Yo
recordaba siempre esto que decía mi padre. Y lo recordaba como algo
ajeno a mi. Para una persona de siete años el tiempo de verano a
verano se hace infinito. Yo esperaba las Navidades y el verano (que
en Lima se daban juntos) como algo que llegaba tras duras penas (las
del colegio). Y un día se hacía excesivo, una hora de clase se
hacía infinita. En la universidad las horas no se hacen tan
infinitas como en la época de colegio. Y no porque las clases sean
más divertidas, sino porque nos queda menos tiempo, cada vez más
cercanos a lo que decía mi padre.
El
tiempo no pasa para todos por igual. Recuerdo cuando iba a pasear al
parque con mi mamita Alicia. Tenía tres o cuatro años. Íbamos cada
una con nuestras cestitas de colores, iguales pero la mía más
chiquita. Al volver comía y me daba de comer a la boca por simple
pereza mía. Recuerdo un ladrón que le robó la cartera una vez.
Vino y se fue corriendo, creo recordar su ropa, pero no estoy segura
de si es parte de la reconstrucción que he hecho en el transcurso de
mi vida. Yo podría ser otra persona y pasear con esa niña en el
parque. Y la niña que fue mi mamita Alicia podría ser otra persona
que la que paseaba conmigo. Tenemos recuerdos que podrían ser de
otras personas. Hasta qué punto es éste el cuerpo que tengo si
luego va a secarse y hacerse tan diferente. ¿Es porque es el que
tengo “ahora”? ¿Cuál de todos los cuerpos y rostros que he
tenido y tendré será el que me defina, el que tenga que ver más
conmigo? ¿Debo presuponer, pues, que hay una esencia o más de una?
¿Y entonces es el cuerpo el que delimita la persona que soy? ¿Hay
estados en los que se mantiene la persona en dos momentos físicos
diferentes? ¿Hay alguien que siga siendo la misma persona que cuando
medía menos de metro y medio? El tiempo presente antes, cuando
paseaba por el parque, podía ser aprehensible y ahora, como revelan
estas interrogantes, no lo es.
Es
fácil responder ligeramente a este tipo de preguntas, como por
ejemplo, a la de si es el cuerpo el que delimita a la persona que
soy, se puede decir muy precariamente: “no, es tu mente”. Pero la
mente también se ve variable con el transcurso del tiempo y muchas
veces renegamos de quienes fuimos precisamente por culpa de nuestra
mente. Podemos coincidir en que hemos sido muchas personas, ya que
hemos tenido muchos cuerpos, muchas caras y muchas mentes. Todo este
tema adquiere una gravedad de pesadumbre si es que no vemos un hilo
conductor entre estas esencias (esencia como la del perfume, la gota
de concentrado de cada una de nuestras etapas). O depende de cómo
nos lo tomemos. Persona significa máscara. Esto de ser varias
personas puede ser algo muy circense y danzarino; es muy aburrida la
inmutabilidad. Así, nos reconciliamos con el tiempo.
me recuerda a Heráclito y su todo fluye, para un observador puede parecer que el río, la persona sea la misma, pero no queda nada de esa persona y de ese río más que el concepto. La idea es lo que permanece en tanto que hay observador pero cuando el observador se desvance todo fluye.
ResponderEliminarSí, la verdad es que es más bergsoniano lo que narro aquí, pero bueno, Bergson se inspiraba en Heráclito, seguramente.
ResponderEliminar¿Cuando el observador se desvanece todo fluye? Yo diría más bien al contrario. Todo fluye cuando hay vida. Si no hay observador, si el sujeto desaparece, todo se apaga.
El observador es solo un proceso de la vida, lo del fluir con el desvanecimiento del observador era simbólico, por el hecho de que el proceso de observar dificulta la fluidez al introducir los límites de su cualidad.
ResponderEliminareres Toni, verdad? Ja, nunca entiendo lo que dices... :/
ResponderEliminar