martes, 26 de febrero de 2013

Los países imaginarios


Ayer, a mi vecina la de arriba, le vinieron a hacer una visita. A la chica -¿en qué estaría pensando?- se le ocurrió utilizar una de las palabras prohibidas. Dijo que estaba triste. Eso no entra en nuestro vocabulario, hace décadas que el Líder nos hizo el bien de quitar todo aquello que podría aquejar a su pueblo; y empezó por las palabras negativas que no podemos emplear en voz alta: tristeza, melancolía, hastío, soledad, misantropía, astenia, etc. Los académicos del Líder dieron por válidas palabras como oscuridad para matizar la ausencia de luz eléctrica y para describir la noche del planeta Tierra, y no para referirse a una oscuridad como espacio del alma o concepto metafórico. Lo mismo con la palabra vacío: se permitía desde entonces para referirse al espacio y no como vacío vital. Es decir, se salvaron algunas que podían seguir conservando sus significados más prácticos.

Al cortar por lo sano con esas palabrejas, de pronto, todos empezamos a estar contentos. Operó un cambio radical, fuimos libres. Porque la libertad es la alegría de saber que nunca estaremos mal. Lo otro sí que es una cadena: atarse a estados que te oprimirían hacia abajo, hacia la improductividad, la pérdida de sentido. Por eso nuestro Líder ostenta uno de sus títulos con mucho orgullo: el de liberador de los estados de ánimo del hombre. Él nos ha liberado de cualquier patología del alma.

Ya nadie se ha vuelto a quejar. Y las revueltas ¿cuándo ha habido alguna revuelta? Aquí no necesitamos ese tipo de manifestaciones desordenadas propias de sociedades menos desarrolladas. Aquí nadie tiene que manifestar una indignación, siquiera un desconcierto. Porque no hay ninguna mancha y ni una sola rajita por donde se pueda resquebrajar una pieza de este sistema. Todo está controlado por la disciplina de los altos cargos, que también viven como nosotros y que adoran a nuestro Líder como los que más, por encima de sus propias vidas.

Creo que es imposible poder transmitir una sensación tan plena y compadezco a los que no forman parte de nuestra comunidad, porque sé que no están bien y que sufrirán todo aquello que ellos llaman democracia y se muestra en la televisión, en dos palabras: caos y desigualdad.

Yo por ejemplo, me levanto a las seis de la mañana para hacer mis oraciones, nos despertamos todos a esa hora y sin ningún esfuerzo por nuestra parte, ya que tomamos unas pastillas que nos regulan el horario diario y así es imposible que no tengamos ganas de hacer una sola de nuestras tareas, siempre habrá un pinchacito debajo del cráneo que te recordará lo que tienes que hacer. Aquí no hay gente despatarrada frente a la televisión o a lo que ustedes llaman internet, nadie come entre comidas por placer y menos aún nos damos siestas o nos quedamos mirando el techo. Aquí no hay vagos. Otro motivo por el que fue razonable y hasta necesario borrar esas palabras de nuestro vocabulario fue porque ni las usábamos: no existe en nuestra vida el concepto de persona que no hace nada y tampoco de gente que está tirada en la calle mendigando. No vemos enfermos ni incapacitados. Alguna vez he visto fotos de ellos en algún periódico que mostraba la miseria de otros países. Pobres. Sólo puedo que reafirmarme en mi compasión con respecto a los que no forman parte de nuestro sistema.

Y mi vecina, se lo merecía, la insensata estaba contagiando a sus propios hijos cierto talante sombrío, salía de casa sin una sonrisa en la cara, o no era una sonrisa muy plena, cuando mostraba un amago de sonrisa era tan tímida, tan apenas esbozada, que no se podía dar por válido eso. Eso no convencía a nadie. Y por ahí se movía como serpenteante, sin marcar sus actos con determinación. Algo fallaba en esa mujer y la gente no es tonta como para pasarlo por alto. Rápidamente convocamos a una reunión de vecinos y llamamos a las autoridades competentes. Se la han llevado con mucha rapidez, por eso puedo felicitar al equipo que lo llevó a cabo y otro ejemplo de la pulcritud del sistema de nuestro Líder. Un día más y esa mujer podría habernos enturbiado algún minuto de nuestras vidas o habernos aportado algún tipo de venenosa inquietud. Sus hijos, felizmente, han pasado a manos de la seguridad social que se hará cargo de ellos.

Cada vez estamos mejor, es cierto. Al comienzo el Líder tuvo mucho trabajo. Tuvo que recomponer las apariencias de nuestro terreno, limpiándola de todo lo que podía hacer daño a la vista. El camión que recogía la camorra se llevó perritos vagabundos, abuelos tristes de los bancos de los parques y mendigos de los puentes. Todo eso se erradicó. No hemos vuelto a tener que llorar de pena al ver ese tipo de espectáculos desagradables. No nos sentimos en deuda con nadie, nos ha quitado cualquier tipo de preocupación. No conocemos el estrés ni ningún tipo de patología producto de mentes enfermas. El Líder ha podido asegurarnos una salud de hierro y una felicidad a prueba de balas.

Todos esos árboles que se quedaron sin hojas en otoño, han sido rápidamente vestidos con hojas artificiales muy verdes y bonitas. No tenemos acantilados desde donde nadie se lanzará al abismo. No tenemos olas ni caracolas que las imiten, está prohibido el viento. También está prohibido el completo silencio y el ruido estruendoso. Está prohibido el color negro en los funerales y los entierros de cuerpo presente, todos se incineran. No se toleran sauces ni cipreses, plantamos por lo general robles. Los pájaros negros están prohibidos, cuervos, incluso jilgueros. Pero ante todo y sobre todo no construiremos jamás un discurso absurdo y mientras menos siga hablando de lo que me rodea, mejor.

Pero una mosca se posa en mi mano, y aunque este hecho pretende pasar desapercibido y sin importancia, la mosca se impone; vuela y vuelve a posarse: quiere que su dolor sea mi dolor. Desde entonces, soy un símbolo sucio. Y callo, pues ya no soy digna de la palabra.



"Ciudad irreal bajo la parda niebla de una madrugada de invierno un caudal de gentes vi pasar. Y siendo tantos, nunca pensé que la muerte llevara a tantos." (Tierra Baldía- Eliot)

1 comentario:

  1. Sé que hice una temeridad, en mi familia me advirtieron -amigos ya no tengo, no confío en ellos desde que Höller denunció a Moldini por escuchar con los auriculares una canción desesperanzada de Opeth, Hope leaves se llamaba, dicen que se lo llevaron a un campo de trabajo, a mí no me sorprendió el chivatazo, siempre sospeché del taxidermista-, mis padres me insistieron, "no lo hagas, sólo te traerá problemas", pero no les hice caso, escribí una larga carta, no sé si llegaría a manos del Líder, supongo que no, en ella le explicaba que la felicidad continua no tenía sentido, que, a la larga, y paradójicamente, sólo generaba infelicidad -¡una mascarada!, le decía-, que el binomio alegría/tristeza conformaba un todo inseparable -si eliminamos el contraste eliminamos los sentimientos, agregaba-, que el desánimo en ocasiones podía reportar grandes beneficios a la Comunidad, que grandes creadores habían construido una obra inmortal desde la desolación y el pesimismo, le hablaba en la carta de Pessoa y Bernhard, de Caspar David Friedrich y Munch, de Béla Tarr y Kieslowski, de Tchaikovsky y Schumann,..., autores que han desaparecido de los mercados, de los blogs y de los libros de texto, autores proscritos -"por su incitación a la melancolía", recuerdo que decía el comunicado oficial. Ahora sólo espero una llamada intempestiva de madrugada, quizás una citación judicial, pero no temo, estoy cansado de dormir bien y de hablar con los vecinos del buen tiempo -a mí me gustaban los días neblinosos, oscuros y lluviosos-, no quiero ser feliz todo el día -he comenzado a maldecir mi propia felicidad-, ahora puedo decir, orgulloso, que siento nostalgia de la nostalgia, además, tengo que terminar un artículo sobre los testamentos de Kafka y en este estado no se me ocurre ni una sola línea, saludos de k.

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