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Aquí junto a un cuadro de Odilon Redon en la exposición del surrealismo en el Pompidou, París 2024 |
Odilon
Redon y Huysmans eran amigos. Uno me lleva al otro y viceversa desde
hace un tiempo y cada cierto tiempo. Recuerdo cuando descubrí el hombre
cactus de Redon, hace una veintena de años, cómo me maravilló y cómo fue
de mis primeras fotos perfil del Facebook unos años más tarde. Era la
época dark de Marielena (si es que se puede considerar época), la de la
eclosión de infausta (o asentamiento, porque el nick ya existía desde la
época de los primeros chats).
No
sabía por entonces que Redon también escribía. Y al llegar Joris-Karl
Huysmans varios años más tarde a mis ojos, tampoco supe por aquel
entonces de su vínculo con Redon. El decadentismo se me antojó un
movimiento interesante, era como la explicación de los devaneos
pesimistas de varios de mis admirados. Un George Perec hablando de un
estudiante que decide no ir a un examen y que se encuentra monocromo por
las calles de París es un Oblomov moderno heredero de Huysmans, de ahí
venían todos los "hacer no haciendo" de mis héroes literarios.
Mucho
antes, pues, estuvo Des Esseintes. qué conde más abúlico y qué tretas
pudo hacer para crearse un fortín del pasar desapercibido. Ser menos que
un mueble. Pero usar los muebles para crear un escenario, para vivir
"como si", en una simulación perpetua. Adentrarse en la obra de Huysmans
es similar al ir desgranando una cronología con la obra de Samuel
Beckett: lo comparo porque hay una tendencia a la inmovilidad en Beckett
(primero un estatismo-extasío, luego en unos cubos de basura, para al
final ser simplemente un muñón en su última novela, la del
"Innombrable") y en Huysmans hay unos protagonistas que se debaten entre
el menor esfuerzo para vivir. "A la deriva" tiene un protagonista que
lo intenta, que va a restaurantes, aunque todo le produce decepción. Hay
un momento en que llega a decorar su casa... pero que cada esfuerzo, en
los últimos estertores de su esperanza, es arrollado por la realidad,
cada vez más gris. Cada vez más triste y por la que vale menos la pena
luchar.
Es
en "A contrapelo" donde encontramos el ardid del conde como un
camuflaje de "mira, parece que estoy viviendo, pero solo estoy
sobreviviendo". El conde des Esseintes es un camaleón que utiliza su
fortuna para poder recrear un espacio en el que no sea necesario salir,
se invierte los horarios, disfraza a sus criados para solo ver sombras
que recuerden a un monasterio, puede recrearse habitaciones que parezca
que está en la cubierta de un barco... El microcosmos creado no es para
el placer, es para el recogimiento. Como la mansión de La Rinconada, en
"El obsceno pájaro de la noche", cuando el padre del hijo monstruo le
hace a su imagen y semejanza todo un mundo de deformidad, ya que en un
mundo de deformidad el sano es el monstruo y el dolor puede desaparecer
al estar la normalidad invertida.
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Libro adquirido en la exposición sobre el surrealismo |
Es curioso que los últimos libros que haya leído sean sobre pintores que escriben o escritores que pintan. Los límites están difusos en la dupla de amigos que trato en esta entrada: Huysmans en sus obras menciona los cuadros de Redon y de otros pintores con detenimiento, los incluye en sus historias, en las descripciones de sus habitaciones... porque Huysmans surge del naturalismo para oponerse a él, para tratar las descripciones de una forma que a Zola le harían rasgarse las vestiduras, de entrada sutil y luego un loco: descripciones de mobiliarios que representan estados de ánimo, decoraciones que son reflejo de un alma humana. Ya hemos hablado de Klee en una de las entradas anteriores y cómo éste vivía imbricando pintura, escritura y música. Para Huysmans estas artes también estarían ligadas, sobre todo la rama pictórica y la literatura: pintaba con palabras, para salirse de la línea. Aquí un fragmento de su obra más conocida, "A contrapelo" en el que vemos el desprecio a la experiencia vivida y el elogio a la imitación:
En verdad viajar le parecía una pérdida de tiempo, puesto que creía que la imaginación podía suministrar un sucedáneo más que adecuado a la realidad vulgar de la experiencia vivida. En su opinión, era perfectamente posible colmar los deseos que por lo común se suponen de más difícil satisfacción en condiciones normales, y ello mediante el fútil subterfugio de crear una buena imitación del objeto de esos deseos. Así, es bien sabido que en la actualidad, en restaurantes afamados por la excelencia de sus bodegas, los gourmets se extasían con raras cosechas elaboradas mediante vinos baratos tratados según el método del señor Pasteur. Ahora bien, sean auténticos o falsificados, estos vinos tienen el mismo aroma, el mismo color, el mismo bouquet; y por consiguiente el placer experimentado al saborear estas bebidas adulteradas, falaces, es absolutamente idéntico al que proporcionaría el vino puro, intacto, que ya no se obtiene a ningún precio.
Es un dato relevante que James Joyce leyera "Al revés" a los diecisiete años y se inspirara en ella para escribir el "Retrato del artista adolescente". A Huysmans se le calificó de satanista por esta obra y es ciertamente este toque de fascinación por lo esotérico y lo oculto lo que lo hermanaría con Joyce (la teosofía en el Ulises es algo que he tratado por extenso en mi tesina de máster y en un vídeo de mi canal de Youtube), pero el decadentismo del que se le ha hecho precursor se deriva de su trascendencia sobre el pesimismo de Schopenhauer. Es cierto que Huysmans se convirtió al catolicismo al final de sus días y es cierto que toda la simbología mística operó un gran fenómeno en él y en su obra. Es tan ecléctico en su postura que algunas páginas de "Al revés" parecen ser escritas por un católico, sin embargo, cuando él se sentía lejos de la religión. Pero lo que ocurría es que él creía fervientemente que de Schopenhauer al Eclesiastés o al Libro de Job no había ninguna distancia. Creía, así mismo, que las premisas sobre el pesimismo en ambas fuentes eran las mismas y que era el filósofo el que se escabullía en las conclusiones, y que los libros sagrados iban más allá. Las palabras de Huysmans al respecto son las siguientes:
Me agradan sus ideas sobre el horror de la vida, sobre la estupidez del mundo, sobre la inclemencia del destino; me agradan, igualmente, en las Sagradas Escrituras; pero las observaciones de Schopenhauer no llegan a nada, lo dejan a uno, por así decir, abandonado a mitad de camino; sus aforismos sólo son, en suma, un herbario de quejas secas; por su parte, la Iglesia explica los orígenes y las causas, indica los fines, presenta los remedios, no se contenta con el diagnóstico del alma: trata al paciente y lo cura, en tanto que el medicastro alemán, tras demostraros que la dolencia que padecéis es incurable, con una mueca os da vuelta la espalda. Su Pesimismo es, simplemente, el de las Escrituras, de donde lo ha sacado, No ha ido más allá que Salomón o que Job, y ni siquiera que la "Imitación", la cual resumió mucho antes que él toda su filosofía en una frase; "¡Es verdaderamente una miseria vivir sobre la tierra!"
La experiencia, pues, de leer "Il rêve" de Odilon Redon es sumergirse en sus sueños, en su nostalgia (el país de su memoria en el que se funden ambos) tras conocer su obra pictórica es ponerle voz, o leer una película con subtítulos y su idioma original. Es como oír los poemas recitados por la voz del autor que los engendró. En estos cuentos nos podemos encontrar con recuerdos suyos del país vasco español, en un viaje que hizo en su juventud. También nos hace asomarnos a sus espectáculos favoritos, a sus amores, a la música que le apasiona... una oda al sueño, a dormir también, y al seguir pintando incluso cuando crea historias:
Le bleu, comme toutes les couleurs, a sa signification morale. Certaines âmes cèdent à cet instinct si singulier que nous avons devant le rouge, le jaune ou bien encore sentent leur rapprochement par des fibres plus délicates. Qui n'a senti l'effet mordant et fier du noir sur le rouge, et l'âpreté mélancolique du blanc et du noir? Les peuples qui cèdent à ces harmonies, comme y rencontrant leurs qualités, ont aussi la dominante de leurs goûts et de leurs passions et de leur vie intérieure.
Dans ce petit coin de la Biscaye dont le fond de l'âme est si fier et si doux, elle se traduit par le bleu foncé mélangé de brun.