lunes, 9 de julio de 2012

Sobre pérdidas y vacíos repentinos

El otro día comentaba con mi amiga Neus, cómo ahora, en la treintena, aparece un sentimiento maternal que no teníamos antes. Es algo muy normal y sabido por todos, que se trata de una llamada de la naturaleza a la procreación. Pero ese vacío que deja en las mujeres que no somos madres, el vacío de "lo que nos falta" es más que sobrecogedor algo que asusta; en mi caso porque siempre tuve una extraña aversión hacia los bebés en particular. Que se despertara esta llamada ha sido como si sufriera una menarquia espiritual.

Y hemos comentado cómo solo las mujeres podemos sentir este tipo de vacíos. Julia Kristeva en "Sobre la extrañeza del falo o lo femenino entre ilusión y desilusión", en el cual habla sobre el falo como significante de privación, afirma:

"es decir una mujer que ha dado su niño, se vació de él, se separó de él. Sin embargo, no es como un desequilibrio de la identidad, ni como una estructura abierta es percibida o vivida la maternidad a menudo, sino como una completud"
Quizá es por eso que sólo las mujeres puedan crear imágenes como éstas, las de Wislawa Szymborska, muy propias de una mujer de una cenestesia a un nivel más que femenino, sufriente:

Discurso en el depósito de objetos perdidos

Perdí algunas diosas en el camino de sur a norte,
y también muchos dioses en el camino de este a oeste.
Se me apagaron para siempre un par de estrellas, ábrete cielo.
Se me hundió en el mar una isla, otra.
Ni siquiera sé exactamente dónde dejé las garras,
quién trae mi piel, quién vive en mi concha.
Mis hermanos murieron cuando me arrastré a la orilla
y sólo algún huesito celebra en mí ese aniversario.
Salté de mi pellejo, perdí vértebras y piernas,
me alejé de mis sentidos muchísimas veces.
Desde hace mucho cerré mi tercer ojo ante todo esto,
me despedí de todo con la aleta, me encogí de ramas.

Se esfumó, se perdió, se dispersó a los cuatro vientos.
Yo misma me sorprendo de mí misma, de lo poco que quedó
de mí:
un individuo aislado, del género humano por ahora,
que sólo perdió su paraguas ayer en el tranvía.


Del sufrimiento también habla Kristeva cuando se refiere al masoquismo femenino:
"¿El misterio último, sería el dolor? Si existe una resolución del masoquismo femenino pasaría tal vez por la resolución de lo que he llamado el Edipo-bis: asunción de lo fálico y su recorrido en la presencia real del niño, y reconcilia- ción con lo antifálico irrepresentable de lo materno preedípico, así como del prelenguaje. "

No hay retorcimiento si es que se relaciona con el lenguaje: estoy de acuerdo con el análisis que hace Emilia Trejos en "Julia Kristeva o el retorno a la madre" del logos pre edípico:

"en el monólogo interior se quiebra el Logos y, por tal fractura, logra instalarse la ilogicidad y el fluir de lo reprimido."
Pero éste es otro tema. O quizá no. La voz poética femenina, tan fácilmente dada a la melancolía y a la sensación de paraíso perdido, recurre al fluir de lo reprimido, a esta irracionalidad tan desgarradora.

Y yo, pues, ¿con qué frase me quedo con respecto a todo esto? yo pienso en el verso de José Watanabe: "Es falsa esta mudanza de plumas, pero mi hijo será hermoso". 

5 comentarios:

  1. Mi interiocepción me dice, que tus hijos serán hermosos,a pesar de falos y de dolores, probablemente sean versos,letras, cuentos, quizá un poema.
    Sean niños o niñas serán hermosos, y aprenderan el valor de las ideas, si tu eres la madre.

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  2. A mi me cayo un rayo y lo busco desde entonces. De tren en tren, de vagón en vagón, de vía en vía.

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  3. Yo siempre interpreté "los hijos" como cualquier producto de mi creatividad futura o gestante. Ya veremos cómo sorprenderá el futuro.
    Y gracias por leerme! Qué sorpresa tener lectores :)

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  4. Ahora no tengo tiempo, pero te leeré ;)

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