Ayer, a mi vecina la de
arriba, le vinieron a hacer una visita. A la chica -¿en qué estaría
pensando?- se le ocurrió utilizar una de las palabras prohibidas.
Dijo que estaba triste. Eso no entra en nuestro vocabulario, hace
décadas que el Líder nos hizo el bien de quitar todo aquello que
podría aquejar a su pueblo; y empezó por las palabras negativas que
no podemos emplear en voz alta: tristeza, melancolía, hastío,
soledad, misantropía, astenia, etc. Los académicos del Líder
dieron por válidas palabras como oscuridad para matizar la ausencia
de luz eléctrica y para describir la noche del planeta Tierra, y no
para referirse a una oscuridad como espacio del alma o concepto
metafórico. Lo mismo con la palabra vacío: se permitía desde
entonces para referirse al espacio y no como vacío vital. Es decir,
se salvaron algunas que podían seguir conservando sus significados
más prácticos.
Al cortar por lo sano con
esas palabrejas, de pronto, todos empezamos a estar contentos. Operó
un cambio radical, fuimos libres. Porque la libertad es la alegría
de saber que nunca estaremos mal. Lo otro sí que es una cadena:
atarse a estados que te oprimirían hacia abajo, hacia la
improductividad, la pérdida de sentido. Por eso nuestro Líder
ostenta uno de sus títulos con mucho orgullo: el de liberador de los
estados de ánimo del hombre. Él nos ha liberado de cualquier
patología del alma.
Ya nadie se ha vuelto a
quejar. Y las revueltas ¿cuándo ha habido alguna revuelta? Aquí no
necesitamos ese tipo de manifestaciones desordenadas propias de
sociedades menos desarrolladas. Aquí nadie tiene que manifestar una
indignación, siquiera un desconcierto. Porque no hay ninguna mancha
y ni una sola rajita por donde se pueda resquebrajar una pieza de
este sistema. Todo está controlado por la disciplina de los altos
cargos, que también viven como nosotros y que adoran a nuestro Líder
como los que más, por encima de sus propias vidas.
Creo que es imposible
poder transmitir una sensación tan plena y compadezco a los que no
forman parte de nuestra comunidad, porque sé que no están bien y
que sufrirán todo aquello que ellos llaman democracia y se muestra
en la televisión, en dos palabras: caos y desigualdad.
Yo por ejemplo, me
levanto a las seis de la mañana para hacer mis oraciones, nos
despertamos todos a esa hora y sin ningún esfuerzo por nuestra
parte, ya que tomamos unas pastillas que nos regulan el horario
diario y así es imposible que no tengamos ganas de hacer una sola de
nuestras tareas, siempre habrá un pinchacito debajo del cráneo que
te recordará lo que tienes que hacer. Aquí no hay gente
despatarrada frente a la televisión o a lo que ustedes llaman
internet, nadie come entre comidas por placer y menos aún nos damos
siestas o nos quedamos mirando el techo. Aquí no hay vagos. Otro
motivo por el que fue razonable y hasta necesario borrar esas
palabras de nuestro vocabulario fue porque ni las usábamos: no
existe en nuestra vida el concepto de persona que no hace nada y
tampoco de gente que está tirada en la calle mendigando. No vemos
enfermos ni incapacitados. Alguna vez he visto fotos de ellos en
algún periódico que mostraba la miseria de otros países. Pobres.
Sólo puedo que reafirmarme en mi compasión con respecto a los que
no forman parte de nuestro sistema.
Y mi vecina, se lo
merecía, la insensata estaba contagiando a sus propios hijos cierto
talante sombrío, salía de casa sin una sonrisa en la cara, o no era
una sonrisa muy plena, cuando mostraba un amago de sonrisa era tan
tímida, tan apenas esbozada, que no se podía dar por válido eso.
Eso no convencía a nadie. Y por ahí se movía como serpenteante,
sin marcar sus actos con determinación. Algo fallaba en esa mujer y
la gente no es tonta como para pasarlo por alto. Rápidamente
convocamos a una reunión de vecinos y llamamos a las autoridades
competentes. Se la han llevado con mucha rapidez, por eso puedo
felicitar al equipo que lo llevó a cabo y otro ejemplo de la
pulcritud del sistema de nuestro Líder. Un día más y esa mujer
podría habernos enturbiado algún minuto de nuestras vidas o
habernos aportado algún tipo de venenosa inquietud. Sus hijos,
felizmente, han pasado a manos de la seguridad social que se hará
cargo de ellos.
Cada vez estamos mejor,
es cierto. Al comienzo el Líder tuvo mucho trabajo. Tuvo que
recomponer las apariencias de nuestro terreno, limpiándola de todo
lo que podía hacer daño a la vista. El camión que recogía la
camorra se llevó perritos vagabundos, abuelos tristes de los bancos
de los parques y mendigos de los puentes. Todo eso se erradicó. No
hemos vuelto a tener que llorar de pena al ver ese tipo de
espectáculos desagradables. No nos sentimos en deuda con nadie, nos
ha quitado cualquier tipo de preocupación. No conocemos el estrés
ni ningún tipo de patología producto de mentes enfermas. El Líder
ha podido asegurarnos una salud de hierro y una felicidad a prueba de
balas.
Todos esos árboles que
se quedaron sin hojas en otoño, han sido rápidamente vestidos con
hojas artificiales muy verdes y bonitas. No tenemos acantilados desde
donde nadie se lanzará al abismo. No tenemos olas ni caracolas que
las imiten, está prohibido el viento. También está prohibido el
completo silencio y el ruido estruendoso. Está prohibido el color
negro en los funerales y los entierros de cuerpo presente, todos se
incineran. No se toleran sauces ni cipreses, plantamos por lo general
robles. Los pájaros negros están prohibidos, cuervos, incluso
jilgueros. Pero ante todo y sobre todo no construiremos jamás un
discurso absurdo y mientras menos siga hablando de lo que me rodea,
mejor.
Pero una mosca se posa en
mi mano, y aunque este hecho pretende pasar desapercibido y sin
importancia, la mosca se impone; vuela y vuelve a posarse: quiere que
su dolor sea mi dolor. Desde entonces, soy un símbolo sucio. Y
callo, pues ya no soy digna de la palabra.
"Ciudad irreal bajo la parda niebla de una madrugada de invierno un caudal de gentes vi pasar. Y siendo tantos, nunca pensé que la muerte llevara a tantos." (Tierra Baldía- Eliot)
Sé que hice una temeridad, en mi familia me advirtieron -amigos ya no tengo, no confío en ellos desde que Höller denunció a Moldini por escuchar con los auriculares una canción desesperanzada de Opeth, Hope leaves se llamaba, dicen que se lo llevaron a un campo de trabajo, a mí no me sorprendió el chivatazo, siempre sospeché del taxidermista-, mis padres me insistieron, "no lo hagas, sólo te traerá problemas", pero no les hice caso, escribí una larga carta, no sé si llegaría a manos del Líder, supongo que no, en ella le explicaba que la felicidad continua no tenía sentido, que, a la larga, y paradójicamente, sólo generaba infelicidad -¡una mascarada!, le decía-, que el binomio alegría/tristeza conformaba un todo inseparable -si eliminamos el contraste eliminamos los sentimientos, agregaba-, que el desánimo en ocasiones podía reportar grandes beneficios a la Comunidad, que grandes creadores habían construido una obra inmortal desde la desolación y el pesimismo, le hablaba en la carta de Pessoa y Bernhard, de Caspar David Friedrich y Munch, de Béla Tarr y Kieslowski, de Tchaikovsky y Schumann,..., autores que han desaparecido de los mercados, de los blogs y de los libros de texto, autores proscritos -"por su incitación a la melancolía", recuerdo que decía el comunicado oficial. Ahora sólo espero una llamada intempestiva de madrugada, quizás una citación judicial, pero no temo, estoy cansado de dormir bien y de hablar con los vecinos del buen tiempo -a mí me gustaban los días neblinosos, oscuros y lluviosos-, no quiero ser feliz todo el día -he comenzado a maldecir mi propia felicidad-, ahora puedo decir, orgulloso, que siento nostalgia de la nostalgia, además, tengo que terminar un artículo sobre los testamentos de Kafka y en este estado no se me ocurre ni una sola línea, saludos de k.
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