domingo, 13 de agosto de 2017

Poema de limpieza, pero yo no limpio muy bien

Un poema no se alumbra en voz alta porque las palabras se pintan se emborronan se amistan y se enemistan por sus tamaños y no sabemos nada cuando están dentro, solo cuando salen podemos sacarles sus parecidos y trabajarlas en base a sus formas. 
Si los enemigos conocieran a sus odiados de bebés, esa visión les incapacitaría y desarticularía todo propósito de odio.
Siempre es tarde cuando la dicha no espera o espera a otros.
Memoria para alumbrar los rincones de mi mente y encontrar huéspedes no gratos.
Rezar para que todo siga como siempre.
Esperas una palabra mágica que haga el día a día, aunque los Jardines de la Paz, allá en Lima lejos, sean el bálsamo al caer la tarde. 
Estamos limpiando la casa por dentro, pero ante todo cabe eludir la palabra corazón, que es muy cursi.
Quizá todo se trate de la retracción de rostros, o de lo que decía Holden Caulfield en El guardián entre el centeno: nunca cuentes nada a nadie que luego empezarás a extrañar a esas personas. Gamoneda hablaba del sufrimiento que se origina tras hacer que esos rostros dejen de ser desconocidos, sufrir porque debemos abandonarlos o porque ellos van a abandonarte.


No sé si todo se trate de eso, del abandono. A lo mejor parto de mis ojos de abandonada.

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