Es
verdad que tenía muchas ganas de leer lo nuevo del señor Perfumme.
Sólo había leído Saber Matar y fue una incursión en una
prosa vertiginosa, pero que ya dejaba asomar ciertos toques líricos
que me dejaron con una gran duda de cómo sería la nueva novela.
Podría haber sido de cualquier forma y no me hubiera inmutado, la
verdad, estaba preparada para la sorpresa. Pero he de decir que hay
una cadencia que ya intuía, una música más lenta, más honda, que
fluye sola, que habla con el lector suavemente, natural, como si
hubiera estado ahí de toda la vida, en la cocina, y aún así es
capaz de la digresión, de los juegos y del monólogo silente, a lo
Molly Bloom en el Ulises, la carta de la mujer del dictador a
su madre, por ejemplo, indagando en el duelo, en el recuerdo, en lo
femenino, en el tiempo...: “De cómo las máscaras fueron
convirtiéndose en caras, fueron adquiriendo el color de la piel, su
textura, su temperatura, hasta que ya no eran más máscaras. El
pasado no existe en realidad, nos lo inventamos porque estamos
muertas de miedo”.
La edición es de “niños gratis*” muy bonita, muy práctica para llevar encima |
Se me
ha escapado el libro casi sin darme cuenta, sabía que iba a ser así
porque es de una lectura muy agradecida, de esas que atrapan, y yo,
que soy muy ignorante de las cosas de la vida político social y de
todas las cosas que tienen que ver con la responsabilidad y la
adultez, aún así, he sido cogida por el recuerdo, de cuando era
niña-adolescente y en el colegio nos ponían unos exámenes en los
que incluían preguntas del panorama actual mundial para obligarnos a
estar al tanto de las noticias y de la realidad y estaba este señor
del bigote frondoso, muy particular, muy acolchado bigote, y se
llamaba Saddam Hussein y tenía esta relación muy problemática con
Estados Unidos... ¿Quién no conoce a Saddam Hussein? Unos amigos le
pusieron a su grupo de música Saddam Juguetín. El libro de Mr.
Perfumme traza historias posibles, reactualiza mitos, les da nuevo
color, te habla de la enfermedad como uno de los temas principales,
es delicado y a la vez ácido, ¿cómo puede hacer eso? Es una
paradoja, pero la trama paralela, que es la historia que no se apoya
en un personaje político conocido, sino en una pareja de hermanas
del mundo de la ficción, llega a ser la historia de cualquiera, de
cualquier outsider. En esto, me recuerda a Ana Lily Amirpour, una
directora de cine que (además de tener un apellido que suena a ambientador de coches) tiene casualmente ascendencia iraní, y que nos
muestra outsiders atípicos en sus pelis, en un fondo que podría ser
del color de Transirak; si es que en mi mente va
representándose la novela sería más o menos como en las pelis de
Amirpour. Definitivamente una mezcla entre ella y el Terry Gilliam
más mágico-lisérgico elegiría yo para la adaptación
cinematográfica de Transirak.
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