obras; la palabra "conmovedor" podría excederse en azúcar, definitivamente, pero sí que se puede hablar de lo estético del mundo de Witkin y que lo hermoso a veces tiene forma oscura (sus fotos nunca tienen color). Otro dato biográfico que me ha gustado es cuando el fotógrafo era niño y coge en sus manos el crucifijo de la abuela y dice que de mayor le gustaría hacerlos y ser el encargado de clavar la persona a la cruz.

Voy a adjuntar algunas de sus fotos aquí, estaba tentada a hacerlo en Facebook, pero obviamente me expondría a la denuncia y censura de mis contactos más cerriles, así que lo haré a continuación:



Algunas de estas imágenes me recuerdan al universo de Odilon Redon. Sin embargo, las influencias de Witkin son más bien clásicas.

Para comparar a una escala infinitamente menor, pero que quizá sirva para aclarar el concepto de foto-que-llama-al-sueño, pondré una que hice hace un par de años en una casa abandonada en Doël (casas abandonadas también son un juego de dentro y afuera, la casa violada, la casa sin uso, el espacio en el que se dejó todo a mitad y que continúa en un momento congelado para el futuro) que denota un espacio de la memoria, del sueño, las plantas que crecen más de lo normal, el techo, la pared, plantas en la memoria es musgo del tiempo que pasa mientras todo sigue igual, musgo de lo inservible que se rebela con todo su verde.