sábado, 11 de abril de 2015

De esguinces y romances

Durante el tiempo en el que me vi inmovilizada en cama estuve buscando testimonios en internet sobre los esguinces. Encontré algunos y constaté que el sentimiento de desamparo de todos los esguinzados era parecido, era normal que yo también buscara esas historias compartidas. Pensé yo misma escribir una (pero no lo hice, hasta ahora, y ya veremos qué sale... porque a veces lo que escribo acaba siendo una cosa totalmente distinta a partir del enfoque en uno de los aspectos de mi anécdota, como sucede en los capítulos de los Simpsons).

Cualquier duda si eres un primerizo en esguinces, puedo resolverla. Podemos crear una comunión de personas mermadas por los esguinces y cómo estos se transforman y pueden afectar sobre todo mentalmente (anímicamente) a sus víctimas. De algo físico pasa a ser (y por eso hablo de transformación) una sombra que todo lo apaga. La inmovilidad que me llegó a consumir me recordaba al progresivo deterioro de los personajes beckettianos en sus novelas... llegar a ser un muñón, como dije alguna vez,  o como una costra, como un pellejo... 

Como tiras que se caen o que te arrancas sin darte cuenta.

Eso es lo más peligroso de un esguince.

Ahora estoy yendo a rehabilitación. En el sitio a donde voy hay una mujer de 85 años que es la sensación de todas las señoras. Ellas se sientan alrededor de una camilla en la que hacen ejercicios para sus manos. La mujer de 85 es la más veterana, tiene el pelo blanco y es la más parlanchina. Fue médico también, o enfermera, y cuenta que se disfrazaba de fantasma con una sábana y que se metía en el ascensor y que cuando se abría les daba sustos a sus colegas. Ayer, contó una historia muy peculiar, y yo, que estaba junto a ellas, anoté algunos versos de lo que la mujer estaba recitando largamente. Tardó mucho, porque además de ser largo le daba entonación y las mujeres se reían... He encontrado en internet el romance completo, es el romance de "El conde Sisebuto" de Joaquín Abati Diaz y se ve que hay mucha gente que lo recuerda (a pesar de su extensión) entero, de memoria, y también lo utilizan  para amenizar las veladas de sus nietos.

Esto me hizo recordar que yo también me sé uno de mi infancia, el de "Estaba la Catalina, sentada bajo un laurel, mirando la frescura de las aguas al caer...". Me lo sé entero, y no me sorprende, porque era muy recitado cuando era niña. Parece que su origen está en Buenos Aires,  pero no estoy segura, porque suelen haber muchas variaciones de romances bastante parecidos entre sí y es difícil reconocer cuál es el que dio origen a los demás... por lo menos yo no he llegado a saber cuál es el original.

Mi abuelita Eva, por último, solía cantar la canción de "La pícara lechuza". Era ésta, pero ella lo hacía más en plan recitado, como los romances...






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