Entre
las postrimerías del siglo XVIII y el comienzo del XIX se daban,
además de una serie de fenómenos típicos del Romanticismo, como el
dar importancia al ser uno solo con la naturaleza envolvente, la
primacía de los sentimientos, la creatividad y la nostalgia de
paraísos perdidos, otros acontecimientos que estaban muy en boga, y
que tenían que ver con el misterio o bruma que asoma detrás de lo
que no se tenía un conocimiento riguroso...como, por ejemplo,
ciertas prácticas curativas del tipo del magnetismo animal o
mesmerismo.
Pero ya entonces (y esto
puede llamarnos la atención por haber pasado tanto tiempo y habernos
desarrollado, en teoría, bastante científicamente y sin embargo,
aún notar la persistencia de este tipo de prácticas) se escuchaban
voces que desde la medicina alertaban de lo charlatán que se gestaba
en esos ámbitos afines a lo homeopático y curas “alternativas”.
Una de esas voces era Giovanni Rajberti, el llamado “médico
poeta”. ¿Un adelantado a su tiempo? ¿Cómo es un médico racional
y defensor de lo científico y al mismo tiempo un poeta en el siglo
más sentimental de todos?
La edición de El Doctor Sax |
Rajberti en El Gato
es un representante interesante de su siglo. A través de la imagen
que desgrana de este animal toca los grandes ideales de su tiempo
como la libertad o la ociosidad contemplativa. Este último tema ya
era enaltecido por uno de sus contemporáneos alemanes, Eichendorff,
quien en sus obras, y sobre todo, en La vida de un tunante
trata de este “ocio filosófico” al que se refiere Rajberti en el
apartado sobre “La beatitud de los ocios del gato”. Así mismo,
confiere al gato el estatus de filósofo antes que de poeta, ya que
el poeta es un ser triste por naturaleza y el gato es un ser positivo
y feliz para el italiano, lo cual afirma en el apartado titulado: “El
gato filósofo como Maquiavelo o Talleyrand”. De paso, coincide con
Eichendorff en ese adeudo que hay con la literatura picaresca,
pudiendo ver en la imagen de este gato un personaje a la manera de El
Buscón o del famoso lazarillo, de El lazarillo de Tormes.
Giovanni Rajberti no es
el único escritor que se ha centrado en la figura del felino,
nuestro ejemplo más evidente es el de T.S Eliot, quien escribiría
El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum un siglo
después que el italiano. Esta recopilación de poemas gatunos sirvió
de inspiración para el musical famoso Cats. Pero tanto
Rajberti como Eliot coinciden en tratar un tema aparentemente menor y
hacer de él una suma de virtudes y rasgos felinos extrapolables a
los seres humanos.
Esta segunda edición cuenta con ilustraciones de Natalia Verginella |
Finalmente, no todo es
subrayar los atributos más positivos del gato. Giovanni Rajberti
constata ya desde su época que el felino está hermanado a lo
oscuro, al poder de lo diabólico, incluso: “lo imputaron en muchos
cuentos y juicios sobre magia, nigromancia y brujería” afirma en
el apartado “El gato cazador”. Estos rasgos demoníacos
atribuidos al gato persisten a lo largo del siglo XX y en literatura,
un ejemplo que resalta es el del gato Popota en El maestro y
Margarita de Bulgakov, quien encarna el papel de un demonio más
del séquito de Mefistófeles. Podemos constatar también que en el
imaginario religioso, protestante cristiano y católico, la imagen
del gato está prácticamente excluida. Vemos a toda la fauna, desde
el cordero, pez, paloma del Espíritu Santo, león de San Marcos,
toro de San Lucas, águila de San Juan, perro de San Roque, caballo
de Santiago, cerdo de San Antón, hasta la mula y buey del nacimiento
en Belén... Conclusión: la imagen de un gran individualista no
puede ser emparentada con lo divino como uno más, ya que él mismo
se cree un dios, el espíritu de un ser libre.
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