Qué estupidez pensar que una pueda confesarse ante los hijos antes de que cumplan al menos cincuenta años. Pretender ser vista por ellos como una persona y no como una función. Decir: yo soy vuestra historia, vosotros salisteis de mi, escuchadme, podría serviros. En cambio yo no soy la historia de Nina, Nina podría verme incluso como un futuro. Elegir la compañía de la hija de otros. Buscarla, acercarse a ella.
He elegido esa cita de La hija oscura porque me parece una declaración relevante de una madre, me veo diciendo esas mismas palabras sabiendo cómo es de difícil que la parte engendrada pueda llegar a acercarse realmente a la parte progenitora sin haber pasado ellos mismos a su vez por una situación similar o, en su defecto, poseer el cúmulo de experiencias adquiridas por los años que podrían dar una sensatez o una cercanía con el que ya ha vivido. No se entiende la vida sin vivirla. Por eso es extraño empatizar con escritores tan jóvenes: sobre qué puede hablar quien no ha vivido, quizá puede hablar bien, puede imitar una sonoridad y puede acercarse a las sensaciones... pero no es lo mismo leer a alguien que sabe todo lo que entraña una vida al haberla pasado tras las décadas. Repetir los actos, aprender por la experiencia y analizar desde fuera cuando algo ya ha pasado es lo más parecido a un bucle infernal, pero también a vivir con madurez.
Apuntaba en mi reseña anterior que la protagonista de la película no es exactamente como la describen en el libro. Tampoco lo son los demás personajes, sobre todo la embarazada, que en el libro es repugnante, o el marido de Nina, que en el libro es bajito y gordo y en la película es uno de los hombres más guapos del mundo. Pero, quizá, no son datos relevantes. Lo que sí era más importante para la trama (o para la trama que se lee entre líneas, la trama interior) es todo lo que tiene que ver con la reflexión de la madre sobre su propia maternidad y sus hijas, que en la película tenemos que inferir de algunas imágenes, pero que en el libro ocupa más espacio y, como en el fragmento que encabeza esta reseña, está escrito con palabras que nos lleva a pensar en temas generales como la vida y el aprendizaje, además de su situación particular. Estas reflexiones hechas en secreto para nosotros los lectores, para mi han sido lo más interesante del libro. Así que creo que vale la pena leerlo, en la película nos entretendremos con la historia pero no podremos acercarnos siquiera a los entresijos mentales de su protagonista. Queda muy lejos poder inferir todo con tanto detalle.
Por otro lado, el juego de símbolos que guía la historia recuerda a los de la novela Cosmos de Gombrowicz: un gesto que desencadena equívocos, elucubraciones e interpretaciones peregrinas que se van engarzando una detrás de la otra hasta dar una cadena de significados, un objeto o ser que da pie al símbolo y a lo funesto (sea un gorrión muerto, sea una muñeca inerte). Cadenas de significados ocultas que desentraña el protagonista como si leyera un mapa secreto para descubrir un tesoro, pistas que llevan a una epifanía, autoexploración y dramas de los personajes que rodean al protagonista como un cosmos de planetas cada uno girando con un propósito, pero sólo tenemos un mapa.
Dije que quizá hacía una segunda parte para matizar el final de mi lectura y mi impresión más reposada. Esta es, pero se lee en conjunto con la anterior.
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